Por: Erick Simpson Aguilera
El tema migratorio está vigente más que nunca en Panamá, y despierta pasiones entre aquellos que miran con buenos ojos la política migratoria panameña versus los que consideramos que dicha política debe revisarse con la finalidad de evitar la permisividad de la que hace gala, la cual permea nuestro país, cuyas puertas están abiertas de par en par, a la inmigración legal e ilegal.
Que el tema migratorio sea ampliamente debatido no debe asustarnos, comoquiera que, el problema existe y no podemos convertirlo en tema tabú, ni cerrar los ojos ante la avalancha de extranjeros que están entrando al país. De manera que, el debate es sano y enriquecedor, siempre y cuando se realice en el ámbito del respeto, y sin caer en descalificaciones e insultos.
Dicho lo cual destaco que, aquel que quiera ser tomado en serio en el debate que nos ocupa, debe esforzarse en argumentar de manera coherente, y no caer en satanizaciones tipo, “todos los inmigrantes son malos, delincuentes e indeseables” (lo cual sí es un síntoma claro de xenofobia), ni en argumentos falaces que rayan en el infantilismo tipo, “todos los inmigrantes son buenos, trabajadores, y profesionales, y todos los panameños somos inmigrantes, por tanto debemos abrir nuestras fronteras a los inmigrantes de todo el mundo”.
Ni una cosa, ni la otra; ni todos los inmigrantes son malos, ni todos son buenos, y no podemos cerrar nuestro país a todos los inmigrantes, ni podemos provocar irresponsablemente una avalancha e invasión de toda clase de extranjeros hasta rebasar nuestra población nacional, aumentar los problemas sociales (delincuencia, pobreza, secuestros, narcotráfico, trata de personas, desapariciones, maras, etc.), y agotar los recursos limitados hasta superar la capacidad de suplir las necesidades del país, léase, agua, alimentos, viviendas, luz, hospitales, calles, escuelas, plazas de trabajo, etcétera, sobre los cuales se ejerce cada día más presión por el aumento de la población de extranjeros que continua in crescendo descontroladamente.
Así las cosas, debemos evitar descalificaciones tipo, “el que diga que hay que revisar la ley migratoria, censar a todos los extranjeros legales e ilegales, fortalecer nuestras fronteras, establecer cuotas de inmigrantes y determinar cuánta mano de obra necesitamos y qué especialización debe tener la misma, es porque es xenofóbico”. Por favor; les sugiero a quienes así se expresan que, sean más serios y menos mediocres a la hora de argumentar. En lo que a mi concierne, no le permito a mediocre alguno que, venga a etiquetarme de nada, por sentirse amenazado por mis opiniones e inferior intelectualmente para rebatirlas.
Sorprende la alegría, facilidad, y ligereza, con las que gente sin argumentos e incapaces de sustentar sus criterios en buena lid, recurren a la palabra xenofobia para descalificar a todo aquel que diga, basta de desorden en el tema migratorio. Es preciso dejar la pereza mental y argumentar de manera más sólida, sin recurrir a la descalificación gratuita. La palabra xenofobia es muy seria como para que, un montón de irresponsables la usen cual inquisición española para satanizar a todo aquel que no comparta su posición en el tema migratorio.
Dicho esto, señalo que, es menester que las autoridades de migración informen al país el número total de extranjeros que residen en Panamá, si es que lo saben, y cuántos de ellos poseen un estatus migratorio legal, y cuántos están ilegales, y la nacionalidad de ambos grupos; reitero, cifras totales, o aproximadas si no manejan las cifras con propiedad; toda vez que, las cifras que se escuchan en los medios, no concuerdan con la realidad que se palpa en las calles del país, en las cuales los panameños nos sentimos cada día más como minorías, que como nacionales, y no precisamente por la presencia de turistas, sino más bien de extranjeros trabajando y conviviendo aquí, muchos de los cuales hablan públicamente mal de Panamá y los panameños.
