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Erick Simpson Aguilera
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  • Posteado a las 6:12 pm por Erick Simpson Aguilera, el 5 mayo, 2016

    buena

    
                 LA BUENAVENTURA, POR PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN                            (p1)
    
    I
    
    
         No sé qué día de Agosto del año 1816 llegó a las puertas de
         la Capitanía general de Granada cierto haraposo y grotesco
         gitano, de sesenta años de edad, de oficio esquilador y de
         apellido o sobrenombre _Heredia_, caballero en flaquísimo y
    05   destartalado burro mohino, cuyos arneses se reducían a una
         soga atada al pescuezo; y, echado que hubo pie a tierra, dijo
         con la mayor frescura «_que quería ver al Capitán general_.»
    
         Excuso añadir que semejante pretensión excitó sucesivamente
         la resistencia del centinela, las risas de los ordenanzas
    10   y las dudas y vacilaciones de los _edecanes_antes de llegar a
         conocimiento del Excelentísimo Sr. D. Eugenio Portocarrero,
         conde del Montijo, a la sazón Capitán general del antiguo
         reino de Granada.... Pero como aquel prócer era hombre de
         muy buen humor y tenía muchas noticias de Heredia, célebre
    15   por sus chistes, por sus cambalaches y por su amor a lo ajeno...,
         con permiso del engañado dueño, dió orden de que dejasen
         pasar al gitano.
    
         Penetró éste en el despacho de Su Excelencia, dando dos
         pasos adelante y uno atrás, que era como andaba en las
    20   circunstancias graves, y poniéndose de rodillas exclamó:
    
         --¡Viva María Santísima y viva su merced, que es el amo
         de toitico el mundo!
    
         --Levántate; déjate de zalamerías, y dime qué se te ofrece
         ...--respondió el Conde con aparente sequedad.                  (p2)
    
         Heredia se puso también serio, y dijo con mucho
         desparpajo:
    
         --Pues, señor, vengo a que se me den los mil reales.
    
         --¿Qué mil reales?
    
    05   --Los ofrecidos hace días, en un bando, al que presente las
         señas de _Parrón_.
    
         --Pues ¡qué! ¿tú lo _conocías_?
    
         --No, señor.
    
         --Entonces....
    
    10   --Pero ya lo conozco.
    
         --¡Cómo!
    
         --Es muy sencillo. Lo he buscado; lo he visto; traigo las
         señas, y pido mi ganancia.
    
         --¿Estás seguro de que lo has visto?--exclamó el Capitán
    15   general con un interés que se sobrepuso a sus dudas.
    
         El gitano se echó a reír, y respondió:
    
         --¡Es claro! Su merced dirá: este gitano es como todos,
         y quiere engañarme.--¡No me perdone Dios si miento!--Ayer
         ví a _Parrón_.
    
    20   --Pero ¿sabes tú la importancia de lo que dices? ¿Sabes
         que hace tres años que se persigue a ese monstruo, a ese
         bandido sanguinario, _que nadie conoce ni ha podido nunca ver_?
         ¿Sabes que todos los días roba, en distintos puntos de estas
         sierras, a algunos pasajeros; y después los asesina, pues dice
    25   que los muertos no hablan, y que ése es el único medio de que
         nunca dé con él la Justicia? ¿Sabes, en fin, que ver a _Parrón_
         es encontrarse con la muerte?
    
         El gitano se volvió a reír, y dijo:
    
         --Y ¿no sabe su merced que lo que no puede hacer un
    30   gitano no hay quien lo haga sobre la tierra? ¿Conoce nadie
         cuándo es verdad nuestra risa o nuestro llanto? ¿Tiene su
         merced noticia de alguna zorra que sepa tantas picardías como
         nosotros?--Repito, mi General, que, no sólo he visto a _Parrón_,
         sino que he hablado con él.                                     (p3)
    
         --¿Dónde?
    
         --En el camino de Tózar.
    
         --Dame pruebas de ello.
    
         --Escuche su merced. Ayer mañana hizo ocho días que
    05   caímos mi borrico y yo en poder de unos ladrones. Me maniataron
         muy bien, y me llevaron por unos barrancos endemoniados
         hasta dar con una plazoleta donde acampaban los bandidos.
         Una cruel sospecha me tenía desazonado.--«¿Será
         esta gente de _Parrón_? (me decía a cada instante.) ¡Entonces
    10   no hay remedio, me matan!..., pues ese maldito se ha empeñado
         en que ningunos ojos que vean su fisonomía vuelvan a
         ver cosa ninguna.»
    
