Por: Erick Simpson Aguilera
El planeta tierra agoniza por mano del hombre que cual ecocida en serie comete suicidio masivo destruyendo el propio hábitat en donde reside. Panamá no es la excepción a ésta locura colectiva planetaria que tiene como meta violentar toda la creación para que se desate el Apocalipsis.
Calentamiento global; polución en los mares y ríos que son impactados por la intervención humana; chemtrails envenenando los aires; agroquímicos (pesticidas), desechos industriales, mala disposición de aguas residuales y lixiviados (minería) contaminando la tierra y las aguas subterráneas; transgénicos colonizando las tierras de cultivo y desplazando a las semillas naturales; mala disposición de los desechos; destrucción y relleno de manglares y humedales para realizar de$arrollo$ urbanístico$ en detrimento del frágil ecosistema que nos protege contra las inundaciones; tala indiscriminada por ánimo de lucro desmedido; etcétera; son los medios a través de los cuales el “ser humano” está cavando su propia tumba al destruir el planeta que le sustenta.
¿Cómo se explica tanta locura, avaricia, maldad, gula, e insensatez al punto de llamarle “desarrollo” a la destrucción del planeta que nos cobija contaminando el aire que respiramos, envenenando el agua que bebemos, dañando la tierra que produce los alimentos que comemos, y destruyendo los arboles, arrecifes, manglares y humedales que nos dan vida y protegen?
En verdad que, lo que ridículamente llamamos “civilización” demuestra como dijo Albert Einstein que “La estupidez humana es infinita”, toda vez que consideramos muy “civilizado” acabar con la naturaleza que sustenta nuestra existencia. Es oportuno destacar que, éste ecocidio del que somos víctimas o cómplices, es el cumplimiento de las profecías bíblicas cuyos efectos nos impactan -independientemente si creemos en ellas o no- cual principio de dolores de una tierra que gime por la maldad del hombre que la habita.
En cuanto a Panamá se refiere, no escapamos de ésta desgracia mundial que se ensaña a una contra el planeta, su flora y su fauna, depredando a toda la creación por el ánimo de lucro desmedido de unos psicópatas con poder que se congratulan destruyendo el planeta (envenenando ríos y océanos, talando bosques, destruyendo manglares y humedales, etcétera) y arrastrarán a toda la humanidad en su locura ecocida.
Las recientes inundaciones acaecidas en Juan Díaz y San Miguelito demuestran que estamos fracasando en el tema de la protección medioambiental, toda vez que, todos tenemos nuestra cuota de culpa en la factura que la naturaleza nos está pasando, comoquiera que, contaminamos los ríos con basura, no reciclamos, disponemos los desechos donde nos dé la gana, y no nos activamos como ciudadanos serios para hacerle frente a los principales responsables de la contaminación medioambiental que sufrimos y cuyos efectos hoy día nos inundan, a saber: a los constructores, y desarrolladores inmobiliarios que depredan nuestro frágil ecosistema violando todas las leyes y violentado a nuestros manglares y humedales que constituyen una barrera natural contra las inundaciones, rellenando por encima del nivel de los techos de las casas inundadas, y haciendo canales que ni un estudiante los hace de esa manera tan mediocre que en lugar de canalizar las aguas provocan que éstas regresen y aneguen las casas, mientras los gobiernos nacionales y municipales en contubernio con éstas empresas ecocidas, les aprueban todos los permisos y EIA’s habidos y por haber aunque ello implique construir sobre manglares y otros crímenes medioambientales por el estilo.
De manera que, todos somos responsables por acción u omisión en la degradación de nuestro ecosistema al punto de vulneración actual que roza la crisis siendo que, lastimosamente faltan muchas inundaciones más, dado que la temporada de lluvia aun no ha arreciado a su máximo nivel. Reitero, todos somos responsables, a saber: los ciudadanos en menos medida pero responsables al fin y al cabo por nuestros malos hábitos –por no decir nuestra cultura de suciedad-, y por nuestra indolencia que nos mantiene callados ante los atentados contra el ambiente que sufre el país, y en mayor medida los constructores ecocidas con sus socios de los gobiernos nacionales y locales que les aprueban todos sus desmanes y atentado$ contra la naturaleza.
En fin, termino exhortándolos apreciados lectores, a que todos tomemos conciencia de la situación medioambiental frágil cual cuerda floja en la que estamos, y que tomemos las medidas pertinentes para detener la tendencia hacia la destrucción del ecosistema en la que vamos actualmente en picada hacia el desastre, aunque ello implique paralizar el país para que el gobierno entienda que debe velar por todos los panameños y por la protección de nuestro territorio, y no por los bolsillos de ciertos constructores depredadores del ecosistema que todo lo valorizan en dólares sin importarles que para hacer caja tengan que acabar con el Darién, los manglares, los humedales, la cuenca del canal, los ríos, mares, montañas, y tierras de todo el país. Si toca paralizar Panamá para que se legisle en materia ambiental de manera más estricta, y para que se cumplan las leyes castigando con vehemencia a los infractores, pues tocará hacerlo, porque la opción de no hacer nada, nos saldrá muy cara y terminaremos todos anegados por un lado, y desérticos por otro.
Aclaro como siempre, para no darle ventaja alguna a los malintencionados tergiversadores que nunca faltan que, no estoy proponiendo acabar con la industria de la construcción la cual es importantísima para nuestra economía y aporta mucho al PIB nacional. De lo que hablo es de evitar la destrucción de nuestro ecosistema, lo cual es factible y no riñe con un desarrollo inmobiliario sustentable que respete e incorpore a la naturaleza en sus construcciones, en lugar de destruirla. Panamá es un país favorecido por Dios con toda suerte de recursos naturales cual si de un paraíso se tratara; cuidémoslo y maduremos de una vez por todas.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.