Por: Erick Simpson Aguilera
Los seres humanos caídos y llenos de complejidades e imperfecciones somos difíciles de analizar racionalmente habida cuenta de que nos movemos por emociones y sentimientos que nos hacen impredecibles.
Por ejemplo, personas que son muy inteligentes y capaces en las disciplinas profesionales y empresariales en las que se desempeñan, cuando se trata de temas religiosos, políticos, amorosos, deportivos, etcétera, se tornan pasionales, fanáticas, y no entienden razones.
Razón por la cual, personas que aparentan ser normales y verticales en temas de transparencia, rendición de cuentas, combate a la corrupción, clientelismo y populismo, una vez acceden a un cargo público sufren una metamorfosis tenaz que los hace cambiar de chip y justificar las malas prácticas que antes criticaban porque ahora quienes las realizan pertenecen a su grupo, secta o cofradía, en los que se sienten seguros debido a la psicología de rebaño.
Sí, es cierto que hay mucha gente cínica e hipócrita en la política que cuando llegan al poder se quitan sus mascaras, pero créanme que no es el caso de todos y en realidad hay personas que creen sinceramente en sus mentiras con las cuales callan a sus conciencias en un auto bloqueo mediante el cual justifican lo que antes criticaban fervientemente en los medios de comunicación.
Argumentos del siguiente talante los analizo detenidamente cuando escucho a ciertos personajes defender lo indefendible:
1- “Esto siempre se hizo así; por qué ahora en éste gobierno es que tenemos que cambiarlo”.
¿En serio?
2- “El gobierno pasado robó más que el nuestro y nadie hizo nada”.
O sea que tus ladrones debemos admitirlos porque se mantienen en el rango de lo que es permitido hurtar según tus bajos estándares de moralidad, pero antes predicabas cual paladín de la transparencia en contra de toda clase de saqueo.
3- “Debemos cuidar la institucionalidad; debemos mantener la calma; debemos ser positivos; debemos cuidar los empleos; no debemos afectar a la economía”.
Estimados señores que viven en total negación, la mejor manera de cuidar a la institucionalidad y la economía es combatiendo la corrupción y la impunidad, no tolerándolas ni admitiéndolas como un mal necesario que debemos permitir a cierta escala controlada por las elites gobernantes y empresariales.
Estos mensajes subliminales los escuchamos a menudo en boca de ciertos líderes de gremios empresariales y de algunas agrupaciones de la sociedad civil y traducidos en buen panameño significan: “No investiguemos más allá de lo que debemos porque no quedará títere con cabeza en un país tan enfermo por la corrupción como es el nuestro en el cual el dinero sucio ha permeado a todos los niveles (político, empresarial, banca, medios de comunicación, iglesia, sociedad civil, etcétera) y Panamá entrará en una profunda crisis de ingobernabilidad política e inestabilidad social que contaminará a la economía si investigamos el Caso Odebrecht y otros de alto perfil, como Dios manda. De modo que, sacrifiquemos mejor a unos cuantos malandrines de poca monta y a uno que otro pez gordo para contentar a las masas que piden justicia, y preferiblemente que sean del pasado gobierno, no del actual, porque a mis propios corruptos hay que cuidarlos y tolerarlos para que no se resientan la institucionalidad democrática y la economía”.
Siendo pragmáticos, “se entiende” el miedo de ciertos sectores privilegiados porque temen que la cura resulte peor que la enfermedad, levantándose un régimen dictatorial liderado por un pseudo mesías demagogo que predique la lucha de clases, el divisionismo, el odio a los ricos, la destrucción de la empresa privada con sus medios de producción que cual motores alimentan a la economía nacional generando riquezas -para unos pocos, pero riqueza al fin y al cabo-, y consideran que es mejor mantener un sistema que aunque enfermo por la corrupción les garantiza bienestar a ellos y a sus familias, antes que convertir a Panamá en otra Venezuela.
Si la única opción fuera acabar con la poca libertad que nos queda, entregarle el país o una banda de fanáticos tropicales y bananeros, y convertir a Panamá en otra Venezuela, pues quedémonos como estamos. Pero resulta ser que hay otras opciones porque de lo contrario no existieran países exitosos, funcionales, prósperos y normales en el mundo. El tema es que la elite que parasita del corrupto sistema predica el miedo a lo desconocido porque en el fondo quieren mantener vivo con respiración artificial al sistema mediante el cual han hecho fortuna.
