Concerniente a las explosivas declaraciones de Rodrigo Tacla desde España en entrevista concedida al Diario El País, mediante las cuales acusa al presidente Juan Carlos Varela de recibir dineros ilícitos de parte de la empresa brasileña Odebrecht, y de obstruir la justicia panameña para entorpecer y evitar las investigaciones pertinentes, debo señalar lo siguiente:
Entiendo las reacciones de incredulidad de aquellos que en estado de shock han optado por desviarse del tema central, a saber, lo declarado por Rodrigo Tacla, y se han enfocado en su persona para descalificarla tildándolo de testigo poco confiable, y han señalado que sus declaraciones son sesgadas porque eximen al expresidente Ricardo Martinelli de culpa, y obedecen a un encargo por vendetta organizado desde Miami.
Dicha teoría conspirativa no tiene nada de descabellada y de pronto es hasta cierta. Sin embargo, es irrelevante lo que motivó a Rodrigo Tacla a cantar una sinfonía muy detallada de las andanzas de Odebrecht en Panamá que incluyeron supuestamente hasta fiestas sexuales y demás parranda$. Lo importante es si lo que dijo Tacla acerca del presidente Juan Carlos Varela y del actuar poco ético y cómplice del Ministerio Publico panameño, es cierto y tiene cómo comprobarlo.
De manera que, no nos confundamos hermanos panameños, ni permitamos que generadores de opinión publica nos confundan desde los medios de comunicación y redes sociales, desviando la atención del tema medular, para concentrarnos en las ramas irrelevantes.
En mi opinión, si Rodrigo Tacla está colaborando con la justicia española y la estadounidense respecto al Caso Odebrecht, es porque algo de credibilidad tiene la información que maneja sobre el particular. De lo contrario dichos países no perderían el tiempo si fuera un inventor de cuentos que habla de lo que no sabe.
Es más, si yo viera un video publicado en la web en el cual se organiza desde Miami un complot contra el mandatario panameño en funciones, utilizando para tales fines al Señor Rodrigo Tacla, en el sentido de que se le pide a éste que cante lo que sabe (hasta Marcelo Odebrecht está cantando y nadie se rasga las vestiduras por ello), aun así exigiría que se realice una investigación seriapara determinar si los hechos que afirma Rodrigo Tacla son ciertos; porque de serlo, el presidente Juan Carlos Varela tendría que renunciar y someterse a la justicia panameña, independientemente de si el testigo es un santo o un malintencionado, y a pesar de lo que diga la desprestigiada y corrupta empresa Odebrecht mediante comunicados.
En fin, respetemos la presunción de inocencia del ciudadano presidente, habida cuenta que, cualquier testigo puede decir lo que se le antoje e inventar una película de miedo o ciencia ficción, pero también está en la obligación de demostrarlo con pruebas fehacientes. Empero, para que pueda demostrarlo deben realizarse las investigaciones correspondientes y no evadirlas con la vieja estrategia de matar al mensajero para que se pierda su mensaje, lo cual me llena de sospecha y desconfianza.
Otra vez más estalla el escándalo Odebrecht involucrando a altos funcionarios y ciudadanos panameños desde el exterior, porque tal parece que en Panamá tenemos el Ministerio Público más ineficiente del mundo -por no decir encubridor- que aún con un caso confeso, juzgado, resuelto y hasta premiado (delaciones premiadas) es incapaz de determinar quiénes son los panameños envueltos en la trama de corrupción internacional más grande de la historia.
Así las cosas, desde España en donde fue detenido y será juzgado por los presuntos delitos de blanqueo, soborno y pertenencia a organización criminal, el ex-abogado (hasta 2016) de nada más y nada menos que el Departamento de Coimas de Odebrecht (Departamento de Operaciones Estructuradas), Rodrigo Tacla, ha hecho señalamientos explosivos acerca de supuestos vínculos ilícitos (flujos de dinero y conspiración para obstruir la justicia) entre la empresa en cuestión, allegados a, y el mismo presidente Juan Carlos Varela.
Por lo delicado del caso y para evitar yerros en la exposición del mismo, trataré de ser lo más textual posible, y para tales efectos procedo a citar parte de la entrevista realizada por el diario El País de España (que no es ningún pasquín amarillista), al abogado Rodrigo Tacla (que no es ningún advenedizo que desconoce el manejo sucio de la empresa Odebrecht):
P- ¿Cuánto gastaba la empresa al año en comisiones ilegales?
R- Cerca de 260 millones de euros. El dinero se movía en efectivo, a través de cuentas en paraísos fiscales y transferencias internacionales. La constructora, por seguridad, nunca pagaba en los países de origen del beneficiario. Y usaba el Meinl Bank para enviar fondos a Personas Políticamente Expuestas (PEP), que es como se denominan los cargos públicos susceptibles de cometer blanqueo. Así se hizo llegar dinero a Michelle Lasso, una persona próxima al presidente de Panamá, Juan Carlos Varela.
P- ¿Se pagaron sobornos en especie?
R- Sí. Odebrecht intentó en 2014 regalarle un avión al expresidente de Panamá Ricardo Martinelli. El político lo rechazó. La constructora quería quedar bien con Martinelli y con el candidato de su partido (el oficialista Cambio Democrático) que concurría a las elecciones generales de 2014, José Domingo Arias, Mimito.
Odebrecht también organizaba fiestas. Y enviaba mujeres desde Brasil a celebraciones con políticos en Panamá y República Dominicana. Era la forma de la constructora de expresar su agradecimiento. Aunque luego eso también se convertía en un chantaje…
P- ¿Se hacían fotos en esas fiestas?
