Por: Erick Simpson Aguilera
Me tomaré la libertad de asumir que la frase expresada por el Presidente Ricardo Martinelli durante su discurso de informe a la Nación, en la Asamblea Nacional, el 2 de enero del presente año, la cual a manera de préstamo titula el presente artículo, hace referencia a todos los panameños, es decir que, todos los panameños queremos lo mismo; entiéndase por mismo, el bienestar de todos los ciudadanos que habitamos nuestro hermoso país. Al menos que, yo este confundido y “mismo” desde la óptica del gobierno, signifique un concepto diferente que solo abarca el bienestar de la elite gobernante y no necesariamente el de la colectividad.
De modo que, valdría la pena aplicarle a esas hermosas palabras que expresan una supuesta coincidencia de intereses, la prueba de veracidad establecida por el Maestro de maestros, Jesús de Nazaret, a saber:
Mateo 7:20 Así que por sus frutos los reconocerán.
Dicho lo cual, procedamos con la prueba de palabras versus acciones.
Como ciudadano panameño, y estoy seguro que no estoy solo en este deseo, quisiera lo siguiente:
1- Que en nuestro rico país, lográramos erradicar la pobreza rescatando a los 888,041 panameños (25.3% del total de la población) que la sufren, de los cuales 435,246 (12.4% del total de la población) son pobres extremos, léase, indigentes que no tienen qué comer.
¿Las acciones del gobierno demuestran estar en sintonía con este sentir y querer de las mayorías, o por el contario, desdicen el citado discurso en cuestión?
En mi opinión, el gobierno de turno va en dirección contraria, y así lo demuestra la suspensión de la Encuesta de Niveles de Vida (ENV) que se realizaba cada cinco años, para medir los avances, logros, y retrocesos del país hacia los objetivos del milenio, entre los que destacan la erradicación de la pobreza, con la barata excusa de que nadie la solicitó y cuesta demasiado (3 millones de dólares en un país donde la danza de los millones en proyectos menos importantes, asusta).
Si la estrategia del gobierno de turno para erradicar la pobreza general y extrema en Panamá, consiste en asistencialismo paternalista que perpetua la indigencia en lugar de erradicarla, léase, políticas de subsidios, en clientelismo político estilo piñata y repartidera de espejitos mientras nos despojan del oro, entiendo entonces porqué, iniciativas científicas como la ENV, los incomodan y optan por suspenderla; toda vez que, sin este instrumento resulta más fácil invisibilizar a los pobres de las comarcas indígenas, Darién, Bocas del Toro, de las zonas rurales de todo el país, y hasta de las urbanas donde también proliferan.
Dicho esto y como quiera que, el gobierno de turno ha dispuesto de más recursos que todos los anteriores, para afrontar el tema de los marginados sociales, con iniciativas serias en educación, salud, vivienda, canasta básica, etcétera, y no lo ha hecho, toda vez que, han priorizado los temas de infraestructuras (contratos directos multimillonarios con supuestos sobrecostos), antes que los temas de desarrollo humano, discrepo en que todos queramos lo mismo.
2- Anhelo como panameño que, nuestro país ocupe un lugar menos vergonzoso en el coeficiente de GINI que mide la inequidad, y según el cual, Panamá es el país 17 más desigual el mundo.
¿Será que el actual gobierno, sus antecesores, y los futuros, quieren lo mismo?
Lo dudo mucho; toda vez que, el sistema político panameño desde siempre, fue diseñado para favorecer a un grupo minúsculo de familias que ostentan el poder económico – político, en detrimento de las grandes mayorías que habitan esta nación.
No se trata de invocar una lucha de clases, ni de predicar en contra de los ricos, ni mucho menos de cultivar resentimientos sociales para linchar a quienes históricamente han controlado la riqueza nacional. Se trata de romper esquemas mentales de antaño, originados en tiempos oscuros y medievales, que hasta el sol de hoy perduran en Panamá gracias a mentes retrogradas que se quedaron ancladas en el pasado, y no realizan que estamos en otra época, ni se adecuan a la misma.
Es perfectamente viable construir un país de ingenieros, científicos, técnicos, profesionales, deportistas, artistas, maestros y profesores de alto nivel y calidad académica superior al estándar de la región, y que aun así las familias ricas de Panamá, sigan cosechando frutos abundantes, e incrementando sus capitales y ganancias. Sin embargo, en las mentes pequeñas de muchos, el único modelo de desarrollo que conciben es el de la explotación salarial (85% de la población gana menos de B/.600 al mes); el de la marginación social; el de excluir a las mayorías para que en vez de constituirse las mismas en mano de obra calificada, sean delincuentes, parias sociales, prostitutas, etcétera; sin saber que, el daño se lo hacen a ellos mismos al contribuir en la creación de un país con tales asimetrías que pueden atentar contra el crecimiento económico por posibles explosiones sociales, inseguridad, delincuencia, y otras aristas que germinan en el hábitat de la marginación social. Sigan creando resentidos sociales, y marginados en las aulas paupérrimas donde en lugar de educación, reciben desaliento y frustración, y en vez de mano de obra calificada, tendremos una población estilo bomba de tiempo que explotará afectando a ricos y pobres por igual.
3- En fin, son muchas las cosas que quiero como panameño, y que dificulto por los frutos producidos hasta ahora, que el gobierno también quiera, a saber: deseo un país con una Constitución seria y moderna donde se garantice la separación de poderes, y se fortalezca el sistema de justicia de modo que se castigue al infractor sin distingo de clase social ni estatus económico; quiero un país transparente donde no se descalifique ni persiga a quienes exigimos rendición de cuentas; aspiro a que en Panamá no se reprima nunca más con ejércitos, fuerzas policiales, paramilitares, ni de ninguna índole, hasta el punto de que tengan que ofrendar sus vidas en defensa de sus derechos humanos, a nuestros hermanos indígenas, bocatoreños, chiricanos, colonenses, etcétera; y deseo que la corrupción gubernamental, el clientelismo político, el trasfuguismo, los supuestos sobrecostos, el nepotismo, el tráfico de influencias, las contrataciones directas, el endeudamiento irresponsable, la politiquería, y la mediocridad gubernamental, sean cosa del pasado.
De manera que, en mi opinión, el discurso del Presidente Ricardo Martinelli, por más bonito y conciliador que suene, debe ir acompañado de acciones concretas que lo respalden, para que sea creíble y no pura demagogia electorera de cara a las próximas elecciones. Mientras no superemos todos los temas que desdicen dicho discurso, seguiremos dudando de que en realidad todos queramos lo mismo.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.