Por: Erick Simpson Aguilera
Qué bonito sería que todos los panameños pudiéramos cantar a una voz cual si fuera una realidad: “Alcanzamos por fin la victoria, en el campo feliz de la unión”, sin embargo, la realidad es que, para lograr los “ardientes fulgores de gloria”, es preciso primero, emprender un arduo trabajo “sin más dilación”, para el cual necesitamos más que “la pica y la pala”, muchas retroexcavadoras, bulldozers, y explosivos con el fin de derribar y demoler las carcomidas, corroídas, desgastadas, desfasadas y corruptas instituciones en las cuales se fundamenta el desahuciado Estado panameño, el cual desde los albores de la patria, ha sido sometido a toda suerte de saqueos, expolio, y corrupción sistematizada, ocasionándole dicho abuso, una herida mortal que impide el desarrollo nacional, toda vez que, sin instituciones robustas, verdadera independencia y equilibrio entre los poderes del Estado, sin el combate y castigo a la corrupción, sin la debida rendición de cuentas, sin la necesaria transparencia, y con la impunidad rampante que sufrimos, jamás el tambaleante sistema político panameño, podrá rendir buenos frutos.
Palabras más, palabras menos, no podemos construir una patria justa y desarrollada sobre fundamentos endebles.
Así las cosas, es menester adecuar la Carta Magna a los requerimientos que precisa como fundamento la nación panameña, de manera que podamos sobre dichas bases sólidas, construir una república democrática y desarrollada que alumbre el camino al resto de naciones hermanas de nuestra región, y como dice nuestro Himno Nacional: “Se ilumine la nueva nación”.
Sí, yo sé que toda esta narrativa previa con tintes de poesía trágica, resulta desalentadora y poco optimista para los vendedores de sueños, cuentos e ilusiones que pululan en nuestro amado istmo panameño, los cuales prefieren el discurso chovinista aquel que pinta a Panamá como el Dubái o Singapur de Las Américas, como la economía más pujante y con más crecimiento en Latam, y demás hierbas aromáticas por el estilo que reflejan una realidad parcial de Panamá, la cual no es solo el área financiera llena de rascacielos, ni el afamado Canal de Panamá.
Dicho eso, los invito a analizar a profundidad conmigo, la realidad panameña con la ayuda de otros indicadores socioeconómicos que me resultan mucho más dicientes para mi gusto, que el crecimiento anual del PIB, cuya mala distribución mantiene a Panamá hoy por hoy, como una de las naciones más desiguales del planeta:
I- Mercado Laboral Precario:
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo de la Contraloría (INEC), el 43.6% de la fuerza laboral ocupada trabaja en la informalidad, léase, en la precariedad que implica carecer de prestaciones y seguridad social, es decir, constituyen un número alto de panameños futuros candidatos a los subsidios del tipo $120 a los 65.
Mientras que la tasa de desempleo en la Republica de Panamá, de acuerdo a la mencionada institución (INEC), ronda el 6.4%.
En cuanto a la fuerza laboral ocupada en general, la situación salarial de la misma, roza la precariedad, dado que, según cifras del INEC, el 17.2% de la misma (194,407 trabajadores de un total de 1,130,273), gana menos de $400.00 al mes; el 65.1% (735,690 trabajadores de un total de 1,130,273), gana menos de $800.00 mensualmente; y solo el 10.3% gana $1,500 o más al mes, de los cuales solo el 2.7% percibe salarios mensuales de $3000 o más:
Así las cosas, me pregunto cómo hacen los panameños que perciben esos salarios de hambre para sobrevivir en uno de los países más caros del mundo (a punta de subsidios y clientelismo), y no exagero siendo que, diferentes rankings coinciden en lo caro que es vivir en la Ciudad de Panamá y en el resto de la geografía nacional.