R- Sí. Y se guardaban. El responsable de Odebrecht en Panamá, André Rabello,sabía cómo utilizar esas fotos. Rabello también manejaba información sobre las esposas y las relaciones extraconyugales de los políticos panameños. La constructora hacía regalos a sus mujeres.
Asistí a una reunión donde Rabello dijo que tenía la confirmación del presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, de que el país no iba a contestar a los requerimientos judiciales de Brasil [sobre el caso Odebrecht].
P- Odebrecht ha reconocido que pagó 51 millones de euros en sobornos a oficiales del Gobierno de Panamá entre 2010 y 2014, ¿es correcta la cifra?
R- La cantidad es mayor. La firma corrió con los gastos de los principales candidatos de las elecciones generales panameñas de 2014: el oficialista José Domingo Arias y su adversario, el actual presidente, Juan Carlos Varela. Apostó por los dos.
La constructora también abonó un millón de euros a dos proveedores de una empresa de ron propiedad de Varela. El pago se hizo a través de una cuenta del HSBC en Hong Kong.
Cuando Varela era vicepresidente (2009-2014), se enviaron fondos a Michelle Lasso, una persona vinculada al político que tenía una cuenta en el banco de Odebrecht en Antigua y Barbuda. La constructora se asustó porque Lasso tuvo un problema empresarial en EE. UU. y temió que se le investigara.
Pregunta. La Fiscalía Anticorrupción investiga obras en Latinoamérica de constructoras españolas que integraron consorcios con Odebrecht. Firmas como Acciona, que participó en el metro de Quito (1.400 millones de euros), o FCC, que ha ejecutado el suburbano de Panamá (1.650), están bajo sospecha. ¿Cuál fue el papel de estas empresas?
Respuesta. No le puedo dar detalles porque estoy colaborando con la Fiscalía Anticorrupción española. Sí puedo decirle que la Fiscalía me preguntó si estaba interesado en aportar información a Panamá. Contesté que no tenía ningún problema, siempre que la colaboración siguiera el cauce judicial. No puedo aceptar que la Fiscalía de Panamá llame a las autoridades españolas de un modo informal [extrajudicial]. Cuando pedí que la colaboración de este país fuera oficial, ya no me volvieron a llamar.
P- ¿Por qué Panamá no quiere seguir la vía convencional de colaboración judicial?
R- La clave está en la amistad del responsable de la filial de Odebrecht en Panamá, André Rabello, con el presidente del país, Juan Carlos Varela. Quieren saber qué digo en España, qué pasos doy.
Como pudieron ver estimados lectores, la entrevista concedida por el abogado Rodrigo Tacla tiene las proporciones de un tsunami, es una pesadilla, y constituye una misma película de terror con el potencial de sumir a Panamá en una crisis institucional y de ingobernabilidad, toda vez que, la persona a la que acusa de tantos delitos tan graves y de alto calibre es nada más y nada menos que el presidente en funciones de la República de Panamá, Juan Carlos Varela.
Ahora bien, debemos ser responsables, respetar la presunción de inocencia del ciudadano presidente, y no dar por ciertas –pero tampoco por falsas– las declaraciones de Rodrigo Tacla, hasta que las autoridades panameñas establezcan la veracidad o falsedad de las mismas.
No obstante, este caso es en extremo complicado habida cuenta que, aún el Ministerio Público panameño es acusado por Rodrigo Tacla de cómplice y encubridor que entorpece y frustra las investigaciones para que no se sepa la verdad en Panamá debido a presiones ejercidas por Juan Carlos Varela que es amigo de André Rabello, y de hecho, los fiscales brasileños son de la misma opinión respecto al dudoso accionar u omisión de los fiscales panameños en el caso que nos ocupa, por lo que en este momento el Ministerio Público cae en la categoría de juez y parte. Así de desprestigiada local e internacionalmente está la justicia panameña.
Ante tal disyuntiva que tiene ribetes de callejón sin salida, no nos queda de otra a los panameños que tomarnos las calles exigiendo la separación de sus cargos del presidente Juan Carlos Varela, y de la procuradora Kenia Porcell, para que las investigaciones pertinentes se lleven a cabo sin ningún tipo de presión.
Sí, yo sé que suena fuerte exigir que se separen de sus cargos los funcionarios en mención, sin embargo, no es cualquier caso el que nos ocupa. De hecho, este caso tiene el potencial de desestabilizar política, social y hasta económicamente al país, y Panamá está por encima de cualquier funcionario por más alto que sea el cargo que este ocupe.
A los panameños no nos basta con que se descalifique al abogado Rodrigo Tacla; con que se nos diga que la entrevista publicada por el Diario El País de España fue sembrada por enemigos de Juan Carlos Varela desde Miami; ni con ningún otro argumento mediante el cual nos piden confianza.
En lo que a mi concierne, considero que es más importante determinar si el mensaje es veraz o no, que determinar si la intención del mensajero obedece a una vendetta o encargo de terceros. Dicho de manera más sencilla, lo importante aquí no es si alguien le encargó a Rodrigo Tacla delatar a equis persona y eximir a otra, sino más bien si lo que señaló del presidente Juan Carlos Varela es cierto y puede demostrarlo.
A esta altura del partido, y con los antecedentes de impunidad del caso en cuestión; con la falta de voluntad de las autoridades panameñas para investigarlo; con las quejas de los fiscales brasileños y suizos en contra de sus pares panameños; con lo que ya se decía acerca de que un presidente panameño había silenciado al Ministerio Público; con la manía del gobierno actual de contratar a Odebrecht en cuanta mega obra multimillonaria se licitara en Panamá a pesar de estar el escándalo Lava Jato en pleno apogeo y Marcelo Odebrecht preso y condenado a 19.5 años de prisión; y con el secretismo en cuanto a los nombres de la lista de coimeados señalados en las delaciones de Brasil; no pretenderá el gobierno que sus pedidos de confianza tendrán eco en una ciudadanía hastiada de la impunidad y que lo que exige es justicia y que se investigue a cabalidad caiga quien caiga. No es un tema de confianza en instituciones desprestigiadas y sin credibilidad; es un tema de justicia.
