Por: Erick Simpson Aguilera
Introducción:
Cómo pasa el tiempo; pareciera que fue ayer que tomó posesión el presidente Juan Carlos Varela pero ya se cumplió el primer año de su mandato. Enhorabuena porque en honor a la verdad, después del bullying que sufrimos los panameños gracias al anterior gobierno, el cambio de estilo del gobierno actual constituye una bocanada de aire fresco per se, y eso ya es ganancia.
También destaco de éste primer año de mandato del presidente Varela la voluntad de su administración para darle tramite con las autoridades competentes a un sinnúmero de casos de corrupción de la pasada administración, muchos de los cuales son de alto perfil, lo cual constituye un paso mayúsculo hacia adelante en la lucha contra la corrupción y la impunidad. Un aplauso.
Sí, es cierto que la justicia escapa de la esfera del Órgano Ejecutivo, ergo, los créditos corresponden a otros Órganos del Estado, que la selectividad impera, y que los criterios para determinar quien recibe casa o país por cárcel, versus cárcel per se, resultan bastante arbitrarios y subjetivos, pero es justo reconocer que en un país tan presidencialista como el nuestro, sin la voluntad del Órgano Ejecutivo los otros órganos no se atreven a mover un dedo y no hubieran investigado nada ni a nadie si dependiera exclusivamente de ellos. También debemos reconocer que la ola de justicia que experimenta Panamá con todo y sus defectos que no vamos a negar ni a aplaudir, es algo nunca antes visto en un país tan impune como solía ser el nuestro.
En cuanto al desempeño del Presidente Juan Carlos Varela y su gabinete, no todo ha sido color de rosa, sin embargo, trataré de contextualizar mi análisis de su primer año de gestión para ser lo más objetivo y justo posible, comoquiera que, el país que recibió el presidente Varela era una suerte de escombros en materia de institucionalidad, un despojo en cuanto a endeudamiento público se refiere, en fin, no es fácil administrar un país que fue severamente deteriorado por la pasada administración que se dio a la tarea de saquear las finanzas públicas como demuestran los múltiples casos de corrupción que hoy salen a la luz pública, y cuyas instituciones estaban por el piso.
De manera que, respeto mucho al Presidente Juan Carlos Varela, y de hecho, respeto a todos los expresidentes también- a unos menos que a otros, claro está-, en virtud que se requiere de mucha valentía, templanza y coraje para atreverse una persona a administrar una nación y exponerse a ser objeto de las críticas de la ciudadanía cual tiro al blanco para canalizar las frustraciones, un día sí y otro también. Si en ocasiones siento que me abruman los problemas de índole personal, familiar, laboral, etcétera, me imagino lo difícil que debe ser responsabilizarse por los problemas de 4 millones de panameños.
Aclarado ello, entramos en materia:
I- Situación de la economía nacional:
En materia económica si bien es cierto que el país marcha aun por la senda del crecimiento, se ha sentido un rezago económico en algunos rubros como son el sector turismo (déficit de visitantes con relación a la excesiva oferta hotelera), y las exportaciones de bienes, lo cual no sorprende toda vez que, Panamá es un país volcado a las importaciones en detrimento de su propia economía que se torna cada día más dependiente del exterior.
Con relación al turismo, es preciso que el gobierno en turno entienda que ésta es una de nuestras principales industrias (el turismo representa el 10% del PIB nacional, léase, más de $3,500 millones de dólares), que no podemos dormirnos en los laureles, que la competencia regional y mundial es feroz, que debemos invertir agresiva e inteligentemente en la promoción del país como destino turístico, que precisamos de campañas serias y recurso humano técnico en los puestos públicos relacionados al tema (no allegados, familiares, copartidarios y demás botellas), e incentivar la industria turística para que la misma se robustezca y siga aportando al crecimiento de la economía panameña.
En cuanto a la balanza de pagos, La Contraloría señala lo siguiente: «Para el primer trimestre de 2015 la balanza comercial tuvo un déficit de B/.1,888.0 millones, con un incremento de 2.3 por ciento. Las exportaciones alcanzaron los B/.3,453.0 millones y las importaciones B/.5,341.0 millones. La balanza principal (excluidas las transacciones de Zona Libre de Colón, Reexportaciones locales, Bienes exportados en puertos y otros renglones menores), registró un déficit de B/.2,531.1 millones, con una reducción favorable de 5.7 por ciento respecto al período similar previo. El valor FOB de las exportaciones nacionales para el primer trimestre de 2015, fue por el orden de los B/.168.4 millones, que representó una disminución de 11.9 por ciento en comparación al mismo período de 2014, por un descenso del renglón de productos derivados del petróleo en 72.5 por ciento, comparado con igual trimestre del 2014″.
