Por: Erick Simpson Aguilera
Respecto al conflicto tributario entre Colombia y Panamá, lo políticamente correcto sería decir con la mayor diplomacia posible, que esto es una anécdota sin mayor relevancia entre dos naciones hermanas que sin duda será solucionada de manera conjunta y amistosa lo antes posible. Sin embargo, como su servidor tiene el defecto de ser políticamente incorrecto, y este blog se caracteriza por la exposición de opiniones con una franqueza que muchas veces ofende, procederé a exponer mi punto de vista sobre el particular, sin hipocresía alguna, y como realmente veo el asunto.
Me resulta difícil descifrar en qué consiste la supuesta hermandad de Colombia hacia Panamá, cuando su accionar atenta de manera tan baja contra la economía panameña. Existe un patrón continuo de ataques de Colombia contra Panamá que, no pueden verse como casos aislados y aleatorios, sino más bien, como una agenda trazada, pensada y en plena ejecución, a la cual podemos catalogar como una agenda anti-panameña, o como muy bien la definió el abogado Adolfo Linares, como: “Una declaración de guerra económica contra Panamá”.
Secundo a pies juntillas esa definición de guerra económica, y así las cosas, debemos asumir que, las guerras se ganan con armas y luchando, no dormidos en los laureles creyendo en las supuestas buenas intenciones, ni en los cantos de sirena de encantadores de serpientes que por un lado dicen ser nuestros hermanos, mientras por el otro, se confabulan con la OCDE para hacernos daño, golpear la credibilidad e imagen de nuestro centro bancario, y asestar un duro golpe a nuestra economía. En ese tipo de amistades y hermandades, no creo.
Si la manera en que Colombia demuestra su “amistad y hermandad” con Panamá, es aumentando exorbitantemente los aranceles a las exportaciones de la Zona Libre de Colón con destino a Colombia, e incluyéndonos en su antojadiza lista negra de paraísos fiscales que, sataniza a nuestro centro financiero, ningunea a nuestra legislación tributaria, y nos trata cual parias fiscales, entonces, debemos nosotros los panameños, retribuirles su “gran amistad y hermandad”, aplicándoles medidas similares en contundencia y efectos adversos.
En ese sentido, es preciso medirlos con la misma vara, toda vez que, si ellos alegan que nuestro sistema tributario los perjudica, pues, nosotros podemos listar una serie de efectos adversos que sufrimos gracias al vecino país, a saber: el narcotráfico que implica para Panamá, gastos millonarios para el combate de dicho flagelo producido por Colombia, el cual para desgracia nuestra, nos impacta de manera letal (tumbes, sicariato, ajusticiamientos, peajes, bandas criminales, tráfico al detal, pandillas, etc.); las guerrillas, paramilitares, y demás grupos irregulares cuyo accionar ha golpeado en más de una ocasión a los poblados fronterizos, asesinando en su propia tierra a panameños que, nada tienen que ver con ese conflicto; la delincuencia común de gran número de inmigrantes colombianos que han escogido a Panamá como centro de operaciones; la migración de cabecillas del crimen organizado que nos obliga a invertir, invertir, e invertir, millones de millones de dólares para evitar que proliferen en nuestra tierra replicando las desgracias sociales que se viven del otro lado; la prostitución de gran número de mujeres colombianas que son explotadas sexualmente en Panamá por sus propios paisanos que las traen engañadas a muchas de ellas; etcétera.
Algunos colombianos dirán que, los mencionados flagelos son problemas nuestros por no tener controles de quién entra a nuestro país, y no de ellos, y lo mismo podemos alegar nosotros los panameños de sus problemas fiscales, que son problemas de ellos por no tener controles internos, no nuestros.
Es justo reconocer que, no todos los colombianos que viven en Panamá, califican como gente del mal vivir, y que muchos de ellos son gente trabajadora, honrada, servicial, educada, respetuosa, inversionistas legales, y demás gente sana que busca una mejor vida en un país pacífico y próspero como lo es Panamá, el cual ofrece mejores garantías de exito que el suyo. Sin embargo, de que no pocos colombianos están exportando hacia acá su cultura delincuencial común y organizada, es un hecho innegable que nos ocasiona problemas y drena nuestras finanzas para combatirlos.
