Por: Erick Simpson Aguilera
Había una vez, un reino pequeño en extensión geográfica y habitantes, pero inmensamente rico en recursos naturales. Gracias a su privilegiada posición geográfica que constituyó al reino en mención en una suerte de paso obligado para las mercaderías de todas partes del orbe, el pequeño reino denominado Congolandia, superó con creces en riqueza a muchos de los reinos hermanos que lo miraban con un aire de desdén e incredulidad, por no decir, de envidia.
No obstante la gran riqueza del Reino de Congolandia, la mayoría de los habitantes del mismo vivían al margen de dicha prosperidad, y desempeñaban diferentes oficios que eran muy mal remunerados con migajas por la clase dominante denominada Los Sátrapas, los cuales habían secuestrado el reino con todas sus abundantes riquezas, bienes y recursos que administraban con una visión egoísta, malvada y excluyente.
Así las cosas, en Congolandia reinaba el oportunismo, el juega vivo, la demagogia, la politiquería, y la opulencia de una minúscula elite que ejercía el control y poder, condenando a la pobreza, desigualdad y exclusión social, a la gran mayoría de los habitantes del reino, muchos de los cuales, no se habían enterado que son pobres de hecho, porque la clase dominante les hizo un lavado cerebral anclándoles en sus mentes una etiqueta que reza, clase media. En cuanto a la población más vulnerable del reino, no se han enterado que son ricos en teoría, porque la perversa clase dominante y opresora conocida como Los Sátrapas, los etiquetó de parias sociales que solo merecen migajas en forma de subsidios.
De manera que, el Reino de Congolandia estaba habitado por los sátrapas en la cúspide de la pirámide social, seguidos por los denominados clase media que, reiteramos, son simple peones que no se enteran de su condición precaria y esclavizada por el alto costo de la vida que los obliga a vivir presos de las deudas, y se conforman orgullosamente con estar mejor que los marginados que ocupan la base de la pirámide social, denominados los excluidos, los cuales dependen de las migajas que caen de las mesas de sus amos en forma de subsidios, asistencialismo y clientelismo.
Transcurría la vida en el Reino de Congolandia sin mayores traumas como quiera que, la clase media repetía cual mantra: soy clase media, soy clase media, soy clase media, tengo trabajo, soy acomodado, y con ese lavado cerebral se conformaban mientras vivían encadenados al crédito necesario para mantener su vida superficial y falso estatus social; y los más vulnerables del reino aceptaban de muy buen agrado las migajas de los sátrapas, y se repetían a sí mismos: soy pobre, soy pobre, soy pobre, pero mis muy bondadosos señores amos me dan ricas migajas en forma de subsidios para no morirme de hambre. Mientras, las grandes riquezas del reino producidas por estos esclavos que se juran libres (clase media y baja), era banqueteada y saqueada por los infames tránsfugas, digo, sátrapas.
Lo curioso de este pintoresco reino es que, en realidad todos eran sumamente ricos; desde los avaros sátrapas, pasando por la clase media, y hasta la baja, absolutamente todos, eran extremadamente ricos, y se llenaban de orgullo cuando en los rankings mundiales, destacaba el Reino de Congolandia como uno de los más ricos de su bananera región.
Pero, ¿cómo es posible que, un reino tan rico esté lleno de tanta gente pobre?, preguntarán ustedes, apreciados lectores.
La respuesta a dicha pregunta tan existencial y profunda, no podemos agotarla en un relato tan corto como el presente; no obstante, permítanme esbozarles un breve resumen de los traumáticos orígenes del Reino de Congolandia, con la finalidad de comenzar a desentrañar la psique colectiva, los mitos, y el imaginario nacional, de este pintoresco reino donde los ricos sufren hambre, pasan paramo, son explotados, vilipendiados, ninguneados, vejados, excluidos, y aun así le rinden culto y loas a sus opresores cual si estos fueran unas vacas sagradas, y los consideran excelentísimos, padres de la patria, benefactores, honorables señores, y demás yerbas aromáticas por el estilo.
Cuenta la historia que en sus orígenes, El Reino de Congolandia era habitado por etnias autóctonas cuyos descendientes habitan dicha tierra hasta el día de hoy, y que en aquellas remotas épocas, fueron invadidos y diezmados –por no decir masacrados– por huestes de presidiarios, asesinos, condenados a muerte, piratas, corsarios, filibusteros, bucaneros, cazadores de fortuna, aventureros, y demás alimañas de la peor calaña, quienes respondían a los intereses de diversos reinos de una tierra lejana en la cual imperaba –mejor dicho, impera– la ley de la rapiña, el robo, y el saqueo.
Así las cosas, las riquezas de Congolandia fueron expoliadas por los súbditos de los reinos invasores, y se establecieron colonias con regímenes déspotas y tiránicos cuyo sistema de gobierno se basaba en la esclavitud de los habitantes originarios, y de personas traficadas desde un continente lejano para servir como bestias de carga a los intereses mezquinos de los nuevos dueños del reino, los cuales impusieron su nefasto sistema de explotación.
