Por: Erick Simpson Aguilera
En teoría en Panamá impera un sistema político basado en la separación de los poderes del Estado apoyado en pesos y contrapesos. Sin embargo, en la práctica nos regimos por un sistema político ajeno al propuesto por Mostesquieu, el cual es una suerte de hibrido entre feudalismo, oligarquía, dictadura, idiocracia, cleptocracia, y presidencialismo extremo que roza en la monarquía. Sí, yo sé que suena duro, pero es el sistema que tenemos y los cinco años de desgobierno CD me dan la razón.
Esta «organización» caótica del Estado obedece a la falta de voluntad política de quienes monopolizan el poder y se resisten a perder sus respectivos feudos terminando con el statu quo que tanto daño le hace al país.
Lo ideal sería que contáramos con un Órgano Judicial independiente que goce de autonomía presupuestaria, con una Asamblea de diputados dedicados a legislar y fiscalizar en lugar de politiquear con el clientelismo cual populistas santa claus criollos, y con un Órgano Ejecutivo dedicado a administrar el país sin que ello implique someter económica y políticamente a los otros Órganos del Estado para imponer agendas nada koshers.
Las consecuencias del disfuncional sistema político panameño saltan a la vista. Basta con analizar detenidamente el desastre de la administración pasada en cuanto a las finanzas públicas que fueron saqueadas mientras nos endeudaban de una manera perversa, al transfuguismo mediante el cual el ejecutivo puso de rodillas al legislativo, y la concentración de poderes cuyos tentáculos convirtieron al Órgano Judicial en una suerte de apéndice del ejecutivo. A eso súmele el servilismo de la Contraloría, Ministerio Publico y Fiscalía Electoral que sufrimos el pasado quinquenio, y entenderán mi punto cuando afirmo que el precio a pagar por mantener vivo este colapsado y agotado sistema político es demasiado alto.
Es oportuno mencionar que, el hecho de que la Corte Suprema se resista a investigar el uso dado por los diputados del pasado quinquenio a los 416 millones de dólares en partidas circuitales, y la renuencia del Órgano Legislativo a mostrar la misma prestancia con la que se juzgó al exmagistrado Alejandro Moncada Luna, para investigar las muchas otras denuncias contra otros magistrados de la Corte a las que no le dan curso, dan la impresión de que prevalecerá un pacto de no agresión dando al traste con el hambre y sed de justicia de una ciudadanía ávida por conocer en qué se utilizó tamaña suma (416 millones de dólares), y si hay otros magistrados corruptos administrando justicia en la Corte.
Así las cosas, es preciso que los panameños nos pongamos todos de acuerdo mediante un gran dialogo nacional para sacar a Panamá del oscurantismo, levantarnos de la ruina moral y política, consensuar un proyecto país (determinar qué clase de país queremos construir) y de una vez por todas renunciar al infantilismo político alcanzando la madurez de una república robusta institucionalmente, prospera económicamente, y justa socialmente. Para tales efectos se requiere de una constituyente que adecente a Panamá estableciendo un marco legal civilizado y moderno que nos enrumbe por derroteros de desarrollo, paz, igualdad, y justicia.
Dicha constituyente debe ser incluyente, puesto que el país es de todos y no podemos construir una nación en paz si se marginan o vulneran los intereses de algunos de los sectores del quehacer nacional. De manera que, es menester que participen todos los sectores de la sociedad panameña, a saber: el empresariado, los trabajadores, sociedad civil organizada, iglesias, estudiantes, campesinos, indígenas, gremios, asociaciones y sindicatos, partidos políticos, ciudadanos de a pie, etcétera.
En fin, los panameños somos gente pacífica, con capacidad de diálogo, y hábiles. De modo que, podemos ponernos de acuerdo por el bien de la patria sin mayores traumas ni conflictos, comoquiera que al final del día el beneficio será para todos si actuamos a la altura de las circunstancias modernizando y adecentando a nuestra nación, y el daño igual será para todos cuando la explosión social con sus nefastas consecuencias de violencia, crimen, secuestros, revoluciones populistas lideradas por oportunistas pseudo mesiánicos, etcétera, alcancen a todas las clases sociales como sucede en muchos países hermanos de la región, si nos aferramos a un sistema político corrupto y fracasado cuyas bases están en ruinas y a punto de colapsar.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
Constituyente soberana ya.