Por: Erick Simpson Aguilera
Al lograr el Partido Panameñista en la Asamblea Nacional 12 curules solamente, más una obtenida por su aliado el Partido Popular, contra 30+2 del CD, y 25 del PRD, los equilibrios de poder en la asamblea de diputados resultan los adecuados para una democracia madura, como quiera que, al no obtener el partido que se alzó con la presidencia de la republica la mayoría en el Órgano Legislativo, se logran los pesos y contrapesos que fortalecen la separación de poderes, y limitan el accionar de cada órgano del Estado, balanceado las fuerzas, y evitando los abusos y concentración de poderes.
El tema es que, dicho escenario ideal funciona como dice el párrafo anterior, en una democracia madura, es decir, en un país donde existe la visión de Estado, y en el cual todos los partidos velan por el bienestar de la patria independientemente de ser gobierno u oposición. Escenario muy lejano de la realidad política panameña en la cual tenemos a una Asamblea Nacional plagada de diputados tránsfugas, semi-tránsfugas, y no tránsfugas, que promueven el clientelismo, carecen de independencia -por no decir que son unos serviles del Órgano Ejecutivo o de las cúpulas de sus partidos-, y no tienen la menor idea de lo que es un debate de altura en el cual se defienden las ideas con argumentaciones bien elaboradas y en buena lid. Estoy seguro que muchos diputados ni siquiera leen las leyes que aprueban y solo siguen las líneas de sus titiriteros cual robots programados para levantar la mano votando a favor de aquello que les ordenen.
Dicho en buen panameño, a la mayoría de diputados les importa un comino el bienestar de la patria, y si tienen que estorbar un proyecto beneficioso para los panameños con tal de perjudicar al gobierno electo, lo harán sin pestañear. De hecho, la misma bancada del partido Cambio Democrático (y Molirena) que le tocará hacer una oposición supuestamente constructiva en el próximo quinquenio, es la que tiene un historial manchado por leyes nefastas que han causado luto y dolor a los panameños, a saber: la ley chorizo, la ley minera, la ley para vender las acciones de las empresas mixtas, la Sala V, la ley para vender los terrenos de la Zona Libre de Colón, etcétera.
A esto súmele la necesidad de desmantelar el blindaje institucional realizado por el gobierno saliente que extendió los periodos de muchos funcionarios claves, el deber de nombrar a funcionarios independientes que investiguen y auditen el manejo dado por el gobierno saliente y los propios diputados que han manejado partidas millonarias, a los fondos públicos (Contralor y Procurador), así como una serie de nombramientos de magistrados de la Corte, Tribunal Electoral, y demás funcionarios claves de la administración pública, y resulta iluso -por no decir increíble- creer en la responsabilidad, buena fe, y colaboración de muchos diputados que actualmente son oficialistas y que serán oposición en el próximo quinquenio, para nombrar a personas potables e independientes en consenso con el gobierno entrante y la sociedad civil.
No vamos muy lejos, a la misma bancada del Partido CD (y Molirena), es a la que le tocará complacer un llamado in extremis del Presidente Ricardo Martinelli, a sesiones extraordinarias para de una manera inexplicable y bastante sospechosa, aprobar en las postrimerías de la administración actual y en pleno periodo de transición, 23 proyectos de ley que crean mucha suspicacia por la premura con la que se pretende aprobarlos. Así las cosas y con semejante historial, no resulta nada fácil creer en la madurez de un órgano del estado tan desprestigiado como es la Asamblea Nacional.
Dicho lo cual aclaro que, los diputados de los partidos CD y PRD, tienen todo el derecho de ser opositores, como quiera que, dicho papel fiscalizador es necesario, no constituye ninguna ilegalidad, y es saludable para la democracia.
La pregunta es, ¿qué entienden dichos diputados por oposición?; porque si entienden el concepto oposición como: atentar contra la gobernabilidad del Estado, y sabotear todos los proyectos del próximo gobierno para evitar que este se reelija, aunque dichos proyectos sean beneficiosos para los panameños, entraremos en contradicciones de tal índole que desembocarán en un sinnúmero de ciudadanos que aspiran a un mejor país, exigiendo una asamblea constituyente originaria para barrer completamente a la Asamblea y a otras instituciones, sin que nadie derrame una lagrima por ello, y dicho escenario aunque no me asusta en lo particular, implica un riesgo de tamaño mayúsculo por el momento político que vive Panamá, ergo preferiría por ahora, que se logrará una alianza legislativa entre el Panameñismo y el PRD que garantice la gobernabilidad, la recuperación de la institucionalidad maltrecha, y la debida independencia para la correspondiente rendición de cuentas (auditorias forenses y demás investigaciones), para no llegar de paralizarse el Estado por un gobierno paralelo maquinando contra los interés de la patria, al escenario más drástico en mención (una asamblea constituyente originaria).
Sí, ya sé que, algunos ven otra opción intermedia, a saber: mantener el status quo de la corrupción legislativa, léase, promover el transfuguismo, o transar partidas circuitales a cambio de votos, alianzas y lealtades, es decir, mantener la misma mercadería, corrupción, y clientelismo de siempre, los cuales son un cáncer que carcome a la democracia panameña y desvía a los diputados de su deber constitucional de elaborar leyes exclusivamente sin convertirse en una suerte de Santa Claus que reparte jamones, bicicletas, línea blanca y demás dadivas. Dicha opción de usar las partidas circuitales como un mediocre sistema de premio o castigo, está descartada por la mayoría de panameños que mandamos un mensaje de rechazo y hastío total a esa forma clientelista de hacer política -por no decir politiquería-, y que no estamos dispuestos a que un grupo de diputados sigan afectando el desarrollo y bienestar de 3.6 millones de panameños que hoy por hoy, nos sentimos rehenes de un secuestro masivo (en sentido figurado) perpetrado desde la Asamblea Nacional.
Amanecerá y veremos qué opciones nos dejan a los panameños los “ilustres” padrastros de la patria.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.