Por: Erick Simpson Aguilera
Sé que muchos no estarán de acuerdo con el presente artículo que sonará medio herético para algunos, que sentirán que ataco a sus vacas sagradas, que profano sus tótems tribales, y cual iconoclasta destruyo sus amados ídolos objetos de su adoración. Sin embargo, gracias a Dios, no soy seguidor de las masas; no comulgo con la psicología del rebaño; y tengo mis propias opiniones y criterios. Dicho esto, aclaro que respeto todas las opiniones que difieren de la mía, como quiera que, no soy el dueño de la verdad, y de la misma manera exijo respeto para mi particular punto de vista sobre el tema que nos ocupa, el cual procedo a compartirles.
Panamá vive en un limbo político que produce en la ciudadanía una sensación de tripulantes de una nave que se encuentra a la deriva extraviada en alta mar y sin rumbo a un puerto seguro.
Acerca de los pormenores de dicho naufragio político, es preciso agradecerle al gobierno de turno, haber desnudado las miserias de la política panameña, al superar con creces a sus predecesores en la aplicación de las malas artes criollas; a saber: transfuguismo, falta de transparencia y rendición de cuentas, concentración de poderes, nepotismo, contrataciones directas, escándalos por supuestos actos de corrupción, ausencia de ideología política, juega vivo y chabacanería, fanatismo y sectarismo (quien no nos apoya es enemigo de la patria), falta de independencia judicial, clientelismo y populismo, irrespeto a la constitución y las leyes, demagogia, politiquería extrema, culto a la personalidad, etcétera.
Sí, ya sé que, muchos politiqueros profesionales que hoy se encuentran en oposición, se rasgan las vestiduras como si fueran los más impolutos, y se venden como grandes defensores de la institucionalidad democrática, cuando todo el país conoce sus historiales que no corresponden a sus predicas contra las malas prácticas políticas.
Así las cosas, tenemos por un lado a un gobierno que ha demolido la ya de por sí débil democracia panameña hasta dejarla respirando artificialmente, y por el otro, a una oposición sin credibilidad que, conoce sus orígenes politiqueros y abusos contra la institucionalidad democrática cuando han administrado el país. Por ende, esta oposición maltrecha y carente de credibilidad, más que alzar la voz enérgicamente cual contrapeso cuando el gobierno hace de las suyas, apenas emiten un tímido susurro que no le hace ni cosquillas al prepotente y abusador gobierno de turno.
En buen castellano, la oposición (si es que existe tal cosa; tengo mis dudas), carece de liderazgo y de un discurso creíble que pueda calar en la ciudadanía.
Ante semejante panorama político tan desalentador, la oferta electoral no resulta muy esperanzadora ni atractiva que digamos, es decir, no hay un discurso político que cual bocanada de aire fresco, cual bocado de pan para el hambriento, o como agua para el sediento en el desierto, sacie el hambre y la sed de justicia del pueblo panameño. En mi opinión personal considero que, gane quien gane en las elecciones de 2014, todo seguirá igual o peor, nadie rendirá cuentas, y seguirán los abusos contra la democracia y el erario público hasta que el país colapse por el peso abrumador de una clase política caída y parasitaria que es la peor de las cargas para cualquier sociedad (miren a España, Grecia, el resto de Europa, y hasta al propio USA, que sufren la ira de ciudadanos indignados contra las malas artes y abusos de la raza politiquera que pulula el orbe y tiene al mundo en crisis).
No me mal interpreten, no estoy culpando a los candidatos presidenciales –de hecho, tampoco al presidente de turno– del estado caótico de la política panameña; este daño viene de arrastre y todos tenemos un grado de responsabilidad; los políticos por acción, y los ciudadanos comunes por omisión.
A propósito, respeto el valor de los candidatos presidenciales de participar en la próxima elección, no obstante tener que enfrentar al monstruo que es el sistema político panameño, el cual los engullirá apenas ostenten el poder, maniatándolos y contaminándolos de sus malas prácticas.