         Estaba yo haciendo estas reflexiones, cuando se me presentó
         un hombre vestido de macareno con mucho lujo, y dándome
    15   un golpecito en el hombro y sonriéndose con suma gracia, me
         dijo:
    
         --Compadre, ¡yo soy _Parrón_!
    
         Oír esto y caerme de espaldas, todo fué una misma cosa.
    
         El bandido se echó a reír.
    
    20   Yo me levanté desencajado, me puse de rodillas, y exclamé
         en todos los tonos de voz que pude inventar:
    
         --¡Bendita sea tu alma, rey de los hombres!... ¿Quién
         no había de conocerte por ese porte de príncipe real que
         Dios te ha dado? ¡Y que haya madre que para tales hijos!
    25   ¡Jesús ¡Deja que te dé un abrazo, hijo mío! ¡Que en
         mal hora muera si no tenía gana de encontrarte el gitanico
         para decirte la buenaventura y darte un beso en esa mano
         de emperador!--¡También yo soy de los tuyos! ¿Quieres
         que te enseñe a cambiar burros muertos por burros vivos?--¿Quieres
    30   vender como potros tus caballos viejos? ¿Quieres
         que le enseñe el francés a una mula?
    
         El Conde del Montijo no pudo contener la risa....--Luego
         preguntó:
    
         --Y ¿qué respondió _Parrón_ a todo eso? ¿Qué hizo?
                                                                        (p4)
         --Lo mismo que su merced; reírse a todo trapo.
    
         --¿Y tú?
    
         --Yo, señorico, me reía también; pero me corrían por las
         patillas lagrimones como naranjas.
    
    05   --Continúa.
    
         En seguida me alargó la mano y me dijo:
    
         --Compadre, es V. el único hombre de talento que ha caído
         en mi poder. Todos los demás tienen la maldita costumbre de
         procurar entristecerme, de llorar, de quejarse y de hacer otras
    10   tonterías que me ponen de mal humor. Sólo V. me ha hecho
         reír: y si no fuera por esas lágrimas....
    
         --Qué, ¡señor, si son de alegría!
    
         --Lo creo. ¡Bien sabe el demonio que es la primera vez
         que me he reído desde hace seis u ocho años!--Verdad es que
    15   tampoco he llorado....
    
         --Pero despachemos.--¡Eh, muchachos!
    
         Decir _Parrón_ estas palabras y rodearme una nube de trabucos,
         todo fué un abrir y cerrar de ojos.
    
         --¡Jesús me ampare!--empecé a gritar.
    
    20   --¡Deteneos! (exclamó _Parrón_.) No se trata de eso
         _todavía_.--Os llamo para preguntaros qué le habéis _tomado_ a
         este hombre.
    
         --Un burro en pelo.
    
         --¿Y dinero?
    
    25   --Tres duros y siete reales.
    
         --Pues dejadnos solos.
    
         Todos se alejaron.
    
         --Ahora dime la buenaventura--exclamó el ladrón, tendiéndome
         la mano.
    
    30   Yo se la cogí; medité un momento; conocí que estaba en el
         caso de hablar formalmente, y le dije con todas las veras de mi
         alma:
    
         --_Parrón_, tarde que temprano, ya me quites la vida, ya
         me la dejes..., ¡morirás ahorcado!
                                                                         (p5)
         --Eso ya lo sabía yo.... (respondió el bandido con entera
         tranquilidad.)--Dime _cuándo_.
    
         Me puse a cavilar.
    
         Este hombre (pensé) me va a perdonar la vida; mañana
    05   llego a Granada y doy el _cante_; pasado mañana lo cogen....
         Después empezará la sumaria....
    
         --¿Dices que _cuándo?_ (le respondí en alta voz.)--Pues
         ¡mira! va a ser el mes que entra.
    
         _Parrón_ se estremeció, y yo también, conociendo que el amor
    10   propio de adivino me podía salir por la tapa de los sesos.
    
         --Pues mira tú, gitano.... (contestó _Parrón_ muy lentamente.)
         Vas a quedarte en mi poder....--¡Si en todo el
         mes que entra no me ahorcan, te ahorco yo a ti, tan cierto
         como ahorcaron a mi padre!--Si muero para esa fecha,
    15   quedarás libre.
    
