Por: Erick Simpson Aguilera
Vamos a sincerarnos, hermanos panameños.
Vamos a decirnos esas verdades que duelen y que evadimos porque el estado de negación es más “confortable”.
Vamos a aceptar en un valiente y maduro acto de introspección, autocritica y mea culpa que, los panameños somos una cosa seria y una gente media -por no decir bastante- complicada.
Sí, yo sé que, dicho ejercicio de autocrítica conlleva un riesgo enorme porque luego salen los chovinistas que nunca faltan a rasgarse las vestiduras por “el ataque a la nacionalidad ofendida”. Sin embargo, me tomaré dicho riesgo y licencia en virtud que, después de haber escrito 594 artículos sobre diversos tópicos, a saber: temas sociales, políticos, económicos, teológicos, etcétera, en la mayoría de los cuales expreso hasta la saciedad mi amor y preocupación por nuestra patria, no cabe duda que, siempre escribo con el ánimo de construir un mejor Panamá para todos sus hijos.
Dicho eso, retomamos el tema.
En el transcurrir del diario vivir, suelo observar con detenimiento el comportamiento del panameño/a, y no dejo de sorprenderme del desdén, apatía, malos modales, patanería, falta de solidaridad hacia el prójimo, ausencia de valores éticos y morales, juega-vivismo por doquier, tolerancia a la corrupción, complejo de divos y divas, y demás hierbas aromáticas de que hacen gala gran número de compatriotas.
No, no estoy diciendo que yo soy un santo, ni que soy perfecto, ni mucho menos que soy mejor que el resto de panameños. Lo que señalo es que, a pesar de que somos seres imperfectos, uno aspira a vivir en una sociedad civilizada en la cual se manejen ciertos estándares elevados de conducta que permitan la sana convivencia y que provean al país de una plataforma firme para que éste madure de una vez por todas y logre el gran cometido al que ha sido destinado.
Dicho en lenguaje sencillo: Cansa, frustra, y desanima, vivir en una republiqueta de pandereta, tropicalísima y bananera donde el crimen paga; donde es mejor tomar atajos para “triunfar” que esforzarte honradamente; en donde no existe la meritocracia pero se premia la mediocridad porque lo que vale es la palanca; donde el juega vivo y la corrupción son una virtud; donde abunda el egoísmo, la mala fe, y la cizaña; en donde el cinismo, el oportunismo y la zancadilla, están a la orden del día; y en donde robar millones de dólares del patrimonio público te convierte en un “exitoso, respetado y admirado” Don o Doña, fulanos de tales.
Aceptémoslo, hermanos panameños, estamos mal y rumbo al despeñadero porque hemos invertido y torcido todos los principios y valores, y hemos exaltado la maleantaría política/empresarial, los antivalores, y el juega vivo, hasta tornarnos en una patria que coquetea con el desastre institucional, político, y social, lo que una vez acontezca, terminará afectando a nuestra hasta ahora saludable economía. Para los que dudan de la capacidad para irse al traste de un país con ventajas y potencial para triunfar, gracias al desdén, malas prácticas, y artimañas de sus ciudadanos en general (clase política, empresarial y sociedad civil), nada más miren en lo que se ha convertido un país petrolero como Venezuela que debiera ser el mejor país de Latam, pero lastimosamente atraviesa un infierno.
Sí, yo sé que, muchos al leer estas palabras sienten la tentación de identificar y responsabilizar exclusivamente a los politiqueros que desgracian a la patria, habida cuenta que, ellos constituyen la expresión máxima de todos los antivalores que enferman a nuestra sociedad panameña, en lo cual estoy de acuerdo. No obstante, debo resaltar que, dichos politiqueros son el vivo reflejo de una sociedad enferma y no constituyen una rareza exclusiva y exótica ajena a la realidad de la ciudadanía en general.
De hecho, cuando uno escucha frases del siguiente talante, dichas por ciudadanos panameños de todas las clases sociales: “Robó, pero hizo obras”; “No te metas con mis políticos corruptos, porque los corruptos de tu partido robaron más” (como si ciertos grados de atracos a las arcas del Estado son tolerables y admisibles); “Por qué meten presos a nuestros politiqueros corruptos que sufren de todo tipo de enfermedades -ficticias-, si aquí todos han robado desde siempre no solo los nuestros”, y demás barrabasadas, incoherencias, y disparates por el estilo, uno entiende que el mal de la corrupción afecta a todo el país y no solo a la clase política.
A propósito, muchos politiqueros corruptos de cuello blanco que han saqueado las arcas del Estado y otros que continúan en dichos deshonrosos menesteres, son sinceramente admirados y defendidos a capa y espada por gran parte de la población que considera que, el que llega a esas posiciones de poder y no atraca millones de dólares del Estado, es un bobo y estúpido porque de ser ellos, sí saquearían a manos llenas a nuestro país, en el cual los héroes son los ladrones que «saben jugar vivo”.