Dicho esto, destaco que, ninguno de los tres candidatos presidenciales más fuertes y con verdaderas posibilidades de triunfo, se diferencian mucho los unos de los el otros. Me explico:
Por ejemplo, en el tema más sensible de todos los que afectan a los panameños, a saber, la canasta básica, José Domingo Arias propone crear una Jumbo Tienda cada 2 días (que “maravilla”, por no decir que populismo y demagogia); Juan Carlos Varela propone establecer control de precios (que manera de “incentivar” el mercado; espantando a los inversionistas, creando oligopolios, provocando escasez de productos y el surgimiento de mercados subterráneos como en Venezuela); y Juan Carlos Navarro propone un plan denominado “Paila llena” (cuyo nombrecito tan folclórico, poco serio y nada técnico, desalienta siquiera analizarlo).
Así es estimado lector, eso es lo que hay, una oferta electoral que deja mucho que desear. Tres candidatos eclipsados por el fuerte liderazgo del Presidente Ricardo Martinelli, quien a pesar de todos sus yerros, y malas actitudes que todos conocemos y reprochamos, si existiera la reelección en nuestra constitución, les diera una paliza electoral a los tres candidatos en mención. A propósito, felicidades al gobierno por la prueba realizada al Metro (sentí gran orgullo cuando vi las imágenes), y por la inauguración del Aeropuerto Scarlett Martínez en Río Hato (enhorabuena). Si el gobierno de turno hubiera respetado la democracia, promovido la transparencia y rendición de cuentas, y fortalecido las instituciones, el mismo pueblo hubiera exigido su reelección; porque la verdad es que han hecho buenas e importantes obras; lástima que malograron una bonita oportunidad de transformar integralmente el país (social, económica, y políticamente), por tal razón, muchos no queremos su continuidad; pero, se les reconoce sus logros.
Otra vez, no me mal interpreten, qué más quisiera yo, y todos mis escritos son testigos de ello, que una nueva fórmula política capaz de derrotar al CD y resucitar a la democracia panameña; pero sin la consolidación de un proyecto de nación que aglutine a todos los actores del quehacer nacional, léase, a la sociedad civil; diversos gremios, asociaciones y sindicatos; candidatos independientes; grupos indígenas; y partidos políticos de oposición, con la finalidad de consensuar entre todos una hoja de ruta para refundar a la patria, veo muy difícil que se logre dicho cometido; como quiera que, la otra opción es la imposición de la agenda partidista de los partidos (valga la redundancia) de oposición; y ya sabemos los cortos de vista, sectarios, mezquinos, politiqueros, poco creíbles y demás yerbas aromáticas, que son los partidos políticos tradicionales (ninguno se salva); los cuales de hecho, junto al CD, son los principales causantes de la crisis institucional, toda vez que, han maltratado a la democracia cuando han sido gobierno, y solos no podrán solucionar tamaña crisis que ellos mismos han creado; más bien, le darán el jaque mate a la democrática panameña, provocando el surgimiento de otras fuerzas que llenarán el vacío de liderazgo político; y Dios quiera que, esas nuevas fuerzas no conviertan a nuestro bello Panamá en la próxima Venezuela.
Si las agendas partidistas se imponen por encima de la agenda amplia que trasciende a los partidos incluyendo a otros actores de la sociedad para entre todos refundar a la patria, no seré cómplice de este simulacro de elección escogiendo entre tres opciones que para mí son igual de nefastas (no votaré) y solo usan a la ciudadanía para monopolizar ellos solos (la desgastada y desprestigiada clase política) el poder. A propósito, me resulta curioso como los dos candidatos de los principales partidos de “oposición” se cuestionan mutuamente con vehemencia, pero, no son nada enérgicos ni contundentes a la hora de cuestionar los exabruptos del gobierno de turno (hasta cierto miedo diría que le tienen al presidente Martinelli). Por eso digo que, en Panamá no existe una verdadera oposición; todos los partidos son aliados (quién ayudó al CD a llegar al poder y formó parte de la alianza por 2 años); tienen intereses comunes; se reúnen secreta y “casualmente”; ergo, me da igual quien gane las elecciones.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.