Colaboración para Panamá Blog escrita por: María Moreno
Hace unos días pensé que había dado un salto cuántico en el calendario. Creí que era el 28 de diciembre, el día de los inocentes, y que los diarios hacían gala de su tradicional sentido del humor publicando un noticia del tipo: “inocente mariposa”.
Pero no, confirmé que estábamos aún en mayo. Así que, curada de espantos, me propuse ir más allá del titular. No diré que me sorprendió el contenido, a estas alturas esa clase de noticias no sorprenden; sólo ofenden, preocupan, molestan.
Lo impactante fue saber que 2 personas decidieron, amparados en un poder que debe ser utilizado con justicia, desproteger a los manglares de la Bahía de Panamá. Y no conformes con eso, pocos días después, hacen lo mismo con el bosque natural de Donoso. No quiero ni pensar qué otros fallos similares aún desconocemos.
Sólo 2 personas decidieron. No por tí, no por mí, sino por más de 3 millones de ciudadanos. Sin embargo esa decisión nos coloca en riesgo a todos.
“Debemos pedirles una explicación” – pensé. Pero luego comprendí que hacer eso sería inútil. Tratándose de magistrados de la Corte Suprema, resulta obvio que tuvieron que empaparse en el tema antes de dar su fallo. No voy a ser yo quien cuestione el nivel de conocimientos de tan ilustres funcionarios, pues estoy completamente segura de que dicho conocimiento es tan, pero tan, profundo que a duras penas logran llegar a él.
Así que Sr. Alejandro Moncada Luna y Sr. Efraín Tello, decidí ayudarles a traer a la superficie ese conocimiento. Les invito a recorrer conmigo el Museo de la Vida. Esa vida que ustedes tratan con tanto desdén. Permítanme explicarles cómo, ese fallo, también les afecta a ustedes, a sus familias y a sus amistades. No apelo a sus conciencias, porque comprendo que el gran peso de sus argumentos, las tiene aturdidas. A decir verdad, esa es la única explicación que encuentro para justificar su decisión. Y como no puedo apelar a sus conciencias, apelaré entonces a su buen juicio, con la esperanza de que aún lo tengan.
Si yo les preguntara ¿para qué sirve un árbol?, seguramente responderían: “para dar sombra, oxígeno y frutos” y hasta podrían agregar que también sirve para fabricar muebles finos, casas de campo, escritorios lujosos, papel para escribir fallos y muchas cosas útiles que hacen la vida más placentera, especialmente las suyas. Aparte de que sirve de ornamento en las calles y oficinas, proporcionando albergue a muchos animales y microrganismos.
No hay duda que es una respuesta muy completa, tomando en cuenta que la vertiginosa vida que llevamos nos obliga a resumirlo todo. Pero: ¿“que tal si les digo” que si no hubiese árboles, tampoco ustedes serían hoy magistrados?. Para suerte de ambos, ningún antecesor falló antes, tal como ustedes lo han hecho ahora.
Como no quiero bucear en las profundas y oscuras aguas de sus intelectos, lo haré en las cristalinas aguas de los míos, y compartiré con ustedes la información que, tal vez sus asesores, tampoco lograron extraer de los suyos.
Un árbol, señores magistrados, es una fábrica completa. Y un bosque es todo un sistema productivo. No como el sistema judicial del que ustedes provienen. Pues, en la naturaleza, las leyes no se cambian cada 5 años ni a conveniencia de cualquier insecto, por muy importante que este sea en la cadena evolutiva. Sólo se producen cambios para salvaguardar la vida del ecosistema, cuando este es alterado por causas externas. Y es que en la Naturaleza, todos son importantes, con distintas funciones, pero igualmente importantes y necesarios. Y, a diferencia de su Corte, todos se toman en cuenta para mantener el “justo equilibrio” del sistema.
Por eso un árbol, no sólo da sombra ni frutos. Un árbol, señores magistrados, no sólo tiene la facultad de absorber el dióxido de carbono y liberar oxígeno, sino también la de limpiar el aire de sustancias tóxicas como los metales pesados, presentes en el “smog” (plomo, óxido nitroso, dióxido de azufre, manganeso, etc), precisamente esos tóxicos que alegremente esparcen sus autos, por muy lujosos que sean, durante el “tranque” que ahora dura todo el día. Estas sustancias son responsables de la mayoría de los problemas respiratorios, y las alergias, que se han vuelto tan comunes.
Estos elementos dañinos son almacenados en la madera de sus troncos. Por eso, mientras más viejo es el árbol, más sustancias ha logrado atrapar para bienestar nuestro. Al talar un árbol, se cierra una fábrica de oxígeno, y se liberan al ambiente sustancias nocivas que con tanto esfuerzo, y tiempo, lograron atraparse. Un ejemplo de ello lo tenemos en un estudio realizado por la Universidad de Panamá, en dónde colocaron estaciones para monitorear la calidad del aire en la ciudad. El resultado, ya en el 2007, fue alarmante. Según los valores de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), la ciudad de Panamá se excedía en varios de ellos. Uno de los peores fue el plomo, cuyo valor superaba 3 veces el límite establecido. ¿Saben ustedes, ilustres funcionarios, lo que el plomo le causa a nuestro organismo? Tal vez su fallo, sin saberlo, es producto ello.