         --¡Muchas gracias! (dije yo en mi interior.) ¡Me perdona
         ... después de muerto!
    
         Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo.
    
    20   Quedamos en lo dicho: fuí conducido a la cueva, donde
         me encerraron, y _Parrón_ montó en su yegua y tomó el tole
         por aquellos breñales....
    
         --Vamos, ya comprendo... (exclamó el Conde del Montijo.)
         _Parrón_ ha muerto; tú has quedado libre, y por eso sabes
         sus señas....
    
    25   --¡Todo lo contrario, mi General!  _Parrón_ vive, y aquí
         entra lo más negro de la presente historia.
    
    
    
    
                                        II
    
    
         Pasaron ocho días sin que el capitán volviese a verme. Según
         pude entender, no había parecido por allí desde la tarde que le
         hice la buenaventura; cosa que nada tenía de raro, a lo que me
    30   contó uno de mis guardianes.
    
         --Sepa V. (me dijo) que el Jefe se va al infierno de vez en (p6)
         cuando, y no vuelve hasta que se le antoja.--Ello es[6-1] que nosotros
         no sabemos nada de lo que hace durante sus largas
         ausencias.
    
         A todo esto, a fuerza de ruegos, y como pago de haber dicho
    05   serían ahorcados y que llevarían una vejez muy tranquila, había
         yo conseguido que por las tardes me sacasen de la cueva y me
         atasen a un árbol, pues en mi encierro me ahogaba de calor.
    
         Pero excuso decir que nunca faltaban a mi lado un par de
    10   centinelas.
    
         Una tarde, a eso de las seis, los ladrones que habían salido
         de _servicio_ aquel día a las órdenes del _segundo de parrón_,
         regresaron al campamento, llevando consigo, maniatado como
         pintan a nuestro Padre Jesús Nazareno, a un pobre segador de
    15   cuarenta a cincuenta años, cuyas lamentaciones partían el alma.
    
         --¡Dadme mis veinte duros! (decía.) ¡Ah! ¡Si supierais
         con qué afanes los he ganado! ¡Todo un verano segando bajo
         el fuego del sol!... ¡Todo un verano lejos de mi pueblo, de
         mi mujer y de mis hijos!--¡Así he reunido, con mil sudores y
    20   privaciones, esa suma, con que podríamos vivir este invierno!...
         ¡Y cuando ya voy de vuelta, deseando abrazarlos y pagar
         las deudas que para comer hayan hecho aquellos infelices,
         ¿cómo he de perder ese dinero, que es para mí un tesoro?
         --¡Piedad, señores! ¡Dadme mis veinte duros! ¡Dádmelos, por
    25   los dolores de María Santísima!
    
         Una carcajada de burla contestó a las quejas del pobre padre.
    
         Yo temblaba de horror en el árbol a que estaba atado; porque
         los gitanos también tenemos familia.
    
         --No seas loco.... (exclamó al fin un bandido, dirigiéndose
    30   al segador.)--Haces mal en pensar en tu dinero, cuando tienes
         cuidados mayores en que ocuparte....
    
         --¡Cómo!--dijo el segador, sin comprender que hubiese
         desgracia más grande que dejar sin pan a sus hijos.
    
         --¡Estás en poder de _Parrón_!
                                                                        (p7)
    
         --_Parrón_.... ¡No le conozco!... Nunca lo he oído
         nombrar.... ¡Vengo de muy lejos! Yo soy de Alicante, y
         he estado segando en Sevilla.
    
         --Pues, amigo mío, _Parrón_ quiere decir la _muerte_. Todo
    05   el que cae en nuestro poder es preciso que muera.  Así,
         pues, haz testamento en dos minutos y encomienda el alma
         en otros dos.--¡Preparen! ¡Apunten!--Tienes cuatro
         minutos.
    
         --Voy a aprovecharlos.... ¡Oídme, por compasión!...
    
    10   --Habla.
    