Sí, yo sé que algunos demagogos y gurús del patio, defensores de la mencionada tesis que vende una imagen de Panamá que rivaliza con Narnia o con el país de las maravillas de Alicia, prefieren para salir mejor parados y perpetuar la ilusión y el engaño, comparar la paupérrima escala salarial de Panamá con la canasta básica que para el mes de abril del presente año fue de B/.306.76, y vociferar también que el salario mínimo de Panamá es el mayor de Latam, lo cual parece no cumplirse a pies juntillas como demuestran las encuestas del INEC, pero seamos serios ¿quién puede sobrevivir con salario mínimo en Panamá y conformarse con cubrir una canasta básica que rebasa la precariedad?
Dicho eso, pregunto ¿cómo se explica que vivir en la Ciudad de Panamá que por más rascacielos y cintas costeras que tenga no deja de ser una ciudad tercermundista con pésimos servicios públicos, resulte más caro que vivir por ejemplo en: Dubái, Berlín, Miami, Toronto, Montreal, Múnich, Frankfurt, Ámsterdam, Barcelona, Roma, Madrid, etcétera?
Me da la impresión que nos están timando con el cuento del crecimiento económico que, si bien es cierto estamos creciendo economicamente, también es cierto que, lo poco que perciben los panameños de dicha danza de millones, constituyen migajas que les son arrebatadas al instante con un costo de vida elevadísimo que se codea con los más altos del planeta.
Veamos gráficamente a continuación, lo que estoy planteando:
Resulta llamativo que, si desglosamos los subíndices escala salarial (earnings levels) y poder adquisitivo (purchasing power), muchas de esas ciudades más baratas para vivir que Ciudad de Panamá, nos superan en los dos mencionados subíndices, a saber:
Las ciudades en rojo en el ranking general resultaron más baratas para vivir que Panamá, y no obstante, en el subíndice de escala salarial, nos superaron.
Las ciudades en rojo en el ranking general resultaron más baratas para vivir que Panamá, y, sin embargo, en el subíndice de poder adquisitivo, nos superaron.
De modo que, el sector laboral en Panamá sufre precariedad, y si añadimos a los factores mencionados el caos migratorio que afecta la empleomanía por la competencia desleal que afrontan los panameños por la mano de obra extranjera barata que es explotada por empresarios inescrupulosos que pagan miseros salarios a dichos extranjeros, pues el tema se complica aún más.
He allí, unos de los porqués de la brecha de inequidad que sufre Panamá. Sobre dicho particular, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señala lo siguiente:
“A 2017, el índice de Gini, el indicador más habitualmente empleado para medir la desigualdad muestra un valor de 50 en Panamá, frente a 46 en promedio de la región, según datos del Banco Mundial. Panamá es el tercer país más desigual de América Latina, solo superado por Brasil y Honduras” (gráfico 1).
Mientras que, a nivel mundial, según el sitio World Population Review, Panamá ocupa el deshonroso 13 lugar entre los países más desiguales del planeta:
Entiéndase, los países primeros en la tabla como los menos desiguales y los del fondo como los más desiguales.
II- Pobreza Multidimensional:
Según cifras del informe de pobreza multidimensional del MEF, el 19.0% de la población panameña padece el flagelo de la pobreza multidimensional, lo cual constituye en mi opinión un crimen, toda vez que, el país de cuyo crecimiento económico tanto alardean los burócratas y demagogos, sigue siendo una nación desigual –como previamente mencionamos– y además, es una nación presa de la pobreza multidimensional que de no haberse engullido la corrupción gubernamental, los millones de dólares que se presumen saqueados, pero que no se auditan en serio para determinar el alcance de las posibles lesiones patrimoniales por las que nadie rinde cuenta en nuestro impune país, ya hace rato hubiéramos erradicado la pobreza multidimensional o al menos la hubiéramos reducido a su mínima expresión.
III- Deuda Pública:
Al final del mandato del expresidente Juan Carlos Varela, la deuda pública sin incluir a las empresas excluidas del SPNF, laudos, ni los proyectos llave en mano, cerró con un saldo de B/. 26,612.4 millones de dólares, de los cuales B/. 20,606.3 corresponden a deuda externa y B/. 6,006.1 a deuda interna.