Con dichos valores invertidos, no creo que lleguemos muy lejos que digamos, pero sí directo al despeñadero.
Disculpen mi falta de fe en las presentes y futuras generaciones de panameños, pero es que cuesta creer cuando uno lo vive a diario en las calles en algo tan sencillo como es la manera de manejar un auto, la cual desnuda quienes somos en realidad los panameños, léase, una gente sin solidaridad humana, acomplejada y egoísta a más no poder. Me explico: Cómo es posible que, si un conductor enciende las luces direccionales para cambiar de carril y hay el espacio suficiente para hacerlo, el panameño que viene detrás en dicho carril, en lugar de actuar como una persona civilizada y humana cediendo el paso, lo que hace es acelerar como diciendo, “Ese carro quiere cambiarse de carril, pero voy a acelerar para cerrarle el paso porque yo soy el más malo del mundo, el más egoísta y mala fe, y nadie pasará primero que yo que soy el verdadero juega vivo”. Si supieran los aldeanos tercermundistas que así proceden, la cantidad de complejos e inseguridades que proyectan con esa forma inhumana y ridícula de ser, quizás cambiarían su conducta.
Y el caso se torna peor cuando de asustar a los peatones se trata, es decir, cuando personas de todas las edades, ancianos incluidos, se disponen a cruzar las calles en las líneas de seguridad que dan la prioridad a los peatones, y los conductores que vienen de lejos en lugar de disminuir la velocidad lo que hacen es acelerar para sembrarle el terror a quienes tratan de cruzar, y con esas maldades ya sienten que cumplieron su mala obra del día, que obtuvieron su cuota de poder, y dándole rienda suelta a sus bajas pasiones le dan sentido a la miseria humana que es su existencia.
En fin, les comparto una anécdota que me ocurrió hace poco y que me lleva a preguntarme, ¿qué es lo que nos pasa a los panameños?, ¿cuándo fue que perdimos el rumbo y nos convertimos en esa gente insufrible e insoportable que somos?
Andaba conduciendo por la ciudad y me detengo y bajo la ventana para preguntarle por una dirección a un panameño que iba caminando (uno conoce a su gente aunque no abran la boca), y el compatriota me miró con la usual pereza, desdén, y desprecio que caracteriza al panameño, como quien dice, no molestes, y ni me contestó, pero, un compañero suyo (de la misma empresa) que venía unos pasos atrás, me escuchó, se acercó a mi auto, y me explicó con lujo de detalles y cortésmente, cómo dar con la dirección, y adivinen qué, el que sí me atendió y ayudó era un extranjero.
Lejos de ser casos aislados, esa mala actitud se repite no solamente al solicitar un favor como era preguntar una dirección, pero también al requerir un servicio por el cual pagamos y recibir a cambio una actitud displicente, poco importa, de fastidio, poco servicial, miradas y gestos groseros, y un sinnúmero de malcriadeces que nos hacen ver como unos niños sin modales. Ya va siendo hora que maduremos como país y nos dejemos de películas mentales, que nos estamos pasando de ridículos con esas actitudes infantiles.
En cuanto a los extranjeros, les aclaro que, una cosa es que yo como panameño me atreva a poner el dedo en la llaga de los panameños para que reaccionemos, cambiemos el rumbo, y mejoremos, y otra cosa muy diferente es que, inmigrantes que residen en Panamá nos ninguneen y ataquen nuestras flaquezas en nuestra propia tierra. Los panameños somos una familia y nos criticamos y entendemos; pero si un foráneo residente aquí nos ataca alevosamente, nos tornamos nacionalistas y reaccionamos con fuerza y unánimes. Es como si yo critico a un hermano mío conversando con mi hermana, o soy criticado por uno de mis hermanos, no pasa de ser una simple critica familiar, pero ay que alguien se meta con mi familia, porque ahí si vamos de frente todos; pues así somos los panameños, una gran familia. De modo que, cualquier crítica constructiva de un inmigrante la acepto, pero absténganse de insultarnos con alevosía en un tema domestico como es el que nos ocupa.
Tocante a los panameños, Dios quiera que surja alguna opción potable para las elecciones del 2019, porque es obvio que si en casi 4 años el gobierno de turno en lugar de mejorar el país ha terminado de hundirlo institucionalmente (un presidente que se refiere a los otros Órganos del Estado como “un grupito bajo su autoridad” a los cuales amenaza con disciplinar, cual si fuera un rey o dictador, es un síntoma de que hemos tocado fondo), y en el tema de trasparencia por insistir en contratar a una empresa corrupta como Odebrecht a la cual primero defendían, después negaban sus “donaciones”, luego aceptaban haber recibido las “dichosas donaciones” mediante triangulaciones nada kosher utilizadas para borrar rastros y blanquear dineros mal habidos, en fin, como que no hay mucha esperanza que digamos, de que semejante gobierno tan pésimo y fracasado logre algo significativo en un año y meses de gestión que le faltan.
