Por: Erick Simpson Aguilera
¿Cómo es posible que se someta a los usuarios capitalinos del transporte público a semejante tortura?
Nadie se merece tal castigo; que se le desmejore su calidad de vida al punto de ser privado del sueño y del tiempo que corresponde a la familia, el cual se gasta ahora en la calle, exponiéndose a un robo y hasta a perder la vida, por el experimento que hizo el gobierno de turno, con el sector transporte.
No se trata de hacer leña del árbol caído, ni de usar demagogia para descalificar al gobierno por el caos en el transporte. Se trata de salvar a las mujeres embarazadas, madres con niños en sus brazos, personas de la tercera edad, discapacitados, panameñas y panameños trabajadores en general, de tamaña crisis que amenaza con salírsenos de las manos.
Nadie discute que los diablos rojos hace rato debieron ser reemplazados por un sistema de transporte más moderno y humano. Lo que está en discusión es que, se espera un avance a la hora de reemplazar un sistema, no un retroceso. Y que yo recuerde, los panameños dormían en sus hogares con el deficiente sistema de los diablos rojos, no en las paradas como está sucediendo con los metrobuses.
De qué sirven buses bonitos, cómodos y con aire acondicionado, si no pueden cubrir la demanda que los denominados diablos rojos, cubrían. Esto demuestra la improvisación, falta de planificación, desconocimiento de las características de las rutas, y de la demanda de usuarios.
Aparte del tema humano que es el que más preocupa por el peligro al que se exponen los usuarios que deben permanecer más tiempo del debido en las calles, en las madrugadas al salir de casa, y en las noches cuando retornan, sumado al abandono de sus responsabilidades paternales por no poder ver ni atender a sus hijos, también preocupa el impacto negativo en la economía nacional, toda vez que, muchas empresas sufrirán mermas a raíz del sueño, mala alimentación, falta de concentración, y baja productividad de los empleados afectados por el caos del transporte.
Sí, ya sé que, el gobierno pide paciencia; que promete que en diciembre todo regresará a la normalidad (qué consuelo); que el sistema explican, está en etapa inicial y funcionando solo al 40% (si es así, para qué sacaron de circulación a los diablos rojos antes de estar en plena capacidad al 100%); que nos piden que aportemos soluciones y no criticas (no se supone que para eso les pagamos a ellos, para que resuelvan problemas de orden público y administren el país por cinco años, o les quedó muy grande el mandato); sin embargo, es muy difícil que las victimas de tamaño caos en el transporte, puedan armarse de paciencia cuando el gobierno parece no saber cómo solucionar el problema, y se atreve a hablar de plazos tan amplios como hasta diciembre, para solucionar el tema.
Cuando los funcionarios del gobierno se sometan al martirio que pasan los usuarios; cuando renuncien a sus cómodos autos; se levanten a las 1 y 2 de la madrugada; se expongan a caminar por calles oscuras a esas horas; se la rifen en el frenesí y la lucha por abordar al bus; soporten estar como sardinas en latas; aguarden hasta tres horas en las paradas esperando un transporte que los regrese a sus hogares a altas horas de la noche; no puedan tener tiempo familiar con sus hijos y conyugues; tengan hasta que dormir en las paradas exponiendo sus vidas; y soporten semejante tortura hasta diciembre; entonces tendrán moral para pedir paciencia a los afectados.
Si este sistema de transporte hubiera resultado un éxito, el gobierno se hubiera atribuido todo el crédito, y nos lo restregaría en cara a cada rato con sus acostumbradas cuñas. De manera que, asuman su fracaso y devuélvanles la calidad de vida a los usuarios capitalinos del transporte. Si es necesario revisar el contrato, romper el monopolio, resucitar temporalmente a los diablos rojos, háganlo pero ya mismo, que quienes sufren este caótico estado de cosas, no están para excusas, ni promesas, sino para soluciones.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.