Es importante mencionar que, no obstante, la pésima gestión gubernamental de la anterior administración, la misma ha sido la que mayor deuda pública ha adquirido con un incremento por el orden de B/. $8,972.9 en cinco años de gestión.
Es menester señalar que, si al saldo de la deuda publica le añadimos otros pasivos diferidos excluidos del SPNF, el verdadero saldo de la deuda se dispara a B/.30,336.5 millones de dólares.
Siendo así que, la Administración Varela ha sido la que en mayor deuda ha incurrido y la que ha contado con grandes presupuestos, sin que se hayan visto ni palpado los resultados de tamaño endeudamiento y disposición de recursos financieros, toda vez que, el gobierno en mención fue un verdadero fiasco en la administración de la cosa pública, heredándonos además de deuda, déficit y unas finanzas maltrechas que obligaron al nuevo gobierno a acudir a los mercados crediticios internacionales a adquirir más deuda para reactivar a la comprometida economía, me imagino por ende que, ya se deben estar realizando las auditorias pertinentes para la debida rendición de cuentas que en teoría es obligatoria y no opcional comoquiera que, los panameños somos dueños del patrimonio del Estado, el cual no es una empresa privada ni feudo de nadie, ergo, tenemos derecho a saber cómo se administra el patrimonio del Estado.
En fin, pudiéramos seguir hablando de otros indicadores que desnudan la cruda y triste realidad de Panamá como son la educación que es clave para el desarrollo de toda nación y es una de las mayores flaquezas de Panamá, de la falta de soberanía y seguridad alimentaria que padecemos por gobiernos especuladores que deprimieron el agro al promover la importación de productos alimenticios en detrimento de los productores nacionales, de la inseguridad que sufrimos, de la pésima salud ofrecida por la CSS y el MINSA, del déficit habitacional, de la mala recolección de la basura, de la deficitaria cobertura de agua potable que sufre la población panameña no obstante ser nuestro país uno de los más ricos en recursos hídricos y precipitaciones del planeta, etcétera, pero dejémoslo de este tamaño para no abrumarlos con tantas cifras comoquiera que, mi punto me imagino que quedó bien claro, a saber: que Panamá es un país en precariedad.
Finalizo con la siguiente reflexión: Panamá es un país que requiere urgentemente una reingeniería, una hoja de ruta bien trazada, y la buena voluntad de todos sus hijos, a saber: sector público, privado, gremios, asociaciones civiles, trabajadores, iglesias, clubes cívicos, campesinos, indígenas, profesores, maestros, estudiantes, etcétera, para que entre todos salvemos a nuestra nación que coquetea con el desastre. En ese sentido, una nueva constitución como mencioné, es solo el fundamento para alcanzar dicho cometido.
Mas, también necesitamos buenos pilares, columnas, paredes y techos, como son la educación, la transparencia, la rendición de cuentas, el manejo eficiente de las finanzas públicas, la focalización de los problemas para destinar los recursos de manera directa a los flagelos a resolver, el cambio del modelo de la administración pública actual, el cual se basa en promover la desigualdad, la pobreza, y la exclusión social, con el fin de seguir manipulando a una población vulnerable y no educada a la cual condenamos a depender perennemente de los subsidios y migajas clientelistas, por un modelo nuevo que cierre la brecha de la desigualdad, erradique la pobreza, promueva la educación y permita escalar socialmente a través de las ciencias, tecnología, arte, deporte, cultura, etcétera, de modo que, el edificio de la nación panameña que construiremos entre todos, sea sólido y alcancemos el pleno desarrollo humano y económico, y entonces sí podremos cantar a viva voz, “Alcanzamos por fin la victoria”.
Saludos cordiales,
Erick Simpson Aguilera.
Nota: Les pido por favor, a aquellas personas que usan material de mis análisis, que tengan la cortesía de reconocer mi autoría, en virtud que, a menudo veo en medios tradicionales y alternativos, y en círculos políticos también, a personas que utilizan mis escritos, pero como nadie es profeta en su propia tierra, no tienen la hidalguía de reconocer mi autoría.