         --Tengo seis hijos... y una infeliz...--diré _viuda_...,
         pues veo que voy a morir....--Leo en vuestros ojos que sois
         peores que fieras.... ¡Sí, peores! Porque las fieras de una
         misma especie no se devoran unas a otras.--¡Ah! ¡Perdón!...
    15   No sé lo que me digo.--¡Caballeros, alguno de ustedes será
         padre!... ¿No hay un padre entre vosotros? ¿Sabéis lo
         que son seis niños pasando un invierno sin pan? ¿Sabéis lo
         que es una madre que ve morir a los hijos de sus entrañas,
         diciendo: «Tengo hambre..., tengo frío»?--Señores, ¡yo no
    20   quiero mi vida sino por ellos! ¿Qué es para mí la vida? ¡Una
         cadena de trabajos y privaciones!--¡Pero debo vivir para mis
         hijos!... ¡Hijos míos! ¡Hijos de mi alma!
    
         Y el padre se arrastraba por el suelo, y levantaba hacia los
         ladrones una cara.... ¡Qué cara!... ¡Se parecía a la de
    25   los santos que el rey Nerón echaba a los tigres, según dicen
         los padres predicadores....
    
         Los bandidos sintieron moverse algo dentro de su pecho,
         pues se miraron unos a otros...; y viendo que todos estaban
         pensando la misma cosa, uno de ellos se atrevió a decirla....
    
    30   --¿Qué dijo?--preguntó el Capitán general, profundamente
         afectado por aquel relato.
    
         --Dijo: «Caballeros, lo que vamos a hacer no lo sabrá nunca
         _Parrón_....»
    
         --Nunca..., nunca...--tartamudearon los bandidos.
                                                                        (p8)
    
         --Márchese V., buen hombre....--exclamó entonces uno
         que hasta lloraba.
    
         Yo hice también señas al segador de que se fuese al instante.
    
         El infeliz se levantó lentamente.
    
    05   --Pronto.... ¡Márchese V.!--repitieron todos volviéndole
         la espalda.
    
         El segador alargó la mano maquinalmente.
    
         --¿Te parece poco? (gritó uno.)--¡Pues no quiere su
    10   dinero!--Vaya..., vaya.... ¡No nos tiente V. la paciencia!
         El pobre padre se alejó llorando, y a poco desapareció.
    
         Media hora había transcurrido, empleada por los ladrones
         en jurarse unos a otros no decir nunca a su capitán que habían
         perdonado la vida a un hombre, cuando de pronto apareció
         _Parrón_, trayendo al segador en la grupa de su yegua.
    
    15   Los bandidos retrocedieron espantados.
    
         _Parrón_ se apeó muy despacio, descolgó su escopeta de dos
         cañones, y, apuntando a sus camaradas, dijo:
    
         --¡Imbéciles! ¡Infames! ¡No sé cómo[8-2] no os mato a
         todos!--¡Pronto! ¡Entregad a este hombre los duros que
    20   le habéis robado!
    
         Los ladrones sacaron los veinte duros y se los dieron al
         segador, el cual se arrojó a los pies de aquel personaje que
         dominaba a los bandoleros y que tan buen corazón tenía....
    
         _Parrón_ le dijo:
    
    25   --¡A la paz de Dios!--_Sin las indicaciones de V., nunca
         hubiera dado con ellos._ ¡Ya ve V. que desconfiaba de mí sin
         motivo!... He cumplido mi promesa.... Ahí tiene V.
         sus veinte duros....--Conque... ¡en marcha!
    
         El segador lo abrazó repetidas veces y se alejó lleno de júbilo.
    30   Pero no habría andado cincuenta pasos, cuando su bienhechor
         lo llamó de nuevo.
    
         El pobre hombre se apresuró a volver pies atrás.
    
         --¿Qué manda V.?--le preguntó, deseando ser útil al que
         había devuelto la felicidad a su familia.
                                                                        (p9)
         --¿Conoce V. a _Parrón_?--le preguntó él mismo.
    
         --No lo conozco.
    
         --¡Te equivocas! (replicó el bandolero.) Yo soy _Parrón_.
    
         El segador se quedó estupefacto.
    
    05   _Parrón_ se echó la escopeta a la cara y descargó los dos
         tiros contra el segador, que cayó redondo al suelo.
    
         --¡Maldito seas!--fué lo único que pronunció.
    
         En medio del terror que me quitó la vista, observé que el
         árbol en que yo estaba atado se estremecía ligeramente y que
    10   mis ligaduras se aflojaban.
    
         Una de las balas, después de herir al segador, había dado en
         la cuerda que me ligaba al tronco y la había roto.
    
