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    Posteado a las 12:02 am por Erick Simpson Aguilera, el 23 enero, 2015

    Por: Erick Simpson Aguilera

    PANAMÁ.S.A.

    Cuando la política es vista como un negocio, y no como la búsqueda de soluciones a los problemas de la colectividad en pro de lograr el bien común, que se supone es en teoría la razón de ser de la política, ésta se torna en uno de los negocios más rentables para quienes la explotan cual politiqueros profesionales que viven del cuento y la manipulación de las masas por ellos gobernadas.

    La política tiene un sinnúmero de definiciones, pero en lo particular, me agrada aquella que la describe así:

    “La política (del latín politicus y ésta del griego antiguo πολιτικός ‘civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano’) es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por mujeres y hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común. Ciencia que se encarga del estudio del poder público o del Estado. Ésta promueve la participación ciudadana ya que posee la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para promover el bien común”.

    Dicho esto, sigamos con la penosa realidad de la clase política panameña, la cual lejos de velar por el bienestar común de los ciudadanos, parasita de un sistema clientelista enfermo, corrupto, excluyente, y colapsado, cuya vida útil no da para más, aunque quienes viven del mismo, insistan en hacernos creer que, el sistema político panameño todavía funciona y puede mantenerse vivo con respiración artificial y vía reformas constitucionales cosméticas que no resuelven los problemas estructurales del sistema desde su raíz.

    Estimado lector, seguramente usted debe haberse cuestionado alguna vez en su vida, el por qué una Constitución Política nacida en los cuarteles de una dictadura militar que se hizo del poder de manera ilegítima vía un golpe de Estado, dictadura de la cual todos reniegan, se desvinculan, y vilipendian, sigue vigente no obstante haber transcurrido 5 gobiernos “democráticos” más el actual que recién inicia pero, también comienza a abandonar su discurso de campaña en pro de una constituyente, para reemplazarlo por unas reformas constitucionales a la medida como han hecho todos los gobiernos anteriores que, una vez en el poder alegan que el país y los ciudadanos no están listos ni capacitados para una constituyente (ni nunca lo estarán, porque ningún gobierno ha demostrado ser amigo de educar al pueblo en absolutamente nada; entre más ignorante es el pueblo, mejor es para ellos).

    La respuesta es obvia: Para quienes explotan las debilidades del sistema a su favor, los grandes vacíos legales, el presidencialismo extremo, la obsolescencia, y demás carencias de que hace gala la Constitución actual, nunca será el momento propicio para convocar a un proceso constituyente que adecente el país, que cierre las puertas a la corrupción, al clientelismo, populismo, desigualdad, partidocracia, y demás flagelos que nos mantienen en el tercermundismo político, institucional y social.

    Diagnósticos de la situación política panameña, los hay por miles, ergo, no pretendo reinventar la rueda comoquiera que, los 5 años de desgobierno CD, son la prueba más fehaciente, la radiografía más contundente, y el argumento más diciente del riesgo que nos corremos como nación si insistimos en jugar a la politiquería manteniendo vivo el sistema político clientelista que se alimenta de partidas circuitales, bonos, y demás dadivas, que se oxigena por la releección perpetua de diputados que dan es vergüenza, y que se nutre de un presidencialismo extremo que borra la separación de poderes constituyéndose de hecho, en una dictadura civil donde los ciudadanos no gozan de espacios políticos que les permitan una participación en la toma de decisiones que les afectan, ni para promover el bienestar de la colectividad.

    Dicho de manera más sencilla, hoy por hoy, el sistema político panameño es un vil negocio, un monopolio, una inversión, un botín, una piñata, una rapiña, una pirámide especulativa, un mercado persa, una finca mediante la cual un grupo de familias pudientes vía los partidos políticos tradicionales, se rotan el control del país cada cinco años, con la finalidad de hacerse de concesiones, contratos, posiciones, cargos, embajadas, consulados, negociados, y demás usufructos, en detrimento del bien común, toda vez que, los ciudadanos en su gran mayoría no son llamados a disfrutar de las mieles del poder, son marginados de las grandes riquezas de la patria, excluidos del desarrollo (educación pésima, salarios de hambre, pobreza, desigualdad, etc.), y solo participan de las migajas que les llegan vía el clientelismo político, comoquiera que, según la clase dominante el resto de panameños no son iguales a ellos ni tienen los mismos derechos por no ser miembros de la casta elitista que monopoliza el poder y gobierna Panamá desde que logramos la “independencia”.