Pueblo panameño, llegó la hora de hacernos sentir en las calles, porque o rescatamos a nuestra nación de la debacle y la podredumbre que la corroe –de la cual el Caso Odebrecht es la insignia-, o nos hundimos todos. No hay vuelta atrás.
“En Panamá no hay talento suficiente para llenar las plazas de trabajo más especializadas que requieren una gama de profesionales altamente capacitados”.
Ese es el argumento que a menudo esgrimen los voceros de gobierno y la empresa privada para justificar el caos migratorio que promueven afectando a los panameños.
Sí, no vamos a negar que no solo Panamá, pero aún los países desarrollados, reclutan talento, genios, científicos y demás lumbreras para que aporten y transfieran conocimiento, inventos, tecnología, ciencia e innovación.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre un país serio que otorga permisos de trabajo a extranjeros que poseen un talento, conocimiento, o destreza especial que requiere el país, y el caos y desorden migratorio que vive Panamá y que ahora pretenden desde el gobierno y el sector empresarial hacernos creer a los panameños que se debe a un fichaje de talento extranjero altamente capacitado.
Hablemos de realidades; de esas verdades que duelen; y dejémonos de fabulas, mitos e historietas que estamos muy grandes para comer cuento. A Panamá están llegando a raudales inmigrantes comunes y corrientes sin ningún conocimiento por encima del estándar nacional, los cuales compiten deslealmente con la mano de obra local que no va a trabajar por la mitad del salario que se merecen, como sí lo hacen los foráneos que son explotados por empresarios inescrupulosos que juran que los panameños somos unos tontos y nos tragamos sus embustes.
También están llegando pequeños empresarios a competir deslealmente con los panameños que les iba muy bien con sus pequeñas empresas o servicios profesionales y ahora ven como los desplazan del mercado foráneos que ofrecen los mismos servicios a precio de baratillo.
Seguramente usted ha escuchado de algún pequeño empresario panameño como sus ingresos se han ido a pique; como han recortado personal; como sus negocios rozan la quiebra y se tornan insostenibles por la competencia despiadada de los foráneos. Todos los días escucho estas historias, pero claro, los gobernantes y los grandes empresarios siguen en su burbuja diciendo que en Panamá todo marcha bien, que la economía va excelente y que todo es dicha, prosperidad y felicidad; por supuesto que para ellos todo va viento en popa y no les interesa con la suerte del resto de los panameños.
Razón por la cual los panameños debemos organizarnos y hacernos sentir en las calles. No vaya a ser que cuando abramos los ojos la clase política/empresarial elitista, nos convierta en extranjeros y marginados en nuestra propia tierra.
Qué ironía que fue la clase media y baja la que puso los muertos y derramó su sangre en la conquista de la soberanía nacional pisoteada por Estados Unidos, y ahora es una oligarquía entreguista la que goza las mieles del boom económico y marginan al pueblo panameño desplazándolo para que sean foráneos los que cosechen los frutos del tiempo de vacas gordas que vive Panamá.
A propósito, si fuera cierto que lo que se busca es superar el déficit de mano de obra altamente capacitada, el gobierno hubiera dado pasos serios para mejorar el sistema educativo panameño que es un desastre, y se hubieran establecido los mecanismos necesarios para transferir el conocimiento especializado de los foráneos que reclutamos a los panameños, de manera tal que no dependamos para siempre del recurso humano del exterior que es hacia donde salen miles de millones de dólares en fuga de divisas que permanecerían en el país incentivando el consumo y activando el mercado interno, si fueran trabajadores panameños los que ocuparan dichas plazas de empleo.
¿Necesita Panamá mano de obra especializada? Que el gobierno y los empresarios justifiquen científicamente entonces la cuota de profesionales que demanda nuestra economía; el perfil estilo NASA de genios que precisan; y la manera cómo se garantizará la transferencia del conocimiento especializado al recurso humano panameño. De manera que sea un tema migratorio serio, científico, filtrado y controlado. No el desorden que promueven ahora y que nos quieren hacer creer que es un tema científico y estudiado cuando a leguas se ve que empleadas domésticas, mensajeros, trabajadores de la construcción, oficinistas, diseñadores gráficos, buhoneros, peluqueras, corredores de bienes raíces, médicos, y demás trabajadores, técnicos y profesionales, que no tienen ningún conocimiento del otro mundo, son los que en su mayoría nos invaden por miles a competir con los panameños.
Basta de historietas y mitos.
Hoy por hoy, lo que vemos es una carencia de planes y política migratoria seria; un completo desorden y caos; competencia desleal; explotación de extranjeros; grandes empresarios haciendo bingo a costa de la desgracia y necesidad de foráneos; gente con muchos problemas sociales llegando a Panamá para aumentar la presión sobre nuestros recursos limitados; gente del mal vivir aumentando la ola de inseguridad con sus atracos, clonación de tarjetas, secuestros y demás artimañas; y como si todo eso fuera poco, una invasión de gente irrespetuosa que viene a insultarnos a los panameños en nuestra propia tierra.