Cuando se talan hectáreas, se cierran muchas fábricas. Un árbol puede almacenar hasta 15 libras de dióxido de carbono por año. En una hora, una sola hectárea de árboles, proporciona oxígeno para apenas unas 40 personas. Y en vista de que ustedes aún respiran, me pregunto cómo piensan asegurarse su ración de oxígeno sin quitarnos a nosotros la nuestra. Ya que permiten que se destruyan bosques enteros para saciar la codicia de unos cuantos…que desgraciadamente, también respiran.
Cabe destacar que ahora que está de moda asfaltar varias veces la misma calle, habría sido de mucha ayuda contar con todos esos árboles talados a lo largo de las vías, pues los componentes volátiles del asfalto se evaporan más lentamente bajo la sombra, y aumenta la durabilidad del mismo, por ende, su mantenimiento. Pero claro, entonces se dañaría tan lucrativo negocio.
Los árboles no detienen una tormenta, pero si restan velocidad a sus vientos. Actúan como una barrera disipando su fuerza. Sin ella, su velocidad sería mucho mayor y causaría más estragos. Por eso, cada vez que un árbol cae abatido por efecto de la tormenta, lo hace cumpliendo con uno de sus deberes: protegernos de la furia de las tormentas. Lástima que no pueden protegernos de las tormentas políticas, ni de la fuerza conque, decisiones como las suyas, golpean a la población.
Las ramas y hojas sirven como manto para mitigar la radiación solar, responsable del cáncer de piel. También actúan como aislante térmico y regulador del clima, al reducir la temperatura a su alrededor. Aparte de, amortiguar el impacto directo de las gotas de lluvia sobre el suelo que, junto a las raíces, evitan la erosión del mismo. Y son precisamente esas raíces las que brindan soporte a la tierra y la hacen más firme. También, actúan como una “esponja” que absorbe el exceso de lluvia y libera poco a poco el agua durante la estación seca. Además, al absorber y almacenar agua, evitan inundaciones y deslizamientos que, cuando ocurren, aislan a poblaciones enteras, y cobran tantas vidas. Y, a diferencia del cemento, absorben y bloquean el ruido del entorno. Plantados en grupo logran reducirlo de unos 6 a 10 decibeles.
Claro que a ustedes, señores magistrados, eso les tiene sin cuidado. Gracias al pueblo panameño que paga sus salarios y prebendas, pueden darse el lujo de vivir en ambientes climatizados todo el día. Sus costosos vestidos difícilmente reciben la luz directa del sol, por lo que el cáncer de piel no les roba el sueño. La erosión no les importa porque sus alimentos ya vienen enlatados, o son importados de países que tienen magistrados preocupados por su medio ambiente, y por ende no fallan en su contra. Los deslizamientos e inundaciones no son para ustedes una desgracia sino una oportunidad de hacer negocios. Y es que el valor de la amistad, que tal como ustedes la practican, se manifiesta a través de la “justicia” de sus fallos que, por simple coincidencia, favorecen y fortalecen esos lazos. Supongo que eso les ayuda también a reducir el ruido de sus conciencias, o, en todo caso, el clamor de los ciudadanos que elevan a ustedes sus reclamos.
Calma, señores magistrados, ya sé que se estarán preguntando: ¿qué tiene que ver un árbol con el manglar?. Pues todo. En parte, uno de sus fallos ha desprotegido un área que alberga los bosques primarios mejor conservados del país. Tan solo Petaquilla Gold tiene concesión de unas 13 mil hectáreas en Donoso. Y como el oro brilla más que un árbol, supongo que es fácil encandilarse a la hora de emitir un fallo como ese. Poco importa que el oro haya registrado 4 meses consecutivos de descenso, al punto de cerrar el mes de mayo con una baja de casi 7%. Total, el negocio en Panamá es muy rentable, por cada dólar de ganancia la empresa se lleva 96 centavos, y los 4 centavos restantes, más la destrucción del ambiente, es lo que queda para los panameños. Algo similar sucede con el cobre,
En cuanto al manglar, pues es que el mangle es un árbol, aunque muy tolerante a la sal, eso sí. Tan tolerante como los panameños ante los desaciertos y negociados de sus gobernantes. El nombre “mangle” significa “árbol retorcido”. Aunque no tan retorcido como ciertos fallos que conozco. En especial ese aquel que les dejó desprotegidos.