         Yo disimulé que estaba libre, y esperé una ocasión para
         escaparme.
    
    15   Entretanto decía _Parrón_ a los suyos, señalando al segador:
    
         --Ahora podéis robarlo.--Sois unos imbéciles..., ¡unos
         canallas! ¡Dejar a ese hombre, para que se fuera, como se
         fué, dando gritos por los caminos reales!... Si conforme
         soy yo quien se lo encuentra y se entera de lo que pasaba,
    20   hubieran sido los _migueletes_ habría dado vuestras señas y las
         de nuestra guarida, como me las ha dado a mí, y estaríamos ya
         todos en la cárcel!--¡Ved las consecuencias de robar sin
         matar!--Conque basta ya de sermón y enterrad ese cadáver
         para que no apeste.
    
    25   Mientras los ladrones hacían el hoyo y _Parrón_ se sentaba a
         merendar dándome la espalda, me alejé poco a poco del árbol
         y me descolgué al barranco próximo....
    
         Ya era de noche. Protegido por sus sombras salí a todo
         escape, y, a la luz de las estrellas, divisé mi borrico, que
    30   comía allí tranquilamente, atado a una encina. Montéme en él, y
         no he parado hasta llegar aquí....
    
         Por consiguiente, señor, déme V. los mil reales, y yo daré las
         señas de _Parrón_, el cual se ha quedado con mis tres duros y
         medio....
                                                                       (p10)
         Dictó el gitano la filiación del bandido; cobró desde luego
         la suma ofrecida, y salió de la Capitanía general, dejando asombrados
         al Conde del Montijo y al sujeto, allí presente, que nos
         ha contado todos estos pormenores.
    
    05   Réstanos ahora saber si acertó o no acertó _Heredia_ al decir
         la buenaventura a _Parrón_.
    
    
    
    
                                        III
    
    
         Quince días después de la escena que acabamos de referir,
         y a eso de las nueve de la mañana, muchísima gente ociosa
         presenciaba, en la calle de San Juan de Dios y parte de la de
    10   San Felipe de aquella misma capital, la reunión de dos compañías
         de migueletes que debían salir a las nueve y media en
         busca de _Parrón_, cuyo paradero, así como sus señas personales
         y las de todos sus compañeros de fechorías, había al fin averiguado
         el Conde del Montijo.
    
    15   El interés y emoción del público eran extraordinarios, y no
         menos la solemnidad con que los migueletes se despedían de
         sus familias y amigos para marchar a tan importante empresa.
         ¡Tal espanto había llegado a infundir _Parrón_ a todo el antiguo
         reino granadino!
    
    20   --Parece que ya vamos a _formar_... (dijo un miguelete a
         otro, y no veo al cabo López....
    
         --¡Extraño es, a fe mía, pues él llega siempre antes que
         nadie cuando se trata de salir en busca de _Parrón_, a quien
         odia con sus cinco sentidos!
    
    25   --Pues ¿no sabéis lo que pasa?--dijo un tercer miguelete,
         tomando parte en la conversación.
    
         --¡Hola! Es nuestro nuevo camarada....--¿Cómo te
         va en nuestro Cuerpo?
    
         --¡Perfectamente!--respondió el interrogado.
    
    30   Era éste un hombre pálido y de porte distinguido, del cual
         se despegaba mucho el traje de soldado.
    
         --Conque ¿decías....--replicó el primero.
                                                                       (p11)
         --¡Ah! ¡Sí! Que el cabo López ha fallecido....--respondió
         el miguelete pálido.
    
         --_Manuel_.... ¿Qué dices?--¡Eso no puede ser!...--Yo
         mismo he visto a López esta mañana, como te veo
    05   a ti....
    
         El llamado _Manuel_[11-1] contestó fríamente:
    
         --Pues hace media hora que lo ha matado _Parrón_.
    
         --_¿Parrón?_ ¿Dónde?
    
         --¡Aquí mismo! ¡En Granada! En la Cuesta del Perro
    10   se ha encontrado el cadáver de López.
    
         Todos quedaron silenciosos y _Manuel_ empezó a silbar una
         canción patriótica.
    
         --¡Van once migueletes en seis días! (exclamó un sargento.)
         ¡_Parrón_ se ha propuesto exterminarnos!--Pero ¿cómo
    15   es que está en Granada? ¿No íbamos á buscarlo a la Sierra de
         Loja?
    