No voy a negar que hay muchos extranjeros decentes, respetuosos y trabajadores que honradamente están aportando su granito de arena en el quehacer panameño. Pero no por eso debemos mantener las puertas de nuestra casa y fronteras abiertas de par en par para que junto con los buenos inmigrantes nos lleguen por montones gente indeseable que atenta contra la sana convivencia y paz social que caracterizan a nuestra tierra. Panamá y los panameños se respetan.
Reacciona hermano panameño y no permitamos que una oligarquía política/económica entreguista que nunca ha sacrificado nada en pro de la patria nos mantenga al margen de la prosperidad que vive nuestro país; que se lo queden todo para ellos; que nos insulten regalándonos migajas en forma de colchones y demás dadivas cual si el panameño fuera un pordiosero sin derecho a nada más; y que de colmo nos llenen el país de extranjeros que se dan el lujo de insultarnos en nuestra propia tierra como si los advenedizos y recién llegados fuéramos nosotros que hemos derramado sangre y ofrendado miles de vidas para que este país sea el próspero y soberano país que es hoy en día, ergo no permitiremos que gobierno, empresario, ni extranjero alguno venga a ningunearnos, a marginarnos, y a echarnos de nuestra propia casa Panamá.
Según la versión del Ministerio Publico no existe fundamento legal para revelar los nombres de las personas mencionadas en las delaciones de Odebrecht como receptoras de coimas.
Pues bien, démosle el beneficio de la duda al Ministerio Publico porque al final de cuentas, nosotros somos unos neófitos en temas legales y ellos son los expertos investigadores.
Sin embargo, lo que no me cuadra con sus argumentos es el hecho de que una investigación adelantada por las autoridades judiciales de Brasil, Suiza y Estados Unidos, las cuales han logrado mediante la delación premiada que desde Marcelo Odebrecht hasta una pléyade de altos ejecutivos de la empresa en cuestión, confiesen con lujo de detalles su esquema de corrupción y sobornos -del cual Panamá es una pieza clave- para hacerse de contrataciones públicas en diversos países, les cueste tanto a los investigadores legales del Ministerio Publico panameño aterrizarla, cuando reitero, es un caso prácticamente resuelto, confeso, juzgado, condenado, multado y premiado (delación premiada).
Si a los expertos investigadores legales del Ministerio Público panameño les cuesta tanto dilucidar un tema ya dilucidado por otros, no quiero imaginarme cuando sean ellos los que tengan que llevar a cabo la investigación, determinar la comisión de un delito, e identificar a los artífices del mismo.
Respeto a aquellos panameños ingenuos (o malintencionados) que argumentan en los medios como si fueran grandes gurús, iluminados, y las voces autorizadas a seguir, alegando que los tiempos de la justicia no son los nuestros, que debemos ser pacientes, que el Ministerio Público está haciendo un buen trabajo investigativo, y demás hierbas aromáticas por el estilo, pero en lo que a mi concierne, lo único recurrente en mi mente es la queja de los fiscales brasileños contra sus pares del Ministerio Público panameño, a los cuales acusaron de ser poco cooperadores -por no decir entorpecedores- en las investigaciones del Caso Odebrecht; y también hay en mi mente una sensación de que en Panamá reina la impunidad, y de que si los nombres de la lista de coimeados por Odebrecht fueran Juan Pérez, Antonio Martínez, Pablo Pueblo, o cualquier otro hijo de la cocinera, ese argumento de que no hay fundamento legal para revelar los nombres no se hubiera esgrimido, y ya hasta en primera plana de los periódicos hubieran aparecido sus rostros cuando los llevaran esposados a las mazmorras sin presunción de inocencia, ni debido proceso que valga.
Así funciona el sistema judicial panameño, implacable con los que menos tienen, y permisivo, cómplice, y protector con los encumbrados. No por gusto en el Índice de competitividad global del Foro Económico mundial, el sistema judicial panameño es calificado como uno de los peores del mundo, léase, allende nuestras fronteras consideran que no existe independencia judicial en nuestro país, y tienen razón.
Exhorto a todos los grupos de la sociedad civil organizada, gremios y demás asociaciones, a que sigan presionando (pero de manera cohesionada y con más fuerza) para que el Caso Odebrecht sea juzgado en Panamá como corresponde, caiga quien caiga. De lo contrario, dichas agrupaciones ciudadanas no tendrían razón de ser por su irrelevancia y falta de liderazgo para aglutinar a las masas con el propósito de que el Caso Odebrecht no quede en la impunidad -que pareciera ser el destino hacia el que va-, y fracasaríamos como nación, toda vez que, un tema de repercusión internacional como es el Caso Odebrecht, nos tiene en la mira del mundo entero, y estamos quedando en evidencia como un país corrupto en donde los millones de dólares en coimas que confesó Odebrecht haber pagado en Panamá, fueron recibidos por puros fantasmas e innombrables que seguirán gozando el producto de su ilícito sin pagar con cárcel.
A ver si superamos esta prueba que nos tiene en la palestra pública mundial, y actuamos como un país serio que combate la corrupción, y en donde existe la justicia, y no como un rancho tercermundista sin ley, tolerante a la corrupción, y en donde reina la impunidad, que es la pobre imagen bananera que estamos dando mundialmente, léase, la imagen de una vulgar finca que opera como cueva de ladrones, coimeros, corruptos y demás especímenes del mal vivir. Cómo si con los Panamá Papers no tuviéramos suficiente escarnio mundial.
En fin, a presionar a las autoridades del Ministerio Publico para que aterricen este tema confeso y juzgado en otros países, y que se dejen de misterio y cuentos que aquí ya no queda mucho que investigar, y más bien lo que procede es hacer uso de las delaciones brasileñas e información relacionada de que disponen las autoridades estadounidenses y suizas, para así llamar a capitulo a los coimeros, rastrear el dinero, bloquear sus cuentas bancarias, embargar sus activos, etcétera, como ya lo hubieran hecho con cualquier cristiano común y corriente del pueblo.