Es oportuno recalcar que, este análisis obedece a la necesidad de medir la dimensión de la problemática que nos ocupa desde una perspectiva científica, con la finalidad de determinar sí la inmigración que está llegando a Panamá lo está haciendo para resolver un déficit de mano de obra, o si por el contrario, estamos siendo invadidos legal e ilegalmente por inmigrantes sin escolaridad que buscan practicar la buhonería, trabajos domésticos, vendedores de comidas, peluqueras, chicheros, trabajadores manuales, de la construcción, mano de obra barata, criminales comunes y organizados, pandilleros, etcétera.
Entiendo que, a las autoridades gubernamentales y gremios empresariales, les preocupe el tema en cuestión, comoquiera que, la línea entre el malestar ocasionado por el caos migratorio y la xenofobia es muy delgada y si no tratamos este asunto con la madurez, responsabilidad y sabiduría que se requieren, podemos afectar la imagen del país y mandar un mensaje negativo allende nuestras fronteras.
Sin embargo, tampoco podemos abstraernos del tema como el avestruz, ni mucho menos adoptar la actitud mediocre de que debemos seguir promoviendo la inmigración descontrolada, desordenada, e irresponsablemente, para no afectar las ventas, negocios, transacciones, y demás actividades financieras de un grupo empresarial que se beneficia de la inmigración de personas de alto poder adquisitivo y recursos que compran casas en barrios exclusivos y rascacielos, que consumen bienes, e invierten en el país (empleando muchas veces a sus paisanos), y que también se benefician de la inmigración de profesionales y de mano de obra barata para sus empresas, mientras el resto de panameños sufren los efectos de está inmigración descontrolada que dispara el costo de la vida, las viviendas y demás bienes de consumo, y compiten contra ellos en plazas de trabajo y hasta en buhonería y trabajos manuales.
Si las autoridades no hicieron sus deberes a tiempo por estar dedicados tiempo completo a la politiquería, y al populismo, mientras descuidaron nuestro sistema educativo que está rezagado unos 50 años, y ahora ante el boom económico que vive Panamá consideran que es más rentable reemplazar a los panameños pocos capacitados (incluidos los universitarios que tampoco están muy bien que digamos) marginándolos en guetos, áreas deprimidas, y zonas remotas del país, mientras pueblan las zonas productivas y empresas con profesionales foráneos, y mano de obra barata extranjera, que nos avisen, porque siempre defenderé a mis hermanos y hermanas panameños que son víctimas de la corrupción política que corroe a la nación, y alzaré mi voz en defensa de mis paisanos, a los cuales algunos pretenden dejarlos fuera del desarrollo y crecimiento económico, cual si fueran un estorbo.
Ya basta de tomar atajos para abordar los problemas que requieren soluciones estructurales y sesudas para solventarlos. Estos atajos siempre benefician a un grupo elitista en detrimento de los panameños más vulnerables, como por ejemplo, en el tema alimentario, cuyo atajo gubernamental consistió en beneficiar a productores foráneos importando sus productos a Panamá, mientras los productores nacionales sufrían dicha medida, el pueblo seguía con la comida cada vez más cara, y los importadores especuladores se enriquecían más y más. Los problemas nacionales requieren de soluciones verdaderas y no de atajos facilistas y oportunistas.
Si tenemos un déficit de mano de obra calificada, entonces resolvamos esa problemática capacitando en todas las áreas e insertando en la economía nacional a los panameños que están fuera de la misma, y los extranjeros técnicos que vengan a Panamá, debemos condicionar su estadía a que capaciten masivamente a los nacionales para que eventualmente estemos en capacidad de solventar todas las plazas de trabajo con personal local preferiblemente, por sofisticadas y técnicas que estas plazas sean.
Seguiré escribiendo sobre este interesante, espinoso, y oportuno tema, en otro artículo, para no agotarlos.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.