Un país cada día más deficitario en materia comercial, y carente de soberanía y seguridad alimentaria, coquetea con el desastre. Es hora de revisar nuestro sistema económico que si bien es cierto tiene sus motores como son el canal, zona libre, puertos, centro financiero, etcétera, también es cierto que cual burbuja se basa en parte en un crecimiento ilusorio, toda vez que el mismo depende en demasía del endeudamiento y gasto público, razón por la cual se ralentiza y resiente nuestra economía cuando el gobierno baja el ritmo de la danza de los millones que la activan por el gasto publico excesivo que no produce valor agregado alguno, ergo, no promete sostenibilidad a futuro.
Si comenzamos a invertir en serio en educación (actualmente el 39.1% de la fuerza laboral trabaja en el sector informal, lo cual es preocupante) y nos volcamos a la tecnología, potenciaremos y diversificaremos nuestra economía de servicio agregándole otros motores para hacerla más competitiva y sobreviviremos a la feroz competencia que experimentamos, rompiendo así nuestra excesiva dependencia del exterior (importaciones), del endeudamiento ilegitimo y sin límites al estilo griego, y del gasto público extremo que recalienta la economía.
Sobre dicho particular considero que, el actual gobierno no está haciendo absolutamente nada relevante, y me da la impresión que aun no realizan la dimensión del reto que afrontamos el cual requiere una reingeniería de nuestro sistema económico para robustecerlo y hacerlo sostenible a futuro.
En mi opinión los retos que afronta el país no solo en materia económica, pero también institucional (constituyente), política (nuevas reglas electorales que rompan el monopolio actual) y social (erradicación de la pobreza y la desigualdad), le quedan extremadamente grandes al actual gobierno que se ha dedicado a gobernar con el mismo libreto de la politiquería criolla, a saber: con nepotismo, favoritismo político (nombramiento de copartidarios en puestos claves aunque sean unos ineptos y poco técnicos), sectarismo político (quien critica mi gestión y no aplaude todo lo que hago es mi enemigo, es ridículo, y es un mal panameño), populismo, clientelismo, licitar con una ley de contrataciones públicas nociva y poco transparente que promueve la corrupción, cambio de nombre al PAN (demostrando poca originalidad e insultando nuestra inteligencia), y demás hierbas aromáticas por el estilo.
Con relación a la deuda pública que fue duplicada por el irresponsable gobierno anterior, es preciso destacar que el gobierno actual sigue un ritmo de endeudamiento terrible, el cual en cierta forma se entiende dadas la finanzas limitadas que recibieron, las caídas de los ingresos fiscales, y los grandes proyectos como la línea 2 del metro y la renovación de la Ciudad de Colón que supongo serán financiados mediante la modalidad llave en mano. Sin embargo, es menester que antes de seguir con la fiesta y danza de millones, el actual gobierno recupere los miles de millones de dólares que se presume fueron lesionados del patrimonio estatal, y que practique la transparencia para no seguir contratando a las mismas empresas cuestionadas como Odebrecht en cuanta mega obra millonaria licite como si no hubiera ninguna empresa kosher en el mundo.
A propósito, qué conveniente resulta para un gobierno que se dice transparente, mantener la misma torcida y permisiva ley de contrataciones públicas hecha a la medida del nefasto gobierno pasado para violentar los fondos públicos, hasta que liciten todas las grandes obras que prometieron en campaña realizar, y venir al final cuando ya no quede nada serio por licitar a modificarla. Los ciudadanos debemos presionar al actual gobierno para que sea transparente desde ya; no cuando le convenga y le dé la gana.
Según el MEF el saldo de la deuda pública panameña al 31 de mayo de 2015 asciende a la suma de $ 19,142.4 millones de dólares, de los cuales $15,087.2 millones corresponden a la deuda externa y $4,055.2 millones a la deuda interna. Si a dicho monto le sumamos la deuda por pagar en concepto de proyectos llave en mano, más los pasivos correspondientes a las empresas excluidas del SPNF, la línea 2 del metro, el proyecto de renovación de Colón, y el saldo de la ampliación del canal, tenemos una deuda pública real del orden de los $26,403.6 millones de dólares que equivalen a una deuda per cápita -entiéndase, lo que debe cada panameño- del orden de $6,600.90 dólares.
Es oportuno destacar que, en tan solo un año de la administración Varela la deuda pública se ha incrementado en $1,503.0 millones de dólares, comoquiera que a principios del actual gobierno ascendía a la suma de $ 17,639.4 millones de dólares.