Basta ya de mentirnos a nosotros mismos, hermanos y hermanas panameños. El país no marcha bien, y por más que nos consolemos argumentando que los vecinos están peor que nosotros (lo cual es cierto) y que Panamá es el país que más crece en la región y al que todo el mundo quiere emigrar (lo cual no es un tema de orgullo sino de preocupación), la verdad es que seguimos sufriendo de una serie de flagelos propios de países deprimidos; flagelos estos que no se explica su existencia en una nación que se supone es prospera y floreciente. Mejor dicho, sí se explican dichos flagelos por que son ocasionados, promovidos y permitidos por gobiernos mediocres que lo menos que les interesa es la consolidación de un proyecto de desarrollo e identidad nacional.
Basta ya de permitir que unos políticos carentes de credibilidad y huérfanos de amor patrio, nos roben la identidad nacional, nuestra historia, nuestro pasado, presente y futuro, inundando el país de extranjeros al punto de hacernos sentir a los nacionales, extranjeros en nuestra propia tierra, lo cual causa un gran malestar habida cuenta que, los panameños no nos caracterizamos por emigrar de nuestra tierra, pero ahora resulta ser que nos hicieron emigrar a la fuerza porque aunque seguimos en el suelo patrio que nos vio nacer, cada día nos sentimos más extraños y más minoría en Panamá.
Entiendo que este tema del descontrol y caos migratorio, casi no se toca en artículos porque es delicado y mucha gente teme que los tilden de xenófobos, posición evasiva que no crítico y solo digo: allá cada uno con sus propios temores y complejos. En lo que a mi concierne, me considero una persona con criterio y no me preocupa que la gente me tilde de esto o aquello; me conformo con mi propia opinión acerca de mi persona, porque al final de cuentas, nadie me conoce mejor que yo mismo, y no vivo de las opiniones de terceros que no me aportan nada para mi subsistencia.
Dicho eso señalo que, entiendo la difícil situación que sufren algunos países hermanos que obliga a sus ciudadanos a buscarse una mejor vida en Panamá. Razón por la cual, no critico a ningún extranjero que escoja a nuestro país para sobrevivir y prosperar aquí, toda vez que, si fuera yo el que atravesara por una estrechez similar, al igual que ellos buscaría una salida para seguir adelante en otra tierra porque así nos impulsa el instinto de supervivencia.
A quienes sí critico por permitir un desorden total y un caos preocupante en el tema migratorio, es a las autoridades panameñas del gobierno anterior y del actual que han sido las que con su Crisol de Razas y otras iniciativas similares que siguen vigentes, han rebasado todos los límites de lo permitido, al punto de cambiar el perfil del país que dejó de ser Panamá para convertirse en una suerte de experimento extraño y confuso que puede terminar muy mal, y todo porque ese descontrol migratorio les rinde fruto$ para lucrar con la residencia y ciudadanía panameñas a quienes las transan desde el gobierno, y a ciertos empresarios inescrupulosos que se benefician de la mano de obra extranjera barata a la cual explotan.
A manera de ejemplo menciono que, no hay lugar, negocio (hoteles y otros servicios), restaurante, comercio (malls), empresa, calle, etcétera, en los que no proliferen extranjeros por doquier, entre los cuales destacan unas nacionalidades más que otras por el ritmo trepidante de inmigración que llevan a cabo (no paran de llegar), y en unos años nos superarán a los nacionales.
Así las cosas, llamé a una agencia de empleos para contratar a una empleada doméstica y me atendió una extranjera de un país del sur. Fui a un lava auto y me atendió una señora del mismo país sureño y todos los muchachos que lavaban los autos eran del mismo país. Fui a un hotel en el Valle de Antón y me atendió un recepcionista del mismo país del sur. Fui a un hotel en Boquete y me atendieron en la recepción y en el restaurante, gente del mismo país del sur. Llame a una empresa de refrigeración porque se me dañó el aire acondicionado gracias a los apagones frecuentes ocasionados un día sí y otro también por la empresa eléctrica de pacotilla que tenemos, y me atendió una joven del mismo país del sur y el técnico que me enviaron a la casa era su paisano. Voy al supermercado y a los malls, y los panameños se cuentan con los dedos, mientras los extranjeros abundan en cantidades industriales.
Y nada de eso está mal, en el sentido de que la gente tiene derecho a vivir y no por ser extranjero tienes que esconderte. Mi punto es que las cifras dadas por Emigración son una falacia porque en Panamá si sumamos en serio (no con cifras chimbas ni cuentos de hadas) a los extranjeros de todas las nacionalidades (documentados e indocumentados) totalizan varios millones que en cosa de años nos superarán a los nacionales, hecho que ningún país puede darse el lujo de permitir si quiere seguir existiendo con su propia identidad nacional, a no ser que exista desde el gobierno y la empresa privada una agenda vende-patria y anti panameña llevada a cabo por malos panameños que emulando a Iscariote venden a Panamá por plata con el fin de darle muerte a nuestra patria. Basta ya. No nos dejemos panameños.
Esta situación es en extremo preocupante y amerita un basta ya, comoquiera que aun los extranjeros que llegaron primero a Panamá que la avalancha actual que no para, están conscientes de que lo bonito de nuestro país es que se vive en paz, y que hay oportunidades de empleos y negocios, pero ahora están preocupados porque ven como Panamá se está tornando en los países que ellos abandonaron huyendo, toda vez que, todo tiene un límite y la avalancha de extranjeros que no paran de llegar, rebasan con creces a las ofertas de empleos y negocios de un mercado reducido como el panameño.