    Entiéndase que, Panamá tiene según ellos (la elite), sus dueños, constituidos por un grupo minúsculo, y sus convidados de piedra, constituidos por las grandes mayorías de ciudadanos que parecen dormidos, pero estamos decididos a despertarlos.

    Sí, yo sé que, la verdad no es simpática ni popular, y muchas veces duele y ofende, pero sigue siendo la verdad. Al menos para mí es la verdad que, la mayoría de los donantes privados secretos de campaña lejos de ser unos altruistas benefactores, invierten para recuperar con creces sus donaciones cuando el candidato que financiaron, se haga con el poder. También es una verdad para mí que, el sistema político panameño es excluyente al requerirse sumas astronómicas de dinero para lograr un puesto de elección popular cuyos salarios, dietas, viáticos y demás emolumentos una vez en el cargo, ni siquiera se acercan a lo invertido en campaña por estos especuladores políticos. Ergo, es obvio que quienes invierten sumas tan fuertes -por no decir exageradas- de dinero para lograr un cargo de elección popular, de alguna manera nada kosher, tratarán de recuperar lo invertido y obtener una ganancia sustanciosa.

    No obstante toda esta debacle institucional y negociado político que padecemos los panameños, aclaro que, respeto la opinión de quienes aseguran que con otras reformas cosméticas a la Constitución de la dictadura militar, basta para solucionar tamaña crisis institucional que afrontamos, la cual si no la abordamos desde su raíz, finiquitando el perverso instrumento legal que la sostiene, puede sumirnos en la ingobernabilidad y el caos que padecen otros países hermanos de la región.

    Sin embargo, con todo el derecho ciudadano que tengo a expresar mi propia opinión y criterios sin plegarme a lo políticamente correcto, ni a la opinión de las masas cual rebaño, señalo que, la crisis política, institucional y social que sufre Panamá, se encuentra en fase terminal, es estructural, profunda, pronunciada, y precisa de medidas valientes y de gran estatura para ser resuelta, no de maquillajes cosméticos, de reformas superficiales cual parches, ni de tímidos “cambios” para contentar a las masas sin que nada relevante cambie en realidad, como si todavía viviéramos en tiempos de la patria boba.

    Dicho esto, destaco que, Panamá es de todos los panameños; no solo de los partidos políticos, gremios empresariales, asociaciones, grupo de notables a quienes respeto mucho, -dicho sea de paso- pero no los considero gurús ni infalibles como para decidir por 4 millones de panameños qué es lo que más nos conviene como nación, etcétera. Razón por la cual, es preciso que todos los sectores y ciudadanos que deseen aportar en la construcción de la patria, puedan pronunciarse y ser tomados en cuenta sin necesidad de rogar ni mendigar nuestro derecho a participar como si este fuera un favor solicitado. No se trata de invocar una lucha de clases, ni de excluir a nadie de las soluciones que precisa Panamá; se trata de que nos incluyan a quienes nos sentimos marginados de la toma de decisiones que nos afectan, en los procesos de los que participan los diferentes gremios, asociaciones, y partidos políticos del país.

    Estimado ciudadano panameño, es tiempo de que todos ejerzamos nuestro derecho ciudadano a la participación, de empoderarnos, de activarnos y movilizarnos masivamente de frontera a frontera -incluidas las  islas- para exigir un proceso constituyente incluyente que refunde la patria, rompa el monopolio de la partidocracia, termine con el negocio de la política, y garantice el bienestar común. Es hora de adecentar nuestra prospera nación que tiene todo el potencial para desarrollarse, pero jamás lo logrará mientras impere la política feudalista, clientelista, populista, y corrupta que desde 1903 hasta la fecha, nos mantiene estancados en el tercermundismo, la desigualdad y la pobreza, gracias al fracaso de una elite politiquera que desde la infancia de la patria parasita del poder, y sigue aferrada a la política con visión de mercaderes que explotan un negocio, y no como  servidores públicos con vocación que creen en la justicia social, la equidad, el desarrollo humano, y el bienestar de las mayorías.

    Saludos cordiales.

    Erick Simpson Aguilera.

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    Autor: Erick Simpson Aguilera

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