Dicho eso, se precisa que los ciudadanos vigilemos de cerca el manejo de las finanzas públicas que son nuestro patrimonio y no la finca de partido ni político alguno. De modo que, exigimos transparencia, una ley de contrataciones públicas nueva, excluir a ciertas empresas corruptas de las licitaciones, y que la deuda pública que se adquiera sea sustentada y no endeudar más y más al país por qué sí y sin detallar el costo beneficio de dichos pasivos para Panamá y sus ciudadanos.
II- Aspecto social de la nación panameña:
Aunque parezca mentira, en un país tan rico como es Panamá, todavía mueren personas de hambre, niños sufren de desnutrición, existen escuelas ranchos, la educación es un desastre, mucha población no tiene acceso al agua potable, no existe seguridad ni soberanía alimentaria, y reinan una larga lista de flagelos sociales que nos mantienen rezagados en el subdesarrollo tercermundista por más que algunos políticos demagogos nos vendan el cuento de que somos un país al borde del desarrollo humano.
Panamá no es solo el área pujante de los rascacielos que venden una falsa imagen de prosperidad, mientras en el resto del país un inframundo campea con sus secuelas de pobreza, delincuencia, violencia, inseguridad, alto costo de la vida, deserción escolar, drogadicción, alcoholismo, trabajo infantil, pandillerismo, prostitución, embarazos de niñas y adolescentes, etcétera.
¿Duele leer esto verdad?
No obstante el golpe a nuestro ego nacional que representa escuchar la cruda realidad panameña, una dosis de verdad pura y dura no viene nada mal para mantenernos con los pies firmes en la tierra y tomar cartas en el asunto para sacar a nuestra nación del oscurantismo social y la ignominia.
En Panamá 928,000 personas (23.2% de la población) padecen de pobreza según la CEPAL, mientras 488,000 panameños (12,2% de la población) según la CEPAL, no tienen qué comer y mueren de hambre por sufrir de pobreza extrema. En cuanto a la desigualdad se refiere, Panamá para nuestra deshonra es la nación #15 más desigual del planeta según el coeficiente de inequidad de GINI, mientras se habla de una supuesta lesión patrimonial en el pasado quinquenio que roza los 5 mil millones de dólares con los cuales muchos de estos problemas se hubieran resuelto.
Por otra parte, frustra observar que el gobierno en turno no demuestra el empuje, tesón, y denuedo necesarios para solucionar -no aliviar con paliativos- tamaña desgracia social nacional que nos aqueja.
Créanme estimados lectores que, para solucionar los flagelos sociales que nos golpean no precisamos de genios ni iluminados, pero sí de voluntad para hacerlo; virtud ésta que escasea en nuestra clase política que monopoliza el poder desde siempre y garantiza su statu quo a través de la pobreza e ignorancia de una población cautiva y vulnerable que en consecuencia está condenada a depender perennemente de las migajas y dadivas clientelistas que les tiren sus captores que sostienen el corrupto sistema desde la cúspide de la pirámide. En palabras sencillas, a los politiqueros no les interesa educar al pueblo, erradicar la pobreza, ni acabar con la desigualdad, porque una población educada y bien remunerada les disputaría la hegemonía política/económica, toda vez que, tampoco ellos (los politiqueros que controlan) son tan aventajados y privilegiados intelectualmente hablando como para triunfar en buena lid en una sociedad con igualdad de oportunidades y reglas similares para todos los competidores en la economía y aspirantes en la política.
En fin, iba a tocar también los temas institucionales y electorales, pero como me extendí por lo abarcador de los temas previos, solo acotaré que el actual gobierno ha demostrado ser más de lo mismo, comoquiera que al igual que sus antecesores alega que no es el tiempo para convocar a una constituyente.
Lo interesante sería que el presidente Juan Carlos Varela defina y explique lo que entiende por tiempo propicio para impulsar una nueva Constitución acorde con la realidad actual de la patria deshaciéndonos de la heredada de la dictadura militar que tanto aman los gobiernos civiles, porque me da la impresión que ese supuesto momento propicio del que habla el presidente y que no llega según él, equivale a nunca jamás.
Ojalá que el gobierno de turno enmiende sus yerros y despropósitos que no son pocos, y no dilapide la gran oportunidad de oro que tienen de pasar a la historia patria como el mejor gobierno de todos, lo cual es posible lograrlo con voluntad, pagando el precio político, rodeándose de gente adecuada -no de los mismos oportunistas de siempre- y trabajando con denuedo y prestancia por el bienestar de la patria y de todos sus ciudadanos.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.