Lo que se traduce en una competencia feroz (cobros por empleos y servicios por el suelo que causan competencia desleal contra los nacionales); una economía retraída por la fuga de divisas que al salir del país no incentivan el consumo local; y en delincuencia y problemas sociales que causan aquellos extranjeros que no consiguen trabajos o no cobran lo suficiente por la gran competencia que hay; y en una serie de etcéteras por el estilo que están afectando severamente la calidad de vida de los panameños gracias al descontrol migratorio propiciado por el gobierno y aupado por cierta clase empresarial cuyo ánimo de lucro desmedido supera por lejos su amor patrio.
Basta ya de tanto desorden y permisividad migratoria. El extranjero que llegó al país pues llegó y que se revise su caso para formalizar su estatus migratorio si califica y si se requiere su servicio, pero no podemos seguir con las puertas y las fronteras abiertas de par en par para que sigan llegando por miles de miles que se convierten en poco tiempo en millones, porque la capacidad limitada de nuestra pequeña nación no ha resuelto ni siquiera los problemas sociales de los nacionales, y mucho menos se da abasto para resolver los problemas sociales de millones de personas de otros países.
Hermanos y hermanas panameños/as, en el 2019 no votes para representante, alcalde, diputado, ni para presidente, por funcionarios del actual gobierno, ni del anterior, porque tienen en poco nuestra identidad nacional y porque no les interesa tu bienestar ni el de tu familia panameña. Y tampoco votes por los del PRD porque son cómplices silenciosos (salvo contadas excepciones) de este desastre y caos migratorio que nos afecta, por negarse a hacerles oposición al CD en otrora y al Panameñismo ahora. Vota por alguna alternativa independiente que tenga visos de seriedad y no de engaño disfrazado de opción independiente potable.
El saldo de la deuda pública panameña al 30 de junio de 2017 asciende a $ 22,913.0 millones de dólares, lo cual representa un incremento durante la Administración Varela del orden de los $5,274 millones de dólares, es decir, 30% de incremento.
Para poner dichas cifras en perspectiva y lograr así una panorámica más clara del tema que nos ocupa, procedo a compartir con ustedes apreciados lectores, las siguientes tablas y gráficos:
Es importante destacar que, en solo 3 años de la Administración Varela, la deuda pública panameña se ha disparado de manera exponencial al punto de acercarse a los $6,837.4 millones de dólares de incremento de la Administración Martinelli entera, de los cuales solo le separan $1,563.8 millones de dólares, los cuales si sigue el promedio de endeudamiento mensual trepidante ($150.7 millones de deuda adquirida mensualmente) serán rebasados con creces ($3,616.13 millones de dólares en 24 meses).
Tenga en cuenta estimado lector que, los $5,274 millones de dólares adquiridos en deuda por la Administración Varela, corresponden en cuantía al costo entero de la ampliación del canal, con el agravante de que tamaño endeudamiento no nos dará a los panameños los mismos dividendos que la ampliación del canal que sí es una inversión que produce, mientras que la deuda publica adquirida por el gobierno en turno, lo más probable es que se utilice para cubrir gastos de aumentos de salarios para los funcionarios públicos de puestos altos, para pagarle a Odebrecht, para donaciones clientelistas, partidas secretas arbitrarias, viáticos, dietas, turismo público a costa del Estado, alquileres de autos de lujo, y sepa Dios para cuántas otras bellezas innecesarias y superfluas.
Al preocupante panorama de endeudamiento debemos agregarle aquella cifra espeluznante de endeudamiento secreto, ocultado mediante la modalidad de proyectos llave en mano y a través de la deuda diferida de las empresas excluidas del SPNF con el fin de hacer la contabilidad pública más sexy y así tratar de embaucarnos con el truco aquel de presentar una relación Deuda/PIB supuestamente estable, gracias a que no utilizan como base para el cálculo, la deuda publica panameña completa.
De modo que, la deuda real podría rondar los 27 mil millones de dólares o sepa Dios cuánto, habida cuenta que, el gobierno actual al igual que sus antecesores, no se destaca por ser transparente y rendir cuentas.
En fin, sería bueno que el gobierno publique un desglose del uso dado a los $5,274 millones de dólares de nueva deuda adquirida durante esta administración, así como un desglose de los saldos de deuda correspondientes a los proyectos llave en mano y a las empresas públicas excluidas del SPNF.
Apreciados panameños, soy consciente de que estos temas técnicos parecen complicados para el común de los ciudadanos. Razón por la cual, procedo a explicarlo de manera sencilla y terrenal para que lo asimilemos como corresponde. Resulta ser que, la estratosférica deuda publica panameña, será pagada por usted, sus hijos, sus nietos, bisiestos, y sepa Dios cuántas generaciones familiares por venir.
Dicho eso, despierte de su letargo y exijámosle al presidente Juan Carlos Varela por medio de los diputados que supuestamente nos representan en la Asamblea, que nos explique a los panameños a qué obedece semejante endeudamiento público que hipoteca nuestro futuro y limita el margen de maniobra de los próximos gobiernos que harán frente a las limitaciones en las finanzas públicas, comoquiera que, los intereses de la deuda por pagar también son un factor preocupante para tener en cuenta.
¿Por qué tanta deuda pública y para qué uso?
Eso exigimos saber cómo panameños que somos porque grandes obras no vemos, y las que se están ejecutando se supone que son financiadas mediante la modalidad llave en mano.