De modo que, si hablamos de perjuicios, los hay de lado y lado, pero, con la diferencia de que nosotros no hacemos listas negras de países indeseables, ni le echamos en cara a Colombia sus muchos males que nos afectan, y de hecho, colaboramos con ellos en la lucha contra esos flagelos invirtiendo millones de millones de dólares de nuestro presupuesto nacional para dichos fines, mientras del otro lado “amigo”, quieren hacernos ver como los malos de la película, nos tildan de delincuentes fiscales, nos desprecian, menosprecian, ningunean, y atacan económicamente.
No sé qué pretende el gobierno colombiano con su bajo proceder contra Panamá; si persiguen congraciarse con la OCDE que está repleta de países hipócritas que son paraísos fiscales y se creen con moral suficiente para acusar a otros de serlo; si es un revanchismo por haberse separado Panamá de ellos; si es envidia por nuestro éxito económico y gran prosperidad cuando algunos desearían vernos como antes de 1903, léase, atrasados como el Choco Colombiano; si es una suerte de neo colonización colombiana del istmo, toda vez que, eso de pretender imponernos un sistema fiscal a la imagen y semejanza de Colombia como si todavía fuéramos un Departamento de ellos, da muy mala espina y constituye una bandera roja que debe alertarnos a los panameños; o si es la suma de todas las tesis anteriores.
En lo que a Panamá concierne, es preciso aplicarle a Colombia sin titubear, la ley de retorsión, como hicimos con Francia cuando nos tildó de paraíso fiscal y los obligamos a recular. Aranceles para sus principales exportaciones al mismo porcentaje que ellos le impusieron a la Zona Libre de Colón; impuestos del 33% sobre sus remesas; visas para sus ciudadanos; cancelación del Tratado de Montería que les otorga paso libre en el canal; deportación de los miles de privados de libertad colombianos y de los inmigrantes ilegales que se multiplican cada día; cancelar el proyecto de interconexión eléctrica; incluir a Colombia en nuestra propia lista negra de países problemáticos en temas de narcotráfico, terrorismo, y trata de personas, con los cuales debemos evitar asociarnos como nación y mirar con lupa; excluir a sus empresas de las licitaciones públicas; etcétera; son las medidas que debemos aplicar como armas en esta guerra económica contra Panamá iniciada por Colombia que, ya mostró las suyas afectando la imagen internacional de nuestro centro bancario sin titubear, y atacando con fuerza a nuestras finanzas.
Ahora nos toca a nosotros ripostar con contundencia, hacernos sentir, y darnos a respetar, y si les ofende que sepamos defendernos y pelear en el propio terreno que ellos escogieron, y quieren romper relaciones, pues las rompemos, porque si la única opción que nos dejan es colonizarnos comenzando por imponernos sus leyes fiscales, pues no hay de otra que ponerlos en su sitio. Ya una vez rompimos relaciones con Estados Unidos, y no es Colombia la que va a asustarnos. Confiamos en que nuestro gobierno tendrá la valentía suficiente para defender los intereses panameños y nuestra soberanía.
Sí, ya sé que, a algunos panameños les espanta este escenario de aplicar la ley de retorsión y enfrentarnos a Colombia de tú a tú, debido a que la inversión colombiana en Panamá es muy alta, como es el caso de la banca y otros rubros. Sin embargo, esta guerra económica ya está declarada y no por nosotros, sino por Colombia que escogió un tinglado de conflicto apuñalando por la espalda, despreciando el dialogo entre hermanos, y debemos estar a la altura de la circunstancias, tomar nota, replantear nuestra relación con ellos, ajustarnos a la nueva realidad que nos plantea Colombia al comportarse no como un buen vecino y hermano, pero sí como un enemigo que busca dañarnos económicamente, diversificar por ende nuestros mercados para depender cada vez menos de Colombia, evitar que sus capitales e inmigración masiva nos colonicen como parece ser la agenda, demostrar que no somos un departamento colombiano, y comportarnos como un país soberano que tiene sus propios intereses y no se ciñe a directrices foráneas, ni asumirá un rol de sucursal de hacienda colombiana haciendo las veces de recaudadores fiscales de Colombia. Una y mil veces no; no nos someteremos a imposiciones; no cederemos a amenazas; y no perderemos nuestra soberanía.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
Leer: Mitos, verdades, y medias verdades de los paraísos fiscales.