Alejandro J. Fernández
mf@prensa.com
(El autor es director de Phocus Branding)
Soy un fanático de la universidad. No solo pasé más de ocho años estudiando en diferentes instituciones de educación superior sino que además llevo muchos otros enseñando y sirviendo como decano de mi especialidad. Pero aún ese fanatismo no me impide ver las enormes limitaciones que tienen las universidades para hacer que la población de un país dé un salto cuántico al desarrollo educativo. Hemos glorificado tanto el título universitario que terminamos oscureciendo el que sin dudas es el más importante de todos. El de la escuela primaria.
Sin una excelente primaria es absolutamente imposible tener buenos estudiantes de educación superior. Hoy, los profesores universitarios heredamos estudiantes que no saben expresar las ideas más simples, ya sea porque su vocabulario gira alrededor de solo 20 palabras o porque, en el otro extremo, utilizan cientos de vocablos para no comunicar absolutamente nada. Desconocen incluso los elementos más rudimentarios del idioma como el uso del plural y el singular. De ahí que tengamos una ciudad llena de letreros que dicen “estamos abierto” y narradores de fútbol que nos hablan de una afección en “el pies” de Messi.
La gente espera hoy que las ideas revolucionarias vengan de alguien que escribe la palabra licenciado antes de su nombre, pero las vidas de Steve Jobs, Richard Branson y Bill Gates nos demuestran que no siempre es así. Más aún, muchos de los fundamentos con los que se edificó la civilización occidental vinieron de pensadores como Sócrates y Platón, que aunque no tuvieron acceso a la universidad (no existía) sí se formaron con una poderosa educación básica.
Y es que la primaria cumple dos funciones críticas en las que la de Panamá está en deuda: la de enseñarnos a pensar y la de apasionarnos con el aprendizaje. En el primer caso, la ausencia marcada de debates convierte en zombis a nuestros niños. La prueba de esto son nuestros paupérrimos resultados en PISA, un examen en el que no se mide la capacidad de memorización del estudiante sino la fortaleza de su comprensión. Panamá, como sabemos, quedó en el puesto 62 de 65 entre los participantes sin generar esto ninguna crisis a nivel nacional. En contraste, en Alemania, que quedó en el puesto 20, se le llamó a este resultado “una tragedia para la educación alemana”. Tanto retumbó el golpe de esta prueba en la sociedad germana que hasta se creó un programa de televisión llamado el PISA Show y el país aumentó la frecuencia de visitas a Helsinki de su personal educativo para aprender de la nación que es hoy la meca de la formación primaria europea: Finlandia.
Es también en la escuela primaria donde empezamos a amar o a odiar la educación. Si un maestro llega rebosante de energía a maravillar a sus alumnos explicando ese mágico proceso natural llamado fotosíntesis, sus alumnos no sólo lo van a escuchar con atención sino que además van querer saber mucho más. Pero si la persona a la que estos niños tienen que admirar es alguien que no transmite su amor por lo que hace no habrá ninguna posibilidad de convertir a esos estudiantes en fans del conocimiento. Están condenados a ser autómatas en busca de un papel que los declare licenciados.
Por eso todos estamos en la obligación de exigir claridad a los actuales candidatos para presidente, sobre cuál de sus propuestas va a generar una verdadera revolución en la educación preescolar y primaria de Panamá. El no hacerlo será seguir aceptando que lo único que sabemos es que no sabemos nada.
3 pensamientos en “SÓCRATES NO FUE A LA U”
rica1lasso
Muy buen escrito, muy claro preciso y conciso.
castor serrano
La gente tiene que conocer la ensenanza primaria cubana es una de las mejores del mundo cuando se pedia el regreso de Elian Gonzales todas los ninos escribian cartas de su puno y letra , realizaban mitines y habia que escuchar como se expresaban .
Y nunca un ejecito interrumpio el proceso eran ejercitos de maestros integrales y concientes de su deber social
Minoshka Spragg
Muy Bueno la Verdad!!!