De modo que, el gobierno tiene la oportunidad de despejar todas las dudas y demostrar mediante la rendición de cuentas que nos están endeudando no para despilfarro sino más bien para temas estratégicos que repercutirán en el desarrollo de Panamá. De ser así, enhorabuena. De lo contrario si optan por guardar silencio, ya sabemos los panameños por donde va tabla el asunto y deberemos actuar en consecuencia.
Es preciso reconocer para abordar tan interesante tema que nos ocupa que, la identidad nacional panameña hoy por hoy resulta bastante difusa y difícil de definir debido a diversos factores que la han deteriorado hasta sumirnos en una pronunciada crisis de identidad nacional.
Es cierto que, debido al trauma que significó para las tribus originarias la conquista española, más el influjo de piratas, corsarios, filibusteros, aventureros, y demás “inmigrantes” europeos, sumado al trauma de la esclavitud africana, el Istmo de Panamá al igual que el resto de las regiones americanas, fue mezclado a fuerza de espada y fuego entre una serie de variopintas identidades, culturas e idiosincrasias, a partir de las cuales se emprendió durante la colonia española, una suerte de proyecto para construir una compleja y nada fácil identidad nacional, habida cuenta del coctel de nacionalidades mencionadas que se supone debían lealtad a la corona española, ergo adoptaban los usos y costumbres peninsulares que por supuesto les resultaban ajenos.
A semejantes antecedentes istmeños, sumémosle el periodo durante el cual Panamá por voluntad propia decidió luego de separarse del Reino de España, unirse al proyecto bolivariano junto a Colombia, Venezuela, y Ecuador, y el tiempo que a la fuerza seguimos unidos a Colombia posterior al fracaso de la Gran Colombia.
Además, debemos incluir otra variante importante en el devenir de la construcción de la identidad nacional panameña, a saber, los prácticamente 100 años (si incluimos el tiempo de la construcción del ferrocarril transístmico), durante los cuales pasamos de ser “colombianos”, a ser un enclave colonial estadounidense hasta el 31 de diciembre de 1999.
Tampoco podemos pasar por alto las diferentes olas migratorias que aportaron su influjo en nuestra nacionalidad, a saber: antillanos provenientes de Jamaica, Barbados, Martinica, etcétera; chinos, judíos, indostanés, árabes, españoles, griegos y demás.
Y dicho fenómeno migratorio lejos de constituir un tema de antaño que influyó en la psique de lo que se supone significa ser panameño, es un tema de actualidad en virtud de que Panamá por su posición geográfica estratégica y por su economía dinámica, a diferencia de la mayoría de los países hermanos de Latam, no es un país de emigrantes, pero sí somos un país receptor de inmigrantes de casi todos los países de la región -y otras latitudes-, mayoritariamente -pero sin excluir al resto de países de Centro y Suramérica- de Colombia, Venezuela, Nicaragua, República Dominicana, Perú, Estados Unidos (ver Boquete), etcétera.
Así las cosas, no resulta nada fácil definir lo que significa ser panameño, habida cuenta que, para un indígena originario de las comarcas significa algo muy diferente que para el resto de panameños. De hecho, cuando uno viaja a las comarcas indígenas te lo hacen saber y te cobran impuestos para ingresar a un territorio que se supone es parte de Panamá.
Para un afro-panameño de las remotas e inaccesibles zonas del Darién, ser panameño significa algo muy distinto que para un capitalino que goza de toda la conectividad de la ruta interoceánica, centro financiero, aeropuertos, puertos, vías de comunicación (autopistas), telecomunicaciones y demás comodidades de las que dispone una ciudad cosmopolita y moderna como es Panamá.
Para un negro caribeño colonense, ser panameño no significa lo mismo que para un campesino de las regiones rurales en las provincias centrales. Y lo mismo sucede entre un chiricano mestizo y un negro bocatoreño.
En cuanto a las históricas comunidades china, judía, árabe, indostana, española, y griega, las mismas conviven cada una en sus propias burbujas y realidades sin cohesionarse entre todas ellas y mucho menos con el resto de comunidades criollas, mestizas, mulatas, indígenas, y negras.
Entiéndanme, no estoy hablando de apartheid; ni de lucha de clases sociales; ni mucho menos sembrando divisionismos raciales. De lo que hablo es de una realidad que debemos asumir, y es el hecho de que estamos tratando de construir una identidad nacional panameña de manera fragmentada, cada uno desde su propia trinchera, y según su propia visión y agenda de lo que significa ser panameño.
Aclaro otra vez que, no existe nada de malo en que los panameños tengamos a pesar de vivir en un territorio tan pequeño, diversas y dispares naciones conviviendo. De hecho, es bueno disponer de tantos aportes culturales para construir una nación. Lo malo es que lo hagamos de manera mezquina y cada uno velando egoístamente solo por los intereses particulares del grupo con el que se identifican, y no de manera unificada y nacional, que es la única forma de “acabar” con la corrupción -reducirla a su mínima expresión para ser más precisos-, y con la desigualdad; y de lograr el desarrollo social, humano, económico y político, que nos merecemos y del que somos capaces.
Dicho eso, veamos las cosas tal como son. En Panamá hay mucha gente que se siente primeramente de otra parte antes que panameños, no obstante haber nacido aquí (europeos, asiáticos, etcétera), u otra cosa diferente al resto por haber llegado primero (originarios), y en el medio hay otro grupo sumido en una crisis de identidad, a los que si les preguntas qué significa para ellos ser panameño, pensarán muy probablemente en “La Marea Roja”, como su mayor referente de la panameñidad.
Como si todas las variables mencionadas fueran poca cosa a la hora de definir la identidad nacional panameña, el paupérrimo sistema educativo panameño ha dejado su nefasta impronta en el deterioro de nuestra nacionalidad al borrar las huellas de nuestra historia y contribuir con la confusión y crisis de identidad nacional.
