Por: Erick Simpson Aguilera
Qué más quisiera yo que equivocarme respecto a lo que espero del actual gobierno y de los próximos. Sin embargo, dificulto que varíen los resultados con relación a las pasadas administraciones gubernamentales que hicieron muy poco para trastocar el statu quo que tiene al país sumido en la corrupción, la pobreza, y la desigualdad.
No obstante mi deseo de equivocarme y al final tener que reconocer para mi dicha y la de Panamá que el gobierno del presidente Juan Carlos Varela estableció las bases y puso las primeras piedras del desarrollo humano, político, económico y social que catapultaron a Panamá sacándolo del oscurantismo propio del Medioevo en que se encuentra inmerso desde 1903 hasta la fecha, gracias a los políticos que hacen gala de un estilo de gobierno feudal basado en la rapiña de los recursos del Estado siendo depredados por una elite privilegiada, y en la explotación de las grandes mayorías de la clase media que cargan sobre sus espaldas (cargas impositivas) el duro peso del Estado, pero mucho me temo que eso no acontecerá y el país seguirá siendo presa de la falta de educación, la ignominia, la corrupción, la ausencia de transparencia y rendición de cuentas, el nepotismo, transfuguismo, negociados, politiquería, y atraso.
Respeto a quienes opinan que el país va por el buen camino. Sin embargo, en lo que a mí concierne considero que no podemos esperar ilusamente resultados diferentes si el actual gobierno ha recurrido al mismo manual de la politiquería panameña aplicado por las pasadas administraciones; si seguimos atados a la Constitución militarista porque el presidente Varela ahora reniega de la constituyente que prometió impulsar; si la politiquería sigue a la orden del día en todos los partidos políticos (de gobierno y oposición) al punto de que da lo mismo cual partido gobierne porque todos están cortados con la misma tijera y no ofrecen alternativas potables; si la Asamblea Nacional continua llena de diputados chabacanos, sin discurso, sin capacidad de debatir, y carentes de contenido, los cuales están divorciados de una visión de desarrollo nacional; si sigue la justicia selectiva y los Órganos e instituciones fiscalizadoras del Estado continúan postrados ante el poder ejecutivo sin funcionar como contrapesos; y si siguen las organizaciones de la sociedad civil desempeñando un papel tibio carente de un peso político que obligue al gobierno a realizar cambios que impacten positivamente a la nación porque no quieren comprometer sus intereses ni agendas.
Reitero, ojalá me equivoque, pero el tema radica en el hecho de que es el propio sistema político panameño el que se encuentra agotado y corroído desde sus bases, de manera tal que puede gobernar Panamá el mejor estadista (que no es el caso actual) y aún así los resultados serán pobres y poco relevantes.
Así las cosas, entiendo hasta cierto punto a quienes se resisten al cambio porque quizás ellos evalúan la realidad nacional desde un pragmatismo conformista que se pregunta a sí mismo si vale la pena arriesgar mis negocios o los empleos de mis familiares presionando con fuerza desde la sociedad civil al gobierno para que adecente el país; si vale la pena como panameño pobre de las clases más vulnerables arriesgar los subsidios que recibo por doquier en el actual sistema paternalista de gobierno con el que me siento cómodo cual parasito; si vale la pena como miembro de un partido político electorero arriesgarme a quedar fuera de la papa si termina el clientelismo político y la costumbre de explotar la finca llamada Panamá gozando de las mieles del poder cual miembros de una suerte de realeza con derechos exclusivos de explotación del Estado por 5 años; etcétera.
De modo que, el statu quo no es patrimonio exclusivo de los partidos políticos y sus miembros, más bien es un tema generalizado en el que participa y comulgan la mayoría de panameños por acción u omisión. Siendo ello así, que siga la fiesta y cada uno en su zona de confort; que no cambie Panamá; que no se adecente la patria; y esperemos hasta que nos veamos obligados por las circunstancias adversas, por el fin de la época de las vacas gordas, y por la implosión del corrupto sistema a recoger los despojos y reconstruir si podemos el país desde las ruinas y las cenizas.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.