Así las cosas, resulta innegable la necesidad de educar a los panameños para que cambien esa mentalidad cortoplacista, clientelista, arrogante, carnavalesca, y farandulera que exhiben, pero cómo logramos tamaña tarea con un sistema educativo hecho añicos y atrasado en el cual los profesores todavía creen que entre más estudiantes fracasan, mejores profesores son, cuando en realidad son unos incapaces porque un buen profesor es aquel capaz de trasmitir conocimientos, de formar profesionales, científicos, ingenieros, etcétera, mientras que aquí los dinosaurios del sistema educativo todavía piensan que sin saber inglés, tecnología informática, y carentes de cultura general del mundo entero, son unos grandes sabios. Aterricen, que están lejos de ser la solución al problema de la educación, y hoy por hoy, son parte crucial de dicho problema.
En fin, termino señalando que, es hora de que los panameños nos pongamos serios y digamos basta ya de tanto despropósito y desorden; basta ya de tanta corrupción y juega vivo; basta ya de esa mentalidad de relajo y eterno carnaval; basta ya de malcriadeces y niñerías; y basta ya de admirar y apoyar con nuestros votos a políticos corruptos que encarnan todos los antivalores que debemos combatir y erradicar antes que dichas malas artes destruyan a nuestra nación. En mi opinión -que no tiene que ser la suya- es hora de volvernos a Dios como nación para que él nos de la luz, nos libre de la lacra politiquera que nos destruye, y nos encamine por senderos derechos de manera que podamos alcanzar el gran destino al que ha sido llamado nuestro país, Panamá, el cual no obstante todos sus males, sigue siendo una nación que promete y puede alcanzar el pleno desarrollo mostrándole el camino a los otros países hermanos de la región.
Nota: Si eres un panameño ejemplar, te felicito y exhorto a que sigas así, haciendo patria, dando el ejemplo y aportando tu grano de arena.
Si eres un panameño que te sientes aludido y te ofende mi artículo, tú y tu conciencia sabrán el por qué te identificaste con las artimañas aquí expuestas.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
2da. de Crónicas 7:14: Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
10 pensamientos en “Panameño, panameño”
Melvyn Urriola
Excelente, así somos sin tapujo.Hay que cambiar por el bién del país.
desdelagranzanja
En eso nos hemos transformado sistemáticamente desde que noa «convirtieron» en «República¤». Lo dice Pedrito Altamiranda en su calypso «Panameño te canto aunque a tí te asusta, Panameño oir lo que no te gusta».
Todo esto que usted ha señalado y mucho más parece, erróneamente, conformar parte de nuestro acervo cultural. Hemos creido, desde 1903, que «jugando vivo» era el mejor camino, el más calificado «modus operandi». No, no, la responsabilidad no es precisa y solamente de quienes nos han gobernado, ni siquiera de la «dictablanda» la cual, con el slogan de Torrijos «lo que quiero para mis hijos, lo quiero para mi pueblo» caló, y mucho, porque el resultado fueron unos hijos malcriados que lo quieren todo regalado y que están segurísimos de que se lo merecen todo aunque sus aportes como ciudadano sean escuálidos.
Gracias por sacudirnos, ojalá las hojas secas caigan para que este árbol, este país, deje de ser un «Banana Republic»
Espinosa Aldo Martin
😨mas claro no se puede en Verdad estamos pa’ los tigres !! Este Articulo es una Tomografia de doble contraste y refleja lo que se esta viviendo en mi Amado PANAMÁ Lo Felicito hermano !!
Carlos alvarado
Excelente nota. Nos has descrito muy bien. Somos el resultado o reflejo d 21 años d Dictadura y 28 de gobiernos seudo democráticos ennlos cuales ha permeado el Populismo, clientelismo y la corrupción en todas sus formas!. No hay remedio solo tocar fondo y empezar una nueva generación con mejores ideales cívicos y culturales!
Cesar Williams
Excelente artículo y sólo termino con Amén 🙏, ya que un pueblo sin Dios es un pueblo que va al despeñadero
Jorge Prosperi
Felicitaciones por la claridad y la valentía de siempre.
Alan Ledezma
Excelente articulo, la coyuntura que se vive en el país hacen reflexionar en situaciones como las de describe el autor.
Saludos
Emilio Sucre
El Cambio inicia en Uno Mismo.
Gran Artículo. Dios te Bendiga y siga Bendiciendo a Panamá, se que Somos Más los que tenemos Valores y Amamos a Dios.
#Bendiabrazos#QueSomosMas
Erick Simpson Aguilera
Amén. Igualmente Emilio.
Saludos.
Jose Abrego
Excelente la descripcion del panameño ,mal dicho de a Pie, el pais va en caida libre a un gobierno fallido, tenemos que hacer una revolucion tranquila en materia de cultura y costumbres, somos mal educados en todos los niveles sociales, carecemos de empatia con el projimo y creemos con fervor que somos los mejores en Latam. Da mucha lastima ver nuestros comportamientos en las calles, servicios publicos y con frecuencia alarmante en empresas privadas.