Hubo un tiempo que paradójicamente coincidió en gran parte -no en su totalidad- con la dictadura militar, durante el cual teníamos más claro lo que significaba ser panameños, léase, una nación pequeña de gente valiente que se le paraba firme al país más poderoso del mundo, entiéndase, Estados Unidos, hasta obligarlo a sentarse en la mesa de negociaciones a firmar el fin del humillante enclave colonial que tenían en el Istmo de Panamá y entregar el canal en manos de la soberanía y jurisdicción panameña. Cabe destacar que, dicho logro tan magno no fue gratuito comoquiera que nos costó miles de vidas panameñas si incluimos a las del 9 de enero del 64, las de la invasión yankee del 89.
En aquellos días Panamá se sentía bien representada en el espíritu guerrero del Cholo Mano de Piedra Durán, el cual paralizaba el país cada vez que subía al tinglado. Y nos sentíamos orgullosos de que un cantante de mentalidad clara y gran influencia mundial de la talla de Rubén Blades, hubiera nacido en nuestro suelo patrio. Y cuando Laffit Pincay aumentaba su récord de carreras ganadas, sabíamos que los panameños cuando nos ponemos serios y nos dedicamos a una equis disciplina con ahínco, somos capaces de superar los estándares mundiales.
Esos eran día de gloria en los cuales el mundo le cantaba a Panamá (Celia Cruz, Héctor Lavoe, Ismael Rivera, Cheo Feliciano, etcétera). Eran días en los que estábamos en el mapa positivamente y el mundo conocía la canción “El Tambor de la Alegría” y el compendio de música panameña titulado “La Parranda de Panamá”.
Sin embargo, hoy en día a nivel local e internacional, ser panameño se ha constituido en sinónimo de ser corrupto, juega vivo, maleducado, grosero, patán, y demás bellezas por el estilo. Gracias a una clase político/empresarial que vive del cuento, la corrupción y el oportunismo, ahora nos relacionan a los panameños como un referente de la corrupción mundial y el lavado de dinero, haciendo gala nuestro país como protagonista en escándalos mundiales de la talla de los denominados Panamá Papers, y Lava Jato (Caso Odebrecht).
Sí, yo sé que la verdad es dolorosa y por eso optamos por ignorarla, lo cual no hace que desaparezca dicha verdad. Razón por la cual, los panameños precisamos hacer una introspección y autocritica para determinar qué es lo que nos pasó y cómo es que terminamos convirtiéndonos de un país de gente valiente dispuesta a ofrendar sus vidas en la lucha por la soberanía nacional contra un imperio mundial, a un país de gente cobarde e indolente que permitimos que una empresa corrupta brasileña y sus corruptos cómplices vende-patrias panameños, saqueen nuestras riquezas sin que nos demos por aludidos.
De modo que, pasamos de un proyecto de identidad nacional no consolidado y medio definido (léase, no del todo claro), a una confusión total, visión difusa, y crisis de identidad, en las cuales tanto los ciudadanos como los gobernantes nos manejamos por bajos estándares éticos y morales (crisis de valores), el juega vivo y demás artimañas, y desdeñamos virtudes como son la honradez, el sacrificio y el patriotismo, por considerarlas cosas de bobos.
En pocas palabras, ahora si como panameño tienes la oportunidad de enriquecerte robando millones al erario público y no lo haces eres un tonto, pero si sí lo haces, te consideran un hombre o mujer de éxito y te defenderán vehementemente cuando la justicia te pida cuentas y te declares enfermo/a. Entonces verás al resto de la población demostrando su espíritu corrupto al declarar barrabasadas del siguiente talante:
“Pobrecito/a; deben darle casa, país, o planeta por cárcel, porque robó, pero hizo; porque robó, pero repartía subsidios y la economía era mejor”.
Sin embargo, esa misma gente indolente de espíritu corrupto y defensora de ladrones, cuando caen los hijos de las cocineras por robar un molde pan o cazar iguanas porque la necesidad los empujó, y los encierran años en las mazmorras, no derramarán ni una lagrima, ni les dará frio ni calor, porque se solidarizan solamente con los ladrones de alta alcurnia que saquean a la patria y los mantienen a ellos mismos en la desigualdad, estrechez, ignorancia y pobreza.
En fin, si los panameños no nos ponemos de acuerdo en un proyecto de desarrollo e identidad nacional independientemente de si pertenecemos al Panamá capitalino; al Panamá interiorano; al Panamá indígena; al Panamá negro; al Panamá chino; al Panamá judío, indostán y árabe; al Panamá mestizo y mulato; al Panamá rico; al Panamá pobre; al Panamá inmigrante; etcétera; si no nos desprendemos del egoísmo que nos carcome, de la falta de solidaridad y la ausencia de espíritu de sacrificio y patriotismo, difícilmente podremos emprender, ejecutar, consolidar y llevar a feliz término, un proyecto de identidad y desarrollo nacional que nos permita vivir en paz y prosperidad, y terminaremos en el despeñadero con todas las consecuencias que implica el resquebrajamiento del tejido social en la economía y el ambiente político nacional.
¿Qué significa para ti apreciado lector, el ser panameño y cuál es tu aporte en la construcción de un proyecto de desarrollo e identidad nacional?
Tremendo cobarde el mentado Joshua. Mucho más grande y corpulento que Ruiz, y aun así se ha pasado toda la pelea hu… twitter.com/i/web/status/1…4 days ago
RT @DonciriGonzlez: Cuando veamos y oigamos hablar de "expertos", hagámonos la señal de la cruz.... Son los mismos q hn participado en los… 1 week ago