Por: Erick Simpson Aguilera
Que el sistema de justicia panameño sufre una crisis de credibilidad es un hecho conocido aún allende nuestras fronteras, como demuestra el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial 2014-2015 según el cual, Panamá ocupa el lugar 116 entre 144 economías evaluadas en cuanto a independencia judicial se refiere.
Razón por la cual, no sorprende la debacle que acontece en la Corte Suprema debido a un sinnúmero de escándalos en que están envueltos varios de los magistrados que la componen -o componían- uno de los cuales paga condena de cárcel por delitos que aceptó haber cometido durante el ejercicio de sus funciones como magistrado, otro afronta una investigación en La Asamblea Nacional por supuestamente haber vendido fallos entre otras denuncias, y otros que no están siendo investigados actualmente, pudieran serlo en el futuro por las muchas denuncias en su contra pendientes de trámite en la Asamblea Nacional.
Dicho esto, debemos dimensionar el verdadero tamaño de la crisis judicial que sufre Panamá para determinar si el sistema político panameño puede darse el lujo de continuar «funcionando» sin uno de los principales pilares de la democracia como es el Órgano Judicial, comoquiera que, un país en el que no existe la justicia, coquetea peligrosamente con el desastre.
A continuación algunos indicadores que nos hablan de la situación de la justicia panameña con relación al resto del mundo:
A nivel de LATAM que es una de las regiones del mundo que más sufren el flagelo de la falta de independencia judicial, Panamá ocupa el lugar 12 entre 18 países de la región.
Es importante destacar que, las diez economías mejor calificadas del mundo en cuanto a independencia judicial se refiere y cuyos logros en materia de justicia debemos considerar y aplicar en nuestro propio país, son las siguientes:
Así las cosas, no sorprende el sesgo y la selectividad de que hacen gala otras instancias que también administran justicia en Panamá que no es un país con un sistema de justicia funcional sino todo lo contrario, toda vez que, si el principal Órgano del Estado encargado de impartir justicia agoniza, es entendible entoces que las otras instituciones con funciones judiciales (Órgano Legislativo y Ministerio Público) también adolezcan de parcialidad, y de una manera vulgar midan a los ciudadanos con diferentes varas, a saber: un canon de «justicia» basado en la impunidad (intocables de los círculos ceros empresariales y políticos que supuestamente están involucrados en todos los desfalcos y saqueos sin ser nunca investigados por estar por encima de la ley), privilegios, prebendas, casa o país por cárcel, y «cárceles» VIP, para los conectados políticamente y para los acaudalados económicamente, mientras se practica una «justicia» inclemente, abusiva, perversa, inhumana, e implacable contra las clases menos favorecidas cuyas garantías son pisoteadas un día sí y otro también en las peores cárceles del país que parecen un infierno.
Ningún sistema político puede sostenerse con sus bases corroídas, con sus pilares en ruinas, y con sus fundamentos carcomidos por la corrupción y la injusticia. El país que no entienda esto, pagará un alto precio por su ignorancia, mediocridad, e indolencia.
Es menester que tomemos cartas en el asunto para modernizar, humanizar, igualar, y fortalecer mediante una constituyente todas las instituciones políticas panameñas, los tres Órganos del Estado, el Tribunal Electoral, etcétera, con la finalidad de sanear el país de toda la podredumbre que le aqueja y evitar la debacle institucional que se avecina y puede estallar en una explosión social por cualquier pequeña llama que encienda la furia ciudadana que lleva años acumulándose cual combustible cuya volatilidad incendiará todo el sistema cuando alguien hastiado de tanto abuso del Estado diga:
«No reconozco el torcido sistema de justicia ni las corruptas instituciones políticas panameñas que están plagadas de corrupción, impunidad y gente privilegiada con licencia para delinquir y atropellar a las mayarías; tomaré la justicia en mis propias manos y si las autoridades torcidas, cuestionadas, mancilladas, y selectivas a las cuales desconozco por corruptas me piden cuentas e intentan encerrarme en sus inhumanas cárceles destinadas para el hijo de la cocinera solamente, responderé con fuego».
Y entonces se desencadene en muchos panameños cual efecto domino el mismo sentimiento de desobediencia ciudadana, la ingobernabilidad, y el caos de un Estado Fallido como ha sucedido en muchos países del área.
Tal parece que nadie aprende por cabeza ajena y quienes han creado la crisis institucional seguirán profundizándola y llevando el sistema hasta el fondo del abismo tentando a su propia suerte. Ojalá me equivoque y los panameños podamos ponernos de acuerdo y de manera seria ejecutemos un proyecto país justo e igualitario, acabando decididamente con nuestro actual sistema político feudal que hace rato mutó a una mafiocracia donde reinan la impunidad, la injustica, y la corrupción.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.