Por: Erick Simpson Aguilera
Durante los cinco años del gobierno del expresidente Ricardo Martinelli el país fue sometido a un constante estrés y vivía de sobresalto en sobresalto gracias a la trepidante manera de gobernar de dicha administración que entre otras cosas se dio a la tarea de perseguir a no pocos panameños, incluidos los pueblos indígenas de la Comarca Ngäbe Bugle, algunos de los cuales ofrendaron sus vidas y otros terminaron lisiados en defensa de sus derechos que corrían el peligro de ser vulnerados, al igual que los colonenses que pagaron un alto precio en defensa de la Zona Libre de Colón cuyos terrenos pretendía el exgobierno subastar al mejor postor.
Como si eso fuera poco, los escándalos por presuntos actos de corrupción eran el pan nuestro de cada día, sumado al transfuguismo, nepotismo, concentración de poderes, endeudamiento público exorbitante, chabacanería y demás despropósitos de que hacía gala el gobierno pasado un día sí y otro también.
Así las cosas, el pueblo panameño vivió bajo un estrés permanente durante 5 años, y resulta ser que al sol de hoy seguimos sometidos a un estrés constante debido a un sinnúmero de presuntos actos de corrupción de la pasada administración que están saliendo a la luz pública y nos abruman por su gran cantidad y por las sumas millonarias que se mencionan como supuesta lesión patrimonial hasta rebasar nuestro aguante y paciencia.
A veces siento que estoy viviendo una pesadilla toda vez que no acabo de comprender cómo fue posible que Panamá llegara a tal grado de descomposición que se tradujo en la debacle nacional que vivimos y cuyos efectos ahora nos desgastan física y emocionalmente. Sinceramente se me dificulta aceptar que en Panamá prevalezcan tantas carencias de índole social en materia educativa, léase, escuelas rancho, sistema educativo deplorable, desnutrición infantil, que en nuestro país 928,000.00 panameños (23.2% de la población) padezcan de pobreza según la CEPAL, que 488,000 panameños (12.2% de la población) según la CEPAL, no tengan qué comer (todavía muere gente de hambre en nuestro wannabe «primermundista» país), léase, sufren de extrema pobreza, que la nación panameña sea para nuestra deshonra la #15 más desigual del planeta según el coeficiente de inequidad de GINI, y que al mismo tiempo se hable de una supuesta lesión patrimonial que roza los 5 mil millones de dólares.
De ser cierto tamaño crimen, no hay perdón, pena ni castigo en esta tierra que puedan saldar el gran daño hecho a nuestra patria, pero de Dios nadie se escapa.
En fin, reconozco que me siento triste por lo que estamos viviendo, que la frustración e impotencia me abruman, que cuando veo las noticias (PAN, comida deshidratada, Cobranzas del Istmo, Sistema de Riego de Tonosi, invasión a la privacidad, los nuevos millonarios y billonarios, y todos los escándalos que faltan) tránsito entre la rabia y el rencor que tratan de envenenarme y me esfuerzo en desechar dichas bajas pasiones gastando mi energía, que tantos supuestos actos de corrupción me asquean, superan y rebasan mi aguante hasta agotarme mental, espiritual, y físicamente, que cada día tengo menos fuerzas para seguir luchando por nuestra patria, que tengo la sensación de que los malos panameños que secuestraron la nación y viven del sistema de la corrupción nos están ganando la partida, y presiento que el país camina precipitadamente (ojalá me equivoque) hacia el despeñadero, entiéndase, hacia una explosión social de gran magnitud, comoquiera que a diferencia de otras veces, ahora todos los panameños somos testigos de la verdadera cara de nuestro país, del clasismo imperante, de la justicia selectiva reinante, de la impunidad, de las casas, mansiones, país y planeta por cárcel, de la diferencia para efectos de justicia entre el hijo de la cocinera y los hijos de la elite, y de los miles de millones de dólares que supuestamente fueron saqueados del erario púlico, mientras las grandes mayorías siguen sufriendo todo tipo de carencias sociales, lo que constituye una receta para el desastre, una formula para la tormenta perfecta.
Sí, ya sé que sueno pesimista y que algunos me dirán que la justicia se está movilizando como nunca antes –lo cual reconozco–, que el actual gobierno es un titán de las buenas prácticas, la transparencia y la rendición de cuentas –de lo cual difiero y seguiré dudando hasta que auditen la línea 1 del metro, y el misterio de los 7 millones pagados a Cobranzas del Istmo sea justificado de forma creíble–, y demás fuegos artificiales por el estilo.
Sin embargo, hasta que no concluyan los juicios en buena lid, y vea al cerebro del saqueo y a todos sus secuaces, a saber: exfuncionarios, funcionarios, empresarios, y banqueros, tras las rejas de verdad –no en sus mansiones-, y al patrimonio supuestamente lesionado ser resarcido a las arcas del Estado, siempre y cuando –debo recalcar– se les compruebe a los implicados la comisión de los hechos dolosos que se presume cometieron, claro está, porque tampoco proponemos desconocer la presunción de inocencia, pisotear el debido proceso, linchamientos judiciales, ni nada por el estilo, reitero, cuando concluyan los juicios y vea los resultados, entonces creeré que hay esperanzas de cambio, o por el contrario sabré si el país naufragará en la ignominia de un Estado fallido.
Saludos cordiales, que Dios les bendiga y tenga misericordia de Panamá.
Erick Simpson Aguilera.
A continuación una tabla del coeficiente de inequidad GINI, y el excelente documental Educación Asignatura Reprobada, realizado por TVN, el cual desnuda la situación precaria del rezagado sistema educativo panameño.