         _Manuel_ dejó de silbar, y dijo con su acostumbrada
         indiferencia:
    
         --Una vieja que presenció el delito dice que, luego que
    20   mató a López, ofreció que, si íbamos á buscarlo, tendríamos el
         gusto de verlo....
    
         --¡Camarada! ¡Disfrutas de una calma asombrosa!
         ¡Hablas de _Parrón_ con un desprecio!...
    
         --Pues ¿qué es _Parrón_ más que un hombre?--repuso
    25   _Manuel_ con altanería.
    
         --¡A la formación!--gritaron en este acto varias voces.
    
         Formaron las dos compañías, y comenzó la lista nominal.
    
         En tal momento acertó a pasar por allí el gitano _Heredia_,
         el cual se paró, como todos, a ver aquella lucidísima
    30   tropa.
    
         Notóse entonces que _Manuel_, el nuevo miguelete, dió un retemblido
         y retrocedió un poco, como para ocultarse detrás de
         sus compañeros....
                                                                        (p12)
         Al propio tiempo _Heredia_ fijó en él sus ojos; y dando un
         grito y un salto como si le hubiese picado una víbora, arrancó
         a correr hacia la calle de San Jerónimo.
    
         _Manuel_ se echó la carabina a la cara y apuntó al gitano....
    
         Pero otro miguelete tuvo tiempo de mudar la dirección del
    05   arma, y el tiro se perdió en el aire.
    
         --¡Está loco! ¡_Manuel_ se ha vuelto _loco_! ¡Un miguelete
         ha perdido el juicio!--exclamaron sucesivamente los mil espectadores
         de aquella escena.
    
         Y oficiales, y sargentos, y paisanos rodeaban a aquel hombre,
    10   que pugnaba por escapar, y al que por lo mismo sujetaban con
         mayor fuerza, abrumándolo a preguntas, reconvenciones y dicterios
         que no le arrancaron contestación alguna.
    
         Entretanto _Heredia_ había sido preso en la plaza de la
         Universidad por algunos transeuntes, que, viéndole correr
    15   después de haber sonado aquel tiro, lo tomaron por un
         malhechor.
    
         --¡Llevadme a la Capitanía general! (decía el gitano.)
         ¡Tengo que hablar con el Conde del Montijo!
    
         --¡Qué Conde del Montijo ni qué niño muerto! (le respondieron
    20   sus aprehensores.)--¡Ahí están los migueletes, y ellos
         verán lo que hay que hacer con tu persona!
    
         --Pues lo mismo me da.... (respondió Heredia.)--Pero
         tengan Vds. cuidado de que no me mate _Parrón_....
    
         --¿Cómo Parrón?...¿Qué dice este hombre?
    
    25   --Venid y veréis.
    
         Así diciendo, el gitano se hizo conducir delante del jefe de
         los migueletes, y señalando a Manuel, dijo:
    
         --Mi Comandante, ¡ése es _Parrón_, y yo soy el gitano que
         dió hace quince días sus señas al Conde del Montijo!
    
    30   --¡_Parrón_! ¡_Parrón_ está preso! ¡Un miguelete era
         _Parrón_!...--gritaron muchas voces.
    
         --No me cabe duda.... (decía entretanto el Comandante,
         leyendo las señas que le había dado el Capitán general.)--¡A
         fe que hemos estado torpes!--Pero ¿a quién se le hubiera 
         ocurrido buscar al capitán de ladrones entre los migueletes que
         iban a prenderlo?
    
         --¡Necio de mí!(exclamaba al mismo tiempo _Parrón_, mirando
         al gitano con ojos de león herido): ¡es el único hombre
    05   a quien he perdonado la vida! ¡Merezco lo que me pasa!
    
         A la semana siguiente ahorcaron a _Parrón_.
    
         Cumplióse, pues, literalmente la _buenaventura_ del gitano....
    
         Lo cual (dicho sea para concluir dignamente) no significa
         que debáis creer en la infalibilidad de tales vaticinios, ni menos
    10   que fuera acertada regla de conducta la de _Parrón_, de matar a
         todos los que llegaban a conocerle....--Significa tan sólo
         que los caminos de la Providencia son inescrutables para la
         razón humana;--doctrina que, a mi juicio, no puede ser más
         ortodoxa.
    
         Guadix, 1853.

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    Autor: Erick Simpson Aguilera

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