Por: Erick Simpson Aguilera
Llenos de júbilo y esperanza celebrábamos los panameños la salida de las tropas estadounidenses de la Antigua Zona del Canal aquel 31 de diciembre de 1999.
Dieciséis años con dos meses y 18 días después de aquel magno evento cuando “alcanzamos por fin la victoria” cristalizando el sueño de recuperar la soberanía -por no decir estrenar- en todo el territorio nacional, es menester que los panameños hagamos un balance que nos permita medir qué tanto hemos avanzado, si nos hemos estancado, o si hemos retrocedido, con la finalidad de que enrumbemos a la patria por el camino del desarrollo si fuera el caso que nos hemos desviado de dicho cometido.
En lo que a mi concierne, respeto las opiniones de aquellos “optimistas” que consideran que lo hemos hecho muy bien porque Panamá ha liderado desde hace una década el crecimiento económico en Latam, lo cual según ellos, es un indicador que refleja el éxito de nuestro modelo de negocios desde que disponemos del área canalera con todos sus rubros logísticos y estratégicos, a saber: el canal, los puertos, etcétera.
No obstante ser importante el crecer económicamente, considero que la anterior apreciación peca de superficial dado que, el desarrollo de un país no puede medirse exclusivamente por el crecimiento de su PIB, el cual aunque es un buen indicativo debe ir acompañado de otros indicadores como el IDH (Índice de Desarrollo Humano), GINI (Índice que mide la desigualdad), mediciones educativas estilo PISA, Índice de Competitividad Global (sobre todo los subíndices que miden la institucionalidad, corrupción, e independencia judicial, en los cuales cojeamos).
Quienes leen mis artículos son testigos de que he documentado hasta la saciedad todos los indicadores mencionados y muchos otros, los cuales nos son adversos y desnudan el supuesto éxito y milagro panameño toda vez que, no obstante nuestro crecimiento económico sostenido, seguimos siendo uno de los países más desiguales del planeta, cuyo sistema educativo se codea con los peores del mundo, y en donde impera la corrupción y no existe la independencia judicial, razón por la cual no pretendo hacer un análisis como suelo hacer, en el cual documente cada uno de los indicadores que miden el desarrollo integral de una nación, habida cuenta de que nuestras flaquezas y fortalezas están más que establecidas y son del dominio público.
Dicho eso, quiero hacer énfasis más bien en la convulsionada situación política actual de Panamá, toda vez que, la crisis institucional que sufre el país tiene el potencial de contagiar a la economía y por ende a la sociedad panameña en general.
Así las cosas, durante dieciséis años de «soberanía» en todo el territorio nacional, nuestra corrupta clase política en contubernio con una clase empresarial carente de ética y amante de las ganancias deshonestas, se han dado a la tarea de saquear a la patria, con el aval de una indolente y clientelista ciudadanía que carece de amor patrio y prefiere cruzarse de brazos mientras las conquistas que a precio de sangre lograron las generaciones pasadas, son malogradas por una elite corrupta que expolia a Panamá, demostrando todos, reitero, la clase política, la clase empresarial, y los ciudadanos, que tenemos una gran capacidad para la autodestrucción.
Al día de hoy, tenemos a una Asamblea Legislativa sumida en el escándalo por las donaciones y contratos brujos; a una Asamblea que no ha podido justificar los 416 millones de dólares en partidas que recibieron en el pasado quinquenio; a una Asamblea desprestigiada que no goza de la confianza de la ciudadanía, pero sí del desprecio de la misma. Tenemos a un Órgano Judicial que no investiga a los diputados como le corresponde constitucionalmente; a una Corte servil a los dictámenes del Órgano Ejecutivo (según el abogado Ramón Fonseca Mora); y un poder judicial que según el Foro Económico mundial es uno de los peores del mundo. Tenemos a un Órgano Ejecutivo cuya extraña relación con la criminal empresa brasileña Odebrecht, a la cual adjudicó contratos por el orden de $ 2,600 millones de dólares aún a sabiendas del prontuario delictivo de la misma, lo deja muy mal parado -por no decir tambaleando- ahora que el escandalo Lava Jato (Odebrecht) ha tomado ribetes mundiales y pasó de ser una sospecha a ser un crimen confeso por sus perpetradores.
A propósito, llama mucho la atención y causa demasiada suspicacia que, en el momento en que el abogado Ramón Fonseca Mora se dispuso a denunciar los supuestos vínculos del presidente Juan Carlos Varela con la empresa Odebrecht, fuera encarcelado impidiéndosele así, que siguiera con sus denuncias y que presentara las pruebas que alega tener.
¿Será que el abogado Ramón Fonseca Mora que es conocido en todo el planeta por el caso Panamá Papers -ergo no tiene dónde esconderse- representa un inminente peligro de fuga como para encarcelarlo mientras se llevan a cabo los procesos que se le imputan, o será más bien que lo que se busca encerrándolo es impedirle hacer pública la información que dice tener respecto a los supuestos vínculos entre el gobierno de turno y la empresa Odebrecht?
En fin, súmele a la crisis de los tres poderes del Estado, el desprestigio y falta de confianza ciudadana de que hacen gala el Ministerio Público, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía Electoral, la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (ANTAI), etcétera, y tendremos un panorama completo de los densos nubarrones que se ciernen sobre el quehacer político panameño cuya pronunciada crisis solo un iluso en negación puede desconocerla.
Dicho eso, pregunto ¿Qué opciones tenemos los panameños para salvar los obstáculos de manera tal que logremos impedir el descalabro institucional que cada día se acerca más?
Sé que no faltarán quienes se inclinen por medidas radicales que barran con todo el corrupto sistema político para que se desplome de una vez por todas y levantar otro sistema desde los escombros. Sin embargo, esas medidas extremas pueden resultar peor que la enfermedad por el surgimiento de un líder demagogo y pseudo mesiánico que capitalice el malestar ciudadano, perpetuándose en el poder y despojando al país de sus libertades.
Razón por la cual, opto por una salida electoral en el 2019, toda vez que, sería menos traumático y más legítimo, un gobierno escogido por las mayorías. No, no soy ningún iluso; entiendo perfectamente bien que el sistema electoral está diseñado para que la elite corrupta se perpetúe en el poder, marginando así a otras opciones independientes más potables que los partidos tradicionales.
Sin embargo, preguntémonos por un momento en contra de quiénes competiría una opción ciudadana independiente, porque me da la impresión de que con todo y el sistema a su favor; con todo y los millones de sus donantes; con todo y sus dadivas clientelistas para comprar votos; ninguno de los partidos tradicionales estaría en condiciones de vencer a una alternativa independiente ciudadana bien articulada, y me explico por qué:
1- No hay que ser un sabio, un gurú político, ni un profeta para saber que el panameño no cree en la relección, ergo ningún partido de gobierno repite, y menos lo haría uno tan desgastado como el gobierno varelista/panameñista cuya pésima gestión lo califica como el peor gobierno de la era post invasión. De manera que, esa opción queda descartada.
2- Con relación al PRD, el otrora partido grande, hoy por hoy es una suerte de hibrido ambiguo entre gobierno y oposición, léase, ni es gobierno, ni es oposición, ni es un partido grande, ni es una opción electoral potable, pero sí es un partido rémora y parasito como esos pequeños partidos satélites que se pegan de los grandes para no quedar afuera de la papa. No por gusto el PRD lleva dos elecciones perdidas al hilo, y por su pobre y pusilánime desempeño en cuanto a oponerse al gobierno de turno se refiere (a excepción de la diputada Zulay Rodríguez que es la única opositora en el PRD), ha dejado de ser considerado por los panameños como un partido presidenciable.
3- El único partido con opciones verdaderas porque gran parte del pueblo panameño es participe o simpatizante de la corrupción y se identifica con los antivalores demostrados por el mismo en sus cinco años de gobierno, es el partido Cambio Democrático.
Por inverosímil que parezca, sí las elecciones fueran hoy, ganaría el CD sin importar quien fuera su candidato, ni quienes fueran los de los otros partidos. Ese es el sentir de no pocos panameños de todas las clases sociales cuyas escalas de valores morales están por el suelo. Lastimosamente estamos sumidos en una crisis de valores de proporciones espeluznantes, cuando muchos panameños añoran el retorno de uno de los gobiernos más corruptos de la historia patria.
Empero, debemos recordar que, el CD con toda la maquinaria gubernamental a su favor perdió; demostrando así que no es imposible derrotarlos.
Así las cosas, opino que la mejor opción para salvar a la patria enrumbando a Panamá por derroteros de desarrollo, equidad, crecimiento económico sostenible, y justicia social, es organizar una alternativa ciudadana que aglutine a panameños de todos los sectores, a saber: trabajadores, profesionales, técnicos, empresarios, profesores, maestros, estudiantes, médicos, enfermeras, sindicatos, gremios, sociedad civil organizada, campesinos, industriales, productores agropecuarios, indígenas, etcétera, para de manera articulada hacerle frente al partido Cambio Democrático y a los ciudadanos que lo avalan, a los cuales (los ciudadanos simpatizantes con el CD) tendríamos que someterlos a una docencia extrema para erradicarles el chip dañado y recuperarlos del lavado de cerebro que los ha llevado a creer erroneamente que la mejor opción para lograr el desarrollo patrio es un partido cuyo historial reciente está manchado por la corrupción.