Con el pasar de los años, los hijos, nietos, y bisnietos de los invasores, nacidos en Congolandia y considerados criollos, léase, de menor categoría que los nacidos en el continente expoliador y parasito, se rebelaron contra sus padres y con la complicidad de los habitantes originarios, de los esclavos extranjeros vilmente traficados a estas tierras, y de la población mestiza y mulata, constituyeron un reino independiente de la perversa, saqueadora, vividora y parasita metrópoli lejana. El pacto de los conspiradores independentistas, consistía en el establecimiento de un reino justo, libre y equitativo, en el cual todos serían dueños de las riquezas de tan privilegiada tierra en partes iguales, sin importar la raza, o clase social.
No obstante, tan pronto se logró el objetivo independentista, los criollos con unos cuantos mestizos y mulatos, establecieron una nueva elite que traicionó a las grandes mayorías, marginándolas del poder, riquezas, bienes y recursos del reino, y condenándolas a permanecer en la pobreza, desigualdad y exclusión social, de las cuales nunca salieron.
Pasaron los años y, de alguna manera mágica, los nuevos dueños del floreciente y próspero Reino de Congolandia que secuestraron el poder sin oposición ni resistencia alguna de parte de las grandes mayorías marginadas, borraron la memoria colectiva de los oprimidos (clase media y baja), y lograron convencerlos de que, los únicos dueños de ese rico reino, eran los sátrapas, y que debían sentirse agradecidos que les permitieran vivir en dicha tierra tan prospera, y trabajar para ellos a cambio de salarios de hambre, y que los considerados parias de la base de la pirámide, debían contentarse con una moneda de cambio llamada voto electoral que le ofrecerían para que cada 5 años escogieran a un nuevo verdugo de la clase dominante, léase, de los sátrapas, para que este ejerciera su régimen de terror, rapiña y despojo por dicho periodo.
De manera que, El Reino de Congolandia está habitado por los descendientes de los presidiarios, condenados a muerte, asesinos, invasores, saqueadores, aventureros, cazadores de fortuna, piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros; por los empobrecidos y marginados remanentes de los pueblos originarios cuyos ancestros fueron masacrados; y por los descendientes de los esclavos vilmente traficados desde lejanas tierras. De semejante traumático coctel tan variopinto, se conformó El Reino de Congolandia con su régimen de terror, saqueo, exclusión, y clientelismo.
Razón por la cual, hasta el día de hoy se sienten las secuelas de la invasión, conquista, masacre –por no decir genocidio–, colonialismo, esclavitud, explotación, saqueo, clasismo, “independencia”, y del neo colonialismo que impera hasta la fecha.
Moraleja: El primer paso hacia la liberación, consiste en identificar las cadenas. Mientras las denominadas clase media y baja sigan dopadas, inertes, adormecidas, ignorantes, y ajenas a la realidad de la esclavitud, y despojo sistemático del que son objeto; mientras no se enteren que las riquezas del reino son patrimonio de todos los habitantes del mismo, y no exclusivamente de la mentirosa y vividora clase dominante que ha secuestrado el reino y marginado a la mayoría haciéndoles creer que son siervos y peones de una finca privada, y deben por tanto dar gracias por las migajas que les tocan; mientras sigan con las vendas que les impiden ver sus cadenas, y repitiendo mantras de conformismo y pobreza cual etiquetas lava cerebros (soy clase media, me conformo con un salario de hambre y creo que soy rico, pero vivo al límite de la quincena y preso de las deudas; soy pobre, me conformo con migajas, asistencialismo, clientelismo, y subsidios); seguirá el perverso sistema de gobierno basado en la rapiña de unos pocos que controlan todo, y el sufrimiento de muchos que miran la riqueza de lejos, y se conforman con poco, no obstante ser en teoría, extremadamente ricos.
Despierta de tu sueño congoleño, digo, panameño, y reclama lo que es tuyo. Cuando te toque una cantidad cercana al PIB (PPP) – Producto Interno Bruto Per Cápita, del que tanto se jactan los sátrapas que exhiben cual medallas de plata la segunda posición regional del ranking de riqueza de los países, entonces, estaremos en buen camino; mientras tanto, seguiremos siendo la gran mayoría ricos en teoría, y unos pocos, ricos en la práctica; entiéndase, continuaremos siendo un rico reino de mendigos.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
Eclesiastés del sabio Salomón: 10:5 Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera de error emanado del príncipe:
10:6 la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.
10:7 Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.
3 pensamientos en “El rico reino de los mendigos”
rica1lasso
Te inspiraste como siempre amigo, mejor se daña! Soy Congoleño y no me quiero dar cuenta?
erick507
Jajaja; no sé.
Saludos Rica.
J.M.
Estuvo muy buena la moraleja, no perfecta pues el verdadero genocidio de indígenas no lo realizaron los españoles sino los ingleses y demás europeos del norte en Norteamérica y Cánada per muy bueno todo.