Su función es un poco distinta a la de otros árboles, pero a la vez similar en muchos aspectos. Seguramente para ustedes, señores magistrados, sólo es alguna especie de matorral cenagoso que daña el litoral, e impide la construcción de lujosos y hermosos “desarrollos” urbanísticos.
Lo cierto es, ilustres funcionarios, que el manglar, junto al arrecife de coral, es la primera línea de defensa ante maremotos, tormentas y huracanes. Protegerlos nos beneficia más que crear un fondo monetarios para hacer frente a “desastres no tan naturales” como los que ustedes estás propiciando. Sus cualidades son similares a las de cualquier otro árbol pero con mayor potencial. Sin ellos, el agua del mar irá erosionando la costa,
Los manglares son también bosques capaces de crecer en medio del agua salada. Una de sus funciones primordiales es la cría de especies marinas de las cuales ustedes, señores magistrados, disfrutan mucho. Cuando se destruyen, se afecta la pesca, y a quienes viven de ella. Estoy segura de que sus paladares están habituados a langostinos, cangrejos y todo aquello que sus jugosos salarios, pagados con nuestros impuestos, les permiten degustar con frecuencia.
No dudo que el tema de los huracanes, sismos y maremotos (“tsunamis” para que me entiendan), se les antojen improbables. Y tal vez así era antes, pero gracias a personas como ustedes, las condiciones se han modificando. Supongo que eso es parte del cambio que tanto pregonan.
La verdad, poco importa si estamos en riesgo de huracanes (aunque hemos sentido sus efectos), basta con una simple tormenta tropical para que la ciudad se convierta en una réplica de Venecia. Tal vez al presidente le regocije pasear en góndola uno de estos días. Lo cierto es que ustedes olvidan que la ciudad se encuentra al nivel del mar, es decir a 0 metros sobre él.
Si a eso añadimos la cantidad de asfalto y cemento que cubre el suelo hoy día, entenderán que ya la tierra no tiene la misma capacidad de absorber el exceso de lluvia que transforma las calles en ríos. Sobretodo porque el “progreso” desenfrenado de la construcción se ha encargado de utilizar los desagües para depositar sus deshechos.
Ahora súmenle a eso la destrucción de los manglares. Esos que almacenan agua, y que nos protegen de inundaciones. No hace falta ir muy lejos para conocer sus efectos, los Colonenses lo saben mejor que nadie. Añadan también las mareas que cada vez son más altas. Tan sólo para los próximos días se esperan mareas arriba de los 17 pies.
Pero, no sólo eso. Resulta que el casquete polar se está derritiendo aceleradamente y por tanto, el nivel del agua está aumentando. Ya hemos visto ciudades prácticamente devoradas por el mar, en muchas partes.
Por si fuera poco, hemos tenido alertas de “tsunamis”. Incluso, nosotros mismos tenemos el potencial para generar uno, pues el Istmo forma parte de la Microplaca Panamá, la cuál es un área sísmica activa. Pero más aún, tenemos cerca una de las fallas geológicas más importantes: la de Gatún.
Podría extenderme mucho más sobre la importancia de los árboles y manglares pero, si con lo que les he mostrado no es suficiente para reactivar sus funciones cerebrales, menos podría lograr si continúo ofreciéndoles más datos.
No sé si apelar a su sentido común es suficiente, pues es bien conocido que este es el menos común de los sentidos. Y si a eso agregamos el verdadero interés que les mueve, bien haríamos en prepararnos para el naufragio de este barco llamado Panamá, más hermoso e imponente que el Titanic, pero al mando de una tripulación soberbia y pueril, que aún no percibe su propia vulnerabilidad y juega con su destino
Las cartas están echadas. Hacia dónde se incline la suerte, no depende tanto de un fallo ni de la justicia que esgrimen aquellos que la tienen amordazada, sino del valor y del derecho que tiene el pueblo para revocarlo.
Esta pregunta es para ti que estás leyendo: ¿Hacia qué lado inclinarás tú la balanza?
3 pensamientos en “Crimen ambiental contra la humanidad legado del Gobierno”
Bohanzeke Guerra (@zeke74910)
Es imprescindible recordar a los que hoy han sido constituído por jueces de nuestro país, que….»LA JUSTICIA ENGRANDECE A LA NACIóN;..(lo contrario)…ES AFRENTA A LAS NACIONES…(y en cuanto a Dios, el Rey)…»LA BENEVOLENCIA DEL REY ES PARA CON EL SERVIDOR ENTENDIDO; MAS SU ENOJO ES EN CONTRA DEL QUE LO AVERGÜENZA.» Proverbios 14:34,35
rica1lasso
Que triste es leer lo que hace nuestra permisividad o indiferencia ciudadana!
Elena
Es muy fácil estar sentado en una silla, firmar sin leer el contenido y peor aún sin medir las graves consecuencias que esto pueda acarrear a la ciudadanía. Gracias señores magistrados de panamá por su alto nivel de mediocridad.