Por: Erick Simpson Aguilera
Panamá es un país hermoso, lleno de activos, ventajas y bendiciones, habitado por seres humanos con sus virtudes y defectos como todo el mundo. Sin embargo, como panameños que somos, nos toca hacer autocrítica y analizar nuestros propios defectos con el propósito de superarlos, y madurar como nación, con la finalidad de mejorar nuestra competitividad, y llevar a feliz puerto a nuestro proyecto de país.
¿Proyecto de país? ¿Existe tal proyecto, o en Panamá al igual que en la imagen que ilustra este artículo, cada uno hala para su propio lado? Quizás esta es una de las causas de nuestro dilema nacional, a saber, un país dividido política, social, racial, y económicamente.
Bien, después de dicha reflexión, entramos en materia:
Cada 5 años el país comienza desde cero, y surgen nuevas “visiones”, y proyectos, la mayoría de los cuales giran en torno a agendas partidistas, negociados para favorecer a amigos y allegados al poder en turno, y demás metas mezquinas cortoplacistas que, nada tienen que ver con un proyecto serio de Estado que abra los espacios necesarios para el concurso de todos los ciudadanos panameños, gremios, asociaciones y grupos organizados, con la finalidad de definir entre todos, una hoja de ruta para el desarrollo nacional con metas claramente definidas a corto, mediano y largo plazo.
Desde que tengo uso de razón, no he visto a presidente alguno romper el molde cortoplacista, partidista, y sectario, arriba descrito, y sigo esperando por aquel estadista que nombre a los mejores panameños independientemente de su afiliación política o clase social, en los puestos claves del Estado, y no solo a sus copartidarios, amigos, donantes, familiares, y allegados. Mientras sigamos viendo al país como una finca que cambia de dueños cada cinco años, no hay esperanzas de alcanzar el desarrollo nacional.
Por mencionar un ejemplo, ¿por qué ningún gobierno se atreve a nombrar al Dr. Miguel Antonio Bernal de Procurador? ¿Será porque temen que cumpla con sus funciones como corresponde y sin dejarse manipular por autoridad alguna, lo que representaría un golpe certero contra la impunidad que campea en nuestro país? Tal parece que este perfil de funcionarios con criterio, independientes, y decididos, no es bien visto por los políticos panameños, por constituir una amenaza a su sistema corrupto y permisivo, es decir, prefieren a un yesman que cumpla órdenes y no investigue a los intocables.
En cuanto al resto de ciudadanos per sé -ricos y pobres; potentados y marginados- tampoco tenemos de qué jactarnos, toda vez que, los políticos a los que tanto criticamos, son un reflejo de nosotros mismos. Seamos sinceros y reconozcamos que, dejamos mucho que desear como sociedad, y que nos manejamos por códigos de corrupción y antivalores de los cuales nos jactamos demostrando el tercermundismo crónico que sufrimos.
Juega vivo, falta de solidaridad hacia el prójimo, patanería, agresividad, mala fe, indolencia, evasión de responsabilidades, informalidad, corrupción, vulgaridad, chabacanería, vicios, y demás malas hierbas por el estilo, crecen en nuestra sociedad panameña cual plagas, haciendo cada vez más difícil la sana convivencia.
Me sorprende por el ejemplo, la actitud descortés y grosera que asumen contra los clientes muchos prestadores de servicios en empresas públicas y privadas de nuestro país, los cuales asumen unas posturas agresivas y gesticulan con molestia dando a entender que los están interrumpiendo, cuando un cliente precisa de sus servicios. Y cabe destacar que no son casos aislados, comoquiera que, los sufrimos a diario al punto que resulta un respiro y alivio cuando somos atendidos por extranjeros con buenos modales y amables, y no por nuestros nacionales que practican el bullying al prestar el servicio por el que cobran un salario, es decir, no están siendo molestados en sus casas por alguien que les solicita un favor, aunque les cueste entenderlo.
También me llama la atención la forma abusiva de conducir de muchos de nuestros paisanos, los cuales no tienen una pizca de solidaridad humana ni civismo, quienes al divisar a un peatón a lo lejos -sea este peatón un joven, niño, o anciano- en lugar de disminuir la velocidad para que puedan cruzar la calle como sucede en los países civilizados, aceleran como si fueran a atropellarlos para infundirles terror y demostrar cual acomplejados y salvajes que son, que ellos tienen el poder y son “superiores” porque andan en autos, sin que sus cerebros miniaturas puedan entender que, lo único que demuestran es: los salvajes, inhumanos, y enanos mentales que son.
Otros especímenes que abundan en Panamá son los divos y divas de las clases sociales media altas y altas, muchos de los cuales van por la vida con un aire de superioridad, arrogancia y soberbia que los caracteriza, y cuando tratas con ellos por asuntos de negocios o profesionales, notas enseguida que se manejan con esos cánones de grandeza sin realizar que son seres humanos como cualquier otro, a los que les espera un hueco bajo la tierra.
Esa clase de gente que sufren de delirios de grandeza por sus posesiones materiales, logros profesionales, y estatus social, a los que les gusta pisotear al prójimo, y necesitan exhibirse constantemente, llamar la atención, y acaparar el protagonismo para afianzar su frágil ego, son dignos de lastima, comoquiera que, demuestran con dichas actitudes infantiles, una carencia de valores espirituales, un transitar miserable por su vida de materia, y un vacío abismal que tratan de llenar creyéndose mejores que los demás, sin percatarse de que gente más humilde, intelectuales, estables emocionalmente, maduros e inteligentes que ellos, los psicoanaliza de una vez, detectándoles además de sus obvios narcicismo y megalomanía, una autoestima por el suelo que tratan de levantar con sus posesiones materiales, y logros profesionales, sin lograr su cometido.
Sí, ya sé que, muchos pensarán: ¿y quién se cree este que nos echa en cara nuestros defectos como si él fuera perfecto?, y les contesto a los predecibles que piensan así que, tienen toda la razón, no soy perfecto, de hecho, quizás tenga más defectos que muchos de ustedes, pero el autoengaño no es uno de esos defectos que poseo, razón por la cual, trato de autoanalizarme para mejorar, reconozco mis yerros que no son pocos, y sigo avanzando hacia la meta del desarrollo humano.
No obstante ser su servidor un ser humano lleno de defectos como todos los demás, me atrevo a hablar de lo que muchos cual avestruces que optan por la evasión, prefieren ocultar perpetuando las malas artes, antivalores, y demás hierbas aromáticas por el estilo que, están carcomiendo cada día más a la sociedad panameña, la cual sufre un ataque continuo a sus cimientos morales, cuyas instituciones están colapsando, y cuyos recursos sufren el saqueo por unas hordas de trúhanes de las castas políticas criollas, las cuales gozan de total impunidad y cuentan con licencia para delinquir, sin que nadie se atreva a tirar la primera piedra (exigir rendición de cuentas) por tener todos techos de vidrios.
Es hora de acabar con el dilema panameño, de que definamos qué clase de país y ciudadanos queremos, que nos preguntemos si deseamos seguir siendo una república bananera donde campea la corrupción, reina la impunidad, no existe la justicia, prolifera el juega vivo, y abundan los antivalores, y de que todos hagamos un mea culpa, una profunda introspección, y humildemente nos autocritiquemos como país y ciudadanos maduros, para determinar qué hemos hecho y continuamos haciendo mal, con el propósito de cambiar de ruta antes de que nuestro país se vaya al despeñadero hacia el cual nos dirigimos desde 1903.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
Un pensamiento en “El dilema del panameño”
rica1lasso
Que triste es tener que reconocer que tienes mucha razón amigo, qué nos pasa?