Una vez en el poder, la coalición ciudadana en mención, tendría que convocar a una asamblea constituyente para modernizar y humanizar el Estado panameño, cerrándole las puertas a la corrupción, fortaleciendo a las instituciones democráticas, y estableciendo una hoja de ruta pro desarrollo a corto, mediano y largo plazo.
Por el momento toca seguir presionando un día sí y otro también, para que el escándalo Odebrecht, las partidas circuitales sin justiciar (416 millones de dólares), y las inconstitucionales donaciones de la Asamblea, sean juzgados como corresponde, de modo que el pueblo panameño logre despertar y dimensionar de una vez por todas, quienes son en realidad aquellos a los que ve erradamente como opciones para gobernar Panamá.
Aclaro que, no aspiro a cargo de elección alguno; solo aspiro a librar a Panamá de los politiqueros que tienen al país coqueteando con el despeñadero; ergo, estoy dispuesto a aportar mi granito de arena junto a aquellos panameños que compartan mi cometido de sanear a Panamá de la podredumbre política que la corroe. Urge tomar cartas en el asunto porque a 16 años de “soberanía”, tal parece que no llegaremos a los 20 ilesos, sanos y salvos, si seguimos desgobernados por la misma casta politiquera corrupta que en solo 16 años tiene a un país que goza de todas las ventajas para triunfar, al borde del colapso institucional y con una reputación internacional de cueva de ladrones (Panamá Papers, Lava Jato, Odebrecht, Lista Clinton, etcétera).
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
2 pensamientos en “Dieciséis años de “soberanía””
Yexenia
Muy buen escrito, yo también deseo esa constituyente , soy educadora y deseo que mi país obtenga la educación que se merece, todos los gobiernos que han pasado han ido haciendo de los currículos educativos un conjunto de conocimientos sin sentido, desmembrado, y a los pocos educadores que queremos dar y exigir en nuestras clases nos hacen parecer demosnios, ojalá y en el 19 exista una opción a elegir que nos convenga a todos. A diferencia suya, yo si creo en la eliminación de la vida pública de esos corruptos ya que consideró que si siguen allí el cancer de la corrupción volverá a crecer, y lo digo porque para que las generaciones educadas bajo otros términos humanistas, científicos y morales este en pleno uso de facultades electorales pasarán un par de décadas y eso es suficiente para que la corrupción vuelva a tomarse el poder, yo no hablo de dar pena de muerte, eso no! , de lo que hablo es de evitar que esa misma clase política corrupta pueda de alguna forma ocupar cargos públicos nuevamente y engatusar a la juventud que aún no posea la formación en valores lo suficientemente arraiga. Yo me uno a ese sentir de que podemos encaminar a Panamá y tener un país digno de aplaudir. Hasta pronto.
Daniel Alba
La cuestión central que tiene que plantearse y debatirse abiertamente es la cuestión del poder y su hermana gemela, la toma del poder. Cómo se destituye una elite económica que controla el poder político, los órganos del Estado, el cuerpo armado, los medios y, sobre todo, los recursos económicos públicos y privados? Cómo se elimina el cáncer del ‘juega-vivo’, esa mentalidad difundida por toda la sociedad que busca en todo momento el mezquino beneficio propio sin importarle un bledo con el bienestar de la nación y de la ciudadanía. Mundialmente está creciendo el cuestionamiento del sistema llamado capitalista, pero creer que ese cuestionamiento viene de la izquierda es una ilusión. Los pueblos del mundo están cansados de las mentiras y las promesas tanto de izquierda como de derecha, tanto capitalistas como socialistas. Lo único que puede mantener vigencia en el tiempo es la democracia, basada en la libertad y la dignidad humana, y esto no lo garantiza ningún partido, ningún sistema socio-económico, ninguna religión ni ideología, sino únicamente la presión de la calle en defensa de los derechos humanos, la separación de los poderes del Estado, sobre todo, la independencia de la corte y los tribunales, la libertad de expresión, la defensa de una educación que merezca el nombre, la conquista de los derechos de la mujer, el control ciudadano, la constante lucha contra la corrupción y la impunidad…