Así las cosas, en un país pequeño, con una red de intereses creados en donde la cúpula que ostenta el poder político/económico está emparentada entre sí y todos tienen algún familiar en el gobierno, en la oposición, en las empresas que hacen negociados con el gobierno con precios inflados (Odebrecht no inventó los sobreprecios en Panamá), en los bancos que lavan el dinero producto de la corrupción, etcétera, difícilmente se permitirá que una Comisión Internacional Independiente Contra la Impunidad avalada por la ONU, intervenga en las investigaciones por casos de corrupción de alto perfil, dado que así perderían el control y en verdad se cumpliría lo que algunos predican pero en el fondo no creen, a saber: Caiga quien caiga. Cayendo así muchas vacas sagradas o sus familiares.
Razón por la cual cuando uno habla de constituyente; de renuncia presidencial si llegado el momento habría que escoger entre el bienestar de Panamá o el de una persona y su grupo; y de investigar con el apoyo de una comisión avalada por la ONU, a todos los niveles y sin distingo alguno, la corrupción que ha permeado a la sociedad panameña; se corre el riesgo de ser satanizado, descalificado y tildado de radical, insurrecto, sedicioso, y de ser parte de una conspiración del pasado gobierno y los grupos más recalcitrantes de izquierda, para desestabilizar al gobierno de turno y darle un golpe de Estado; lo cual al menos en lo que a mí concierne, considero es una descabellada teoría de la conspiración esparcida por aquellos que recurren a la vieja estrategia de matar al mensajero para que se pierda el mensaje, en virtud de que el único ánimo que me mueve es el bienestar de mi patria y no me pliego a agendas oscuras ni a conspiraciones de grupo alguno sean estos de derecha, de izquierda, de centro, o lo que sean; mi agenda es publica y se llama Panamá.
No niego que existan oportunistas pescando en rio revuelto para sacar ventaja política y desestabilizar al gobierno, pero ese no es mi caso.
Así es estimados señores, existe gente que aunque muchos no lo crean, estamos interesados en el bienestar de Panamá y de sus mayorías; que creemos que es posible un futuro mejor; que consideramos que Panamá tiene todo el potencial para ser un país desarrollado integralmente y dado a las buenas prácticas de gobernanza; que le apostamos a la educación, la transparencia, y la rendición de cuentas; y que creemos que el mantener vivo con respiración artificial a un sistema político corrupto que agoniza, para así tener un control de daños y decidir quién puede robar y quién no y cuál será el rango de saqueos permitido, porque supuestamente la otra opción es convertir a Panamá en otra Venezuela donde se sataniza a los empresarios, se siembras odios, y se acaba con la producción nacional y las libertades civiles, es una falacia y una gran mentira predicada por mentes obtusas y mediocres, toda vez que reitero, esas dos no son las únicas opciones que existen y de hecho hay una amplia gama de países exitosos económica, policita y socialmente, a los que podemos imitar.
De manera que, no creas apreciado panameño en ese cuento de que o aceptamos cierto grado de corrupción controlada por la elite oligarca que deciden su turno y el monto a saquear cada cinco años, o nos convertimos en un país totalitario controlado por gente recalcitrante que transformará a Panamá para mal acabando con las libertades civiles y la libre empresa.
Finalizo exhortándolos estimados lectores a que no le tengamos miedo a la cura por mucho que ésta duela, porque aunque nos engañemos a nosotros mismos, la enfermedad no desaparecerá por arte de magia y despertaremos a la dura realidad de que nunca tuvimos el control de daños y que era solo una ilusión; pero será muy tarde porque la enfermedad de la corrupción nos acabará cuando sigamos recibiendo golpes mortales desde afuera (Panamá Papers, Lava Jato, Odebrecht, etc.), y nos tornaremos en un Estado Fallido peor que algunos países de la región a los que ahora denostamos.
Sí a la Comisión Internacional Independiente Contra la Impunidad. Caiga quien caiga.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
2 pensamientos en “«Control de daños»”
Alejandro A Sosa
Hola Erick,
Con este blog si estoy de acuerdo. El pais necesita que demos un castigo ejemplar a suficientes peces gordos.
No debe ser a uno o dos, aunque sean gordos, tampoco debe ser solamente a peces pequeños, o sin tener pruebas contundentes.
El tema es hacer JUSTICIA y que sea EJEMPLAR para que quede de ejemplo.
Tampoco se justifica destruir al pais para «salvarlo» como en el famoso caso de la masacre de My Lay o Son My.
Alex
Estel Marine
No se hasta que punto la ONU puede ayudar cuando en la misma tambien hay corrupcion.. la CIIGI instalada en Guatemala ha sido criticada por su poca eficiencia. Sin embargo, tienes razon al decir que hay otras alternativas, demostradas en otros paises, que han dado fruto en